Opinion

¡Vida y obra de José María Córdova Muñoz!

Mario Arias Gómez.

Primera parte de la conferencia dictada en la Universidad La Gran Colombia.

Por: Mario Arias Gómez.

¡José María Córdova Muñoz!: Apodado el ‘Héroe de Ayacucho’, ‘León de Ayacucho’, ‘Libertador de Antioquia’, ‘mártir’ de El Santuario, nacido en Concepción Provincia de Antioquia, Virreinato de Nueva Granada, el 8 de septiembre de 1799, asesinado a los 30 años, en El Santuario (Antioquia), el 17 de octubre de 1829.

Luego de la batalla de Boyacá que selló la liberación de la Nueva Granada e influyó notablemente en la emancipación de Latinoamérica, por iniciativa propia y orden de ‘El Libertador, Simón Bolívar, se encargó, con solo 19 años, de la independencia de Antioquia -su patria chica-, delegando en José Manuel Restrepo las funciones civiles del gobernador civil, reservándose la dirección militar.

En esas sufrió un gravísimo accidente en la plaza de toros de Rionegro (Antioquia) -donde residía- en la que se celebraba una corrida, siendo él la figura central del festejo, encargado de abrir plaza en su caballo: ‘el Inca’. En su intento por lucirse ante su amada Manuela Morales con atrevidas cabriolas, inesperadamente el encabritado jamelgo -por la pólvora-, lo tumbó, lastimándolo seriamente, accidente que lo inmovilizó y redujo a una silla de manos por largo tiempo pasado en Barbosa, tierra de su madre Pascuala Muñoz Castrillón, donde estableció temporalmente el centro de operaciones, alistó, entrenó un ejército de 400 fusileros y 300 lanceros, provenientes de Envigado, Marinilla, Rionegro -primera ciudad de Antioquia en declarar -7 de febrero de 1813- su independencia, tercera de Colombia en hacerlo.

Desde el caserío de Cañaveral, envió por el camino de Yarumal, ‘directo a las alturas’ ocupadas por Warleta, 100 hombres de la segunda compañía de la división de Antioquia y veinticinco jinetes de Casanare, al mando del capitán José Aguilar. Entre tanto, él mismo, guiado por el baquiano Francisco Misas entre la espesura, daba un rodeo con el resto de la tropa por el camino de Puentepiedra, a efecto de sorprender la retaguardia realista, cuenta el historiador Humberto Barrera Orrego.

En las alturas de Chorros Blancos -que derivó su nombre a la batalla cerca de la quebrada que lleva este nombre- el 12 de febrero de 1820, nuestro personaje se enfrentó a los realistas, famosa contienda que liberó al territorio antioqueño del poder español e impidió de su parte la segunda reconquista de la Nueva Granada-, batalla que a pesar de la desventajosa posición -estratégicamente hablando-, sus contendores subrepticiamente -con la complicidad de la oscuridad nocturna- anochecieron y no amanecieron, huyeron rumbo a Cáceres y Córdova.  Tras su búsqueda, Córdova envió al susodicho Aguilar con la segunda compañía de cazadores.

Hecho tenido por la antioqueñidad, como uno de los acontecimientos más trascendentales en su historia, pues afincó el terreno del Bajo Magdalena y blindó por el norte el territorio de la Nueva Granada, el cual no fue realmente una acción militar espectacular, con grandes consecuencias bélicas, pero sí de inusitadas repercusiones estratégicas para la patria, al haber aislado las fuerzas españolas del aparato administrativo y militar establecidos en Cartagena de Indias, de las provincias del sur,  Popayán y Pasto, leales al rey, como de la logística proveniente de Quito y Perú, poniendo una barrera infranqueable a la recuperación de los territorios perdidos de la Nueva Granada.

La intervención, participación del más grande, cimero y valiente de los militares granadinos, el general de Brigada José María Córdova Muñoz, (30 años, 1799-1829), fue decisiva, mereciéndole ser ascendido a general de División en el propio campo de batalla. Preámbulo de la ‘Batalla de Ayacucho’ que ampliaré más adelante, cuyo   ‘Bicentenario’ resalta la Academia de Historia, José María Córdova Muñoz, presidida por el ilustre -por mil títulos- académico e historiador, Gerney Ríos González, empeñado en reivindicar la memoria del inmoral protagonista en comento, olvidado injustamente, como mancillado, tergiversado, vilipendiado abusivamente su nombre.

Gloria, vida militar labrada en el campo de batalla, decantada en Marinilla, Guatapé, Concepción, San Vicente, Rionegro, El Santuario, Medellín, Santa Fe de Antioquia, Barbosa, Santa Rosa de Osos, Yarumal, Campamento, Angostura, Apure y otras, cuya sola presencia causaba al enemigo escozor, hacía que temblaran salieran despavoridos como sucedió en Chorros Blancos.

Heroico accionar replicado en las más importantes batallas que liberaron la Nueva Granada y gran parte de América: Pantano de Vargas, Boyacá, Junín, Pichincha, Ayacucho -llamado Rincón de los Muertos-, donde se selló la libertad del pueblo americano y cavó la derrota (definitiva) de los españoletes.

Como Director de la Academia de Historia, José María Córdova Muñoz -Capítulo Perú-, complacido me uno a la grata misión de recordarle a los neogranadinos, el fundado, unánime orgullo de tener entre nosotros, a uno de los más grandes -entre los grandes- de los militares de la Independencia, quien sacrificó su vida en El Santuario -17 de octubre de 1829- por consolidar el fin del vasallaje colonial, lucha extendida a las colonias hispanoamericanas.

CONTINÚA.

Bogotá, D.C., 27 de abril de 2024.

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