EDITORIAL
Surge por estos días una ola de decepcionados al ver que los nuevos mandatarios anuncian a las personas que conformarán su círculo de colaboradores para iniciar sus gobiernos, y sus nombres no aparecen.
Los más osados tratan de comunicarse con los gobernantes electos, y los celulares timbran y timbran y no reciben respuesta. Recuerdan con nostalgia que antes de elecciones tenían comunicación permanente y les contestaban al primer timbre.
Lo anterior es la triste realidad para la mayoría de quienes se entregan en cuerpo y alma a una campaña política colocando en el candidato todas sus expectativas y esperanzas para el próximo cuatrienio.
Es costumbre que los primeros nombramientos o designaciones recaigan sobre personas muy cercanas y de toda la “confianza” del mandatario, la rosca. En muchos casos serán ellos los encargados de ayudar a recuperar la inversión de campaña, o con sus cargos, les están pagando favores o comprando su silencio.
Luego viene el cumplimiento de algunos compromisos políticos y para disimular, nombran a uno a dos funcionarios de quienes dirán son técnicos. También emplean la estrategia de pedir ternas de hojas de vida para camuflar a sus amigos. Quienes tienen la fortuna de poderles reclamar, les dirán que el período apenas está empezando y hay tiempo para cumplirles. Con este argumento los entretienen y alimentan nuevamente las esperanzas.
Antes de las elecciones todos los líderes y activistas son importantes y fundamentales, después de conseguido el objetivo, pasan a ser incómodos y ambiciosos. A quien a estas alturas del paseo no ha sido llamado para formar parte de un gabinete, ya no lo llamaron. Échese la bendición y mire a ver qué se va a colocar a hacer.
Como diría Álvaro Salom Becerra, “Al pueblo nunca le toca”. Lo único que les queda a estos decepcionados, es esperar una nueva campaña electoral para que vuelvan a caer ingenuamente porque en política, al perro sí lo capan dos y más veces.
Manizales, diciembre 24 de 2023.
