Por: José Octavio Cardona León – Ex alcalde de Manizales.
Desde hace 4 meses la palabra coronavirus está entre las más buscadas en internet, lo cual ha ocurrido como todos sabemos por la pandemia que hoy nos azota.
La búsqueda permanente de las palabras cuarentena, alarma, emergencia, coronavirus, han dado a este virus un rostro una imagen que parece una pelota de árbol de navidad llena de puntas, otros dicen que se parece a una corona, la que al ser observada en cualquier parte o lugar inmediatamente se asocia con la enfermedad, la peste o la pandemia.
Este virus tiene rostro, y los daños colaterales que son múltiples, no todos tienen rostro.
Hoy procuraré mostrar uno de estos rostros ocultos que el virus no muestra y la pandemia ha puesto sobre la mesa de la discusión.
Es el rostro de un amigo personal a quien llamaré Juan.
Hace 14 años que Juan fue diagnosticado con insuficiencia renal crónica estadio 5, en otras palabras, problemas en los riñones, lo que lo hace paciente renal con necesidad permanente de diálisis.
Este amigo vive en la Comuna Ciudadela del Norte, Barrio San Sebastián de Manizales. Un sector de estrato 2, lo que indica a las claras que su ingreso económico no es de los mejores, pues sus problemas médicos y la condición socioeconómica de su familia, no le permitieron desarrollar estudios avanzados, por lo que su vida laboral es y ha sido la venta de tinto en la calle.
Su condición médica le impone diálisis 3 veces por semana durante 4 horas y cuarto cada sesión. Lo conectan a las 4:20 pm y sale a las 9:20 pm.
Como ocurre con todos los pacientes de diálisis, cada vez que Juan asiste a su sesión, sale sumamente agotado y siempre con un inmenso dolor de espalda y de cintura.
La diálisis le es realizada en el Hospital Santa Sofía de la ciudad de Manizales, lo que le implica 30 minutos de desplazamiento en bus desde su casa hasta el Centro Hospitalario. Tomando dos buses de ida y dos de regreso. Eso es cuando puede trabajar y tiene los recursos para pagar el transporte lo que le cuesta $ 8.400 cada sesión, es decir. 100 mil pesos mensuales, que como ya se dijo, los conseguía vendiendo tintos en la calle.
Actualmente no puede trabajar, primero porque no se lo permiten y segundo porque no hay a quien venderle tinto pues las calles están vacías, y más en las noches. Así que, desde hace un mes, Juan debe caminar de ida y regreso entre Bosques del Norte y el Hospital Santa Sofía, no importa si hay lluvia, no importa si hay sol, lo que tiene que haber es diálisis, por lo tanto, destina 1 hora 25 minutos para llegar de un lugar a otro, salvo que algún vecino o amigo le ayuden, aunque sea para el regreso, o como ocurre de vez en cuando, un vecino generoso lo lleva en moto.
Conjuntamente con Juan asisten 31 pacientes en cada sesión y son tres turnos al día, muchos de ellos viven del rebusque como Juan, el que vendiendo tintos tenía ingresos promedio de 20 mil pesos diarios que le alcanzaban para vivir con sus padres que son adultos mayores dependientes de él y de paso le alcanzaba para asistir de manera muy juiciosa a sus tratamientos.
Juan no puede aplazar o negar la diálisis pues de hacerlo en 2 o 3 días ya empezaría a desmejorar todo su cuerpo, el cansancio sería inmenso, sería extremo, luego vendría una alergia en todo su cuerpo, la que él llama “piquiña”, la que se genera por la cantidad de toxinas acumuladas, lo que genera una reacción urémica.
Al problema renal que padece, tenemos que sumar un asunto de presión arterial alta frente al cual Juan con mucho optimismo refiere diciendo “eso gracias a Dios me lo regulan con los medicamentos, simplemente me tomo 24 dosis diarias”.
Juan es el rostro oculto del coronavirus, una víctima colateral de la pandemia que al igual que muchas familias piensa como van a conseguir alimentos, como van a pagar las facturas, como van a pagar el arriendo, y lo que más piensa es cómo va a estar el clima, porque la diálisis no se puede pensar, se tiene qué hacer.
Estos son los otros rostros del coronavirus.