Por: José Oscar González Hernández. Se desempeñó como Alcalde de Pensilvania, Diputado a la Asamblea de Caldas, Personero de Manizales.
25 julio 2019
En el mundo en el que nos está tocando vivir, si bien es cierto gozamos de un poco de adelantos de la ciencia que nos hacen la vida muy placentera, también tenemos unas situaciones que se han ido agudizando a lo largo de nuestra existencia y se convierten en una dolencia o en un karma.
Prueba de ello es el suicidio. Plaga de nuestros días y especialmente ha tenido un auge inmenso en nuestra juventud.
Para la enciclopedia Wikipedia define al suicidio como el acto por el que una persona de forma deliberada se provoca la muerte. Por lo general es consecuencia de la desesperación derivada o atribuible a una enfermedad física, una enfermedad como la depresión, el trastorno bipolar, la esquizofrenia o el trastorno límite de la personalidad como el alcoholismo o el abuso de sustancias. A menudo influyen diversos factores estresantes como las dificultades financieras, los problemas en las relaciones interpersonales o el acoso psicológico.
El suicidio en Colombia ha tenido un auge que está preocupando a las autoridades de la salud. Miremos las comparaciones. En el año 2009 los suicidios fueron de 1.845 y en el año 2018 fueron 2.696 y las estadísticas nos llevan a concluir que van en aumento año tras año. Nuestro departamento Caldas no es inmune a este flagelo. El año anterior tuvimos 81 casos de suicidio y en Manizales fueron 42 de los cuales 31 fueron hombres y 11 mujeres.
Como se puede observar tenemos que hacer causa común todos los integrantes de la sociedad y enfrentar el problema. No obstante, el más «importante» factor de riesgo individual es el antecedente de un intento de suicidio no consumado.
Como lo podemos ver las causas para un suicidio pueden variar, pero la gran mayoría de ellos tienen su explicación en razones médicas o la influencia del entorno social.
La visión del suicidio ha sido influenciada por diversos temas como la religión, el honor y el sentido de la vida. Durante la era de los samuráis en Japón, el harakiri era respetado como una manera de resarcir un fracaso o como una forma de protesta. El satí, prohibido en el Raj británico, implicaba la inmolación de la viuda en la pira funeraria del marido recién fallecido, ya fuera voluntariamente o por presión de la familia o la sociedad.
Durante los siglos XX y XXI, el suicidio mediante inmolación fue utilizado en algunas ocasiones a manera de protesta, mientras que los ataques suicida, como el kamikaze, han sido empleados como una técnica militar y terrorista.
En vista de estos fenómenos sociales igualmente debemos mirar las redes sociales. Un estudio de una universidad de Montreal en Canadá nos dice la estrecha y peligrosa relación de las redes sociales y la depresión. En esta soledad y angustia en que andan muchos jóvenes hoy en día, y si ellos se asoman a las redes en donde se está registrando muchos hechos de la vida cotidiana en instantes y se compara la vida de oropel, de fastuosidad y de festejos, esto puede llevar a una angustia a nuestros jóvenes al comparar su condición social.
Como vemos, hay muchos factores que pueden entorpecer la vida de nuestros jóvenes. En la calle se escuchan comentarios cuando se presenta un suicidio: Ese era un hombre muy hormonado cuando tomó esa resolución. Otros por el contrario dicen ese es mucha gallina. Yo hecho mano del dicho castellano: Todo depende con el cristal con que se mire.
