Por: Alejandro Loaiza Salazar – Enlace Congreso de la República. Oriundo de Samaná, con estudios en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.
Han sido muy pocos los trabajos que he tenido en mi vida laboral por fuera del Estado, los primeros de ellos como mesero por temporadas o vendedor en tiendas de ropa, ambos durante mi época de estudios en la Universidad. Por razones económicas tuve que suspender mis estudios por varios meses y durante ese periodo trabaje como almacenista para Siemens una empresa alemana, allí aprendí lo que era ponerse un overol y realmente trabajar por necesidad.
Tiempo después y durante los últimos semestres en la Universidad inicie como funcionario público, y de eso ya hace más de diez años. Lo anterior para decir que como funcionario público he sido testigo de la negligencia, de la pereza, falta de compromiso e inutilidad de gran parte de los funcionarios públicos. Burócratas que simplemente asisten a sus puestos de trabajo para cumplir con un horario, pues su aporte a la administración pública es nulo.
Me atrevo a decir que en ocasiones se justifican las llamadas “Nominas paralelas”, que no son otra cosa que un numero de contratistas encargados de cumplir las tareas de los funcionarios de planta, pues estos, en algunas ocasiones sindicalizados, no cumplen con muchas de las tareas asignadas en los tiempos requeridos, y es que la rigidez del concurso público de meritos, hace tremendamente difícil disponer de los puestos de estos terribles funcionarios, no son todos, por supuesto que hay valiosos elementos al interior de las entidades públicas, lo cuales hacen muchas veces el trabajo de sus compañeros. Se debería modificar la norma de tal manera que cada tanto tiempo los funcionarios de carrera puedan ser avaluados en conocimientos y aptitudes y permitir renovar o tecnificar las plantas de personal.
El estado es un gran empleador, gran parte de sus recursos se van para gastos de funcionamiento, que no es otra cosa que el pago de funcionarios. Hoy una de las cosas que esta pandemia está demostrando, o más bien reiterando, es lo ya conocido por muchos. No solo no necesitamos a miles de funcionarios calentando sillas y escritorios, dado que estos bien pudieran hacer su trabajo y funciones especificas desde sus casas, intensificando así el desarrollo del teletrabajo, y descongestionando las grandes ciudades; se demuestra también que por lo menos el 30% de los funcionarios no son necesario para las entidades, y allí se incluyen desde alcaldías, gobernaciones, hasta las altas cortes, ministerios y el Congreso.
La imagen del Congreso de la Republica es de las más bajas de todas las entidades del Estado, y tal vez con justa razón. Por supuesto que hay congresistas valiosos en todos los partidos, pero sinceramente la gran mayoría, no son diferentes a aquel burócrata calienta sillas que hace cero aportes al Estado.
Se limitan a firmar leyes de autoría de otros para figurar como coautores, nunca hacen un debate de control político, y mucho menos son capaces de hacer las gestiones que requieren los territorios.
Reducir el congreso es una propuesta a todas luces taquillera, pero nunca será aprobada, como tampoco reducir la enorme carga laboral que pesa sobre las arcas del Estado, dicho dinero debería invertirse más que nunca en servicios públicos esenciales como la Salud o educación.
Sin embargo, una asamblea constituyente si lograría tales objetivos, esta pandemia debe servir para que el país redefina sus prioridades y ajuste sus necesidades.
Pasados estos meses, Colombia debería pensar en una nueva constituyente.
Adenda: Pronto hablaremos de los resucitados de esta Pandemia.
Twitter: @AlejandroLSFD
