Opinion

¡Unas de cal y otras de arena!

Por: Mario Arias Gómez.

Coloquial expresión del lenguaje popular que no se toma -en sentido figurado- literalmente, la cual ha resistido el paso del tiempo sin perder su mágica vigencia; decir que me cae como anillo al dedo al propósito que motiva el presente escrito a vuelapluma referido a los alternos, cambiantes, heterogéneos aspectos, circunstancias y hechos políticos -buenos o malos, positivos o negativos- acaecidos últimamente en el país.

Locución definida por la RAE como «alternancia de las cosas diversas o contrarias para contemporizar», que tiene su origen en la construcción. Cabe preguntar al respecto: ¿la arena es la buena y la cal la mala? o, es, al contrario, imprescindibles en el proceso constructivo. Para el uso de la cal recomiendan protegerse con una mascarilla a efecto de evitar inhalar su polvillo por lo tóxico, malsano, perjudicial para las vías respiratorias.

Revisados los coyunturales, susodichos episodios, sucesos en comento, queda por establecer: ¿Cuáles son los de cal y cuáles los de arena?, partiendo de la base -por lo dicho- que la cal es la mala, por peligrosa al ponerse en contacto directo con las personas, por sus partículas infecciosas que transportan -además- mal olor, mientras la arena no es nociva.

La cal u óxido de calcio, es una sustancia alcalina que al contacto con el agua se hidrata o apaga, con desprendimiento de calor, y mezclada con arena, forma la argamasa, hormigón o mortero, conglomerado usado en obras de albañilería.

No está de más conocer la procedencia del dicho: Con el paso del tiempo ambos materiales se acoplaron al listado de frases para referir contextos que describen las dos caras de la misma moneda, lo bueno y malo de alguna decisión, calificada de acertada o equivocada.

Trivial preámbulo -grotesco- que me adentra en el intento de descifrar las contingencias u odiseas por las que en los últimos días ha atravesado el Gobierno, después del impensado, inimaginable, aterrizado, auspicioso comienzo -color de rosa-, producto del mesurado estilo, el tono conciliador, dialogante, de buenas maneras que le permitieron armar un aplaudido, armónico, reposado gabinete -de postín-, que conjugó la experiencia con la juventud, incorporó plurales valores de todos los estratos sociales y fuerzas políticas, sorprendiendo a renglón seguido con sus civilizados encuentros con el innombrable halcón del Ubérrimo.

Lo cual permitió conformar unas expeditas mayorías congresales, garantía de gobernabilidad, intempestivamente venida abajo, vuelta añicos, al parecer irreversible, según los intimidantes pedidos de renuncias, verdadero quebradero de cabeza que no presagia nada bueno, principio de una incontrolable tempestad.

Revoltijo difícil de clasificar, de establecer, cuáles hechos son de cal, cuáles los de arena. De cal, indudablemente, el precoz desgaste de la naciente, fugaz estrella, Mauricio Lizcano, lastre -evidente-, según el descarnado resumen de la influyente revista ‘CAMBIO’: “Aterrizó en la campaña del Pacto Histórico como un refuerzo de primera línea que tendía puentes con los políticos tradicionales y las huestes del expresidente Juan Manuel Santos”.

En campaña su protagonismo fue evidente, y tras la elección de Petro como presidente, Lizcano fue encargado de la chequera del Gobierno, al asumir como director del Departamento Administrativo de Presidencia, pero con el paso de los días su figura ha ido palideciendo (agrego, palideció del todo), y en este instante su salida del cargo ya es un secreto a voces”.

El declive de Lizcano empezó con el escándalo de los plumones de las casas del presidente, luego se acrecentó con la denuncia de la periodista Vanesa de la Torre sobre las acusaciones de acoso sexual por parte del político caldense cuando fue presidente del Senado. Los relatos de otras mujeres, que no se atreven a denunciar públicamente, llegaron a oídos de la primera dama Verónica Alcocer. Desde entonces, Lizcano ha sido marginado del círculo cercano del presidente Petro, entre otras, porque en Palacio todos saben de la fuerte tensión que existe entre Lizcano y la jefa de gabinete Laura Sarabia. En este contexto, ya se rumora cada vez con más fuerza que al finalizar el mes de abril se produciría la renuncia de Lizcano al Gobierno«.

No hay duda de su negativa presencia en Palacio, a la espera que se conozcan otras graves, fundadas denuncias que se cocinan y auguran un inminente, mediático escándalo, terremoto periodístico, cuyo informante me ha pedido reserva, previéndose que acelerará la augurada, imparable salida por la cocina con ‘el rabo entre las patas’, no propiamente en dirección a la Federación de Cafeteros, ni tras la pretendida, suspirada candidatura presidencial, cuando el Centro Histórico, no lo quiere ver, pues se dice los tiene hasta la coronilla, fruto de la desbocada, desbordada, insaciable avidez del desganado personajillo que, sin querer queriendo, deslizó -entre sus correligionarios e incondicionales sus juveniles, pajizas apetencias.

Un espíritu burlón asegura, socarronamente, que el teatral voltearepas, Roy Barreras, al pie suyo se quedó chiquito, como igual registra el irreparable daño -qué duda cabe- le está causando al buen nombre, imagen inicial del Gobierno, que va de culos p’al estanco, lóbrego individuo que ha contagiado al gabinete en mora de un profiláctico recambio, especialmente de los culiprontos que corrieron a ocuparse de la delictuosa agenda de Nicolás, ‘el hijo del Ejecutivo’.

Término acuñado por Miguel Antonio Caro, referido a Lorenzo Marroquín Osorio, delfín de José Manuel Marroquín (1900-1904), acusado de recibir de los gringos, apetitosa, tentadora coima por su cooperación -decisiva- en la separación de Panamá. CONTINÚA

Bogotá, D.C., 15 de abril de 2023

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