Opinion

¡El Sitio de Cartagena!

Mario Arias Gómez

Por: Mario Arias Gómez.

Retomo la columna en el acápite del SITIO de Cartagena de Indias que ofrecí repasar en la presente, ‘Corralito de Piedra’ fundado en la época virreinal española, por don Pedro de Heredia, el 1° de junio de 1533, amurallada ciudad convertida en la ‘joya de la Corona’, llamada ‘La Heroica’, núcleo básico de dominio territorial, centro del poder político, administrativo, comercial y religioso de una vasta zona circundante como de la política misionera.

Próxima a cumplir 491 años de vida, uno de los puertos más importantes de la América española, que declaró su independiente de España, el 11 de noviembre de 1811. Capital del departamento de Bolívar, declarada Distrito Turístico y Cultural (D. T. y C.) por Ley 768 de 2002; proclamada Patrimonio Nacional de Colombia en 1959 y por la Unesco, Patrimonio de la Humanidad en 1984.

Azotada en la Colonia por piratas y corsarios provenientes de Europa, lo cual supuso -en defensa- ser fuertemente fortificada, reconocida como la fortaleza más robusta de América del Sur y del Caribe, que resistió en 1740, dos embates británicos por capturarla sin éxito, y un tercero, en marzo de 1741 en que se retiraron literalmente con la cola entre las patas, luego de ingentes pérdidas, de ser azotada por la fiebre amarilla, episodio tenido como uno de los mayores descalabros en la historia de la ‘imbatible’ Royal Navy, infligida por España, que marcó el desenlace (decisivo) de la guerra del Asiento (1739-1748), uno de los conflictos armados entre ambas naciones (España y Gran Bretaña) ocurridos durante el siglo XVIII.

Procedente de Port Royal (Jamaica), el inglés Edward Vernon, en marzo de 1741, fondeó en la costa de Cartagena de Indias, punto de embarque los tesoros saqueados o extraídos de las minas de Potosí (Bolivia) y del Perú como del desembarque de todos los pertrechos y mercancías del comercio entre España y las Indias. El español Blas de Lezo -subordinado inmediato del virrey de la Nueva Granada, Sebastián de Eslava- fungía de jefe del apostadero y escuadra al mando del resguardo del fuerte.

Tras ardua batalla, Vernon entró triunfante a la bahía, obligando a los defensores españoles -bajo el mando de Lezo y Desnaux- a atrincherarse en la fortaleza de San Felipe de Barajas, tras abandonar el baluarte de Bocagrande. Vernon creyendo que la victoria era pan comido, envió a Inglaterra un anticipado parte victoria, rodeó enseguida la fortaleza, se adentró en la selva para atacar por la retaguardia, lo que implicó que sus tropas contrajeron la malaria, perdiendo cientos de combatientes. En las puertas del fortín, ordenó atacar a la infantería, Lezo con trescientos hombres armados con tan solo armas blancas, contuvo la arremetida, causándole a los asaltantes un sinnúmero de bajas.

Vernon, ante la fiera resistencia de los españoles, ordenó construir escaleras para sorprender con sus hombres, al mando del general Thomas Wentworth, en la noche del 19 de abril, a los hábiles defensores de la fortaleza. Informado del plan Blas de Lezo, dispuso cavar un foso en torno a la muralla, con lo que neutralizó las escaleras. Un atrapado, boquiabierto, estupefacto, impotente Vernon, al pie con su destacamento, solo atinaba apreciar la impenetrable, inalcanzable trinchera, siendo cubierto con nutrido fuego español que causó la masacre de la fuerza invasora.

Vernon retiró los barcos si dejar de disparar los cañones. Ante el desastre, las enfermedades y escasez de provisiones, el Alto Mando británico ordenó la retirada. Las últimas naves partieron el 20 de mayo, cinco de ellas fueron incendiadas por falta de tripulación, El humillado Vernon pronunció la famosa frase: «¡Dios maldiga a Lezo!«. En el entretanto, Gran Bretaña continuaba celebrando la ‘victoria’. Artesanos acuñaron -por su cuenta- medallas y monedas conmemorativas, ensalzando la toma de Cartagena; alguna mostraba a Lezo arrodillado ante Vernon entregándole su espada, con la inscripción: “El orgullo de España humillado por Vernon”.

Qué lora, qué sonrojo, qué vergüenza, históricas, las enrostra, recuerda la triunfal estatua de Blas de Lezo -manco, tuerto y cojo, trofeos de sus múltiples batallas- que luce aún a la entrada del Castillo San Felipe de Barajas, como merecido homenaje a su memoria, eternizada con el bautizo -con su nombre- de una plaza y una avenida.

En 2014, el anodino alcalde, Dionisio Vélez, ante la presión popular, se vio obligado a retirar la polémica placa que en honor del ‘verdugo’ de los cartageneros, el almirante Edward Vernon, develó (31 de octubre/2014) por el entonces príncipe Carlos de Gales y la ajada, insípida Camila Parker, en la que se lee:

En memoria del valor y sufrimiento de todos los que murieron en combate intentando tomar la ciudad y el fuerte de San Felipe, bajo el mando del almirante Edward Vernon en Cartagena de Indias en 1741. Presentado por la Corporación Centro Histórico de Cartagena de Indias”.

Insólito, inaudito, peyorativo, reprobable acto de lambonería recordatoria de la derrota jamás sufrida por la impetuosa Armada de ‘La pérfida Albión’. Imperdonable «disparate histórico», “insulto” -reprochado por tirios y troyanos-, a la memoria de los evocados defensores neogranadinos.

Bogotá, D.C., 20 de abril de 2024.

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