Opinion

De apasionamientos, sectarismos y posiciones

La Política es de posiciones, de criterios y de la defensa de ideas sobre las maneras en que se debe construir una nación, de cómo fortalecer un Estado.

Si la política en Colombia esta desprestigiada, es por culpa de quienes la hemos ejercido y no hemos sido capaces de interpretar las necesidades de la nación, o de faltar ante la confianza otorgada por los electores.

La política en nuestro país, está sumergida en una profunda crisis de identidad y coherencia, también producto de la crisis de los partidos Políticos, quienes solo han servido como plataformas electorales y no como colectivos que buscan administrador correctamente el poder, de cara a cumplir las promesas de campaña.

Las formas dicen mucho del político, y mientras que no se atente contra la integridad humana, o no se vulnere el a veces imperceptible límite entre lo personal y lo público, por supuesto que es válido confrontar al contradictor en el debate.

Juzgar la incoherencia, la falsedad y el descaro del político, así como su modelo de Gobierno o de Estado es apenas natural del debate electoral. La dialéctica sobre lo público no es un jardín de flores en el cual todos se abrazan y se toman de las manos, entre más acida y argumentada o justificada sea la oposición, mejor gobierno se construye.

Un ejercicio político sin crítica, es un ejercicio de unanimismo que fácilmente conduce a las tiranías y las dictaduras, o que sin dificultad se inclina al caudillismo y a la entrega absoluta del poder a “emperadorsillos” de paso.

La confrontación política, el argumento y el contraargumento, la denuncia o el debate en sí mismo, no solo es necesario, sino que es fundamental y angular de las democracias, no solo para nutrir el debate de lo que debe ser, sino para exponer lo que no está bien, y no simplemente frenar el discurso con el cliché tan repetido de “Quien esté libre de pecado, tire la primera Piedra” pues de ser así, ante la imperfección del ser humano, no habría posibilidad alguna de generar el valioso debate, pues el pecado es inherente a nuestra condición humana.

Sin embargo, ante la debilidad intelectual, se acude a herramientas nocivas por fuera del debate, pues se genere el apasionamiento, el cual dejando el razonamiento a un lado, acuda a las difamaciones, y calumnias, para tratar de sostener el debate, o por lo menos, ante el desespero, destruir la integridad del ser humano, ya no con la óptica del contradictor, sino del enemigo que se debe exterminar o callar.

El sectarismo es la evidencia del apasionamiento, pues ante la falta de razones, no encuentran lógica distinta, que invisibilizar al contradictor con medidas sin ética o inteligencia.

No es temor a perder lo que nos ha conducido a denunciar y exponer algunas formas del que hacer público, tampoco es apasionamiento o sectarismo. Es simplemente un punto de vista que se hace público y que espera que con argumentos sea desvirtuado, mas no con mensajes intimidatorios o calumniosos.

Caldas no es de nadie, es de todos. No es una finca en la que callamos ante la voz altisonante del que cree tener el poder, acá en este departamento cabemos todos, aun cuando nuestras diferencias sean absolutas, este departamento no puede permitir la ausencia de democracia, o la prevalencia de quien no es suficientemente capaz de poner la cara.

La diferencia entre nuestras visiones es una oportunidad de nutrir el debate, y nunca será el pretexto para silenciar las voces, aquel que acompañe esta idea, la de silenciar al contradictor, no merece nada distinto al reproche y el ostracismo.

Que viva la Diferencia.

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