Por: Alejandro Loaiza Salazar – Enlace Congreso de la República. Oriundo de Samaná, con estudios en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.
19 octubre 2019
A escasos 8 días de la jornada electoral que decidirá quienes serán los próximos gobernantes locales, no serán pocos los intentos por tratar de utilizar al máximo los días y las noches que restan para asegurar triunfos, tratar de cerrar compromisos e incluso debilitar de cualquier forma al contenedor que se percibe como el más fuerte.
Aceptar que el ejercicio realizado como mínimo por tres meses de campaña no ha sido el esperado y que habrá un estruendoso fracaso en las urnas no es fácil, más aún si se piensa en el recurso financiero que se perderá, o ingenuamente se confía en las promesas de los electores que por vergüenza o hipocresía prometen el tan anhelado voto, pero que lejos están de acompañar al ingenuo candidato.
Tratar de revivir esas campañas que para todo el mundo serán un fracaso será tarea de los ingenuos, persistentes y tercos candidatos. Una cosa es perder con un número considerable de votos de cara a liderar la oposición, e incluso perder cuando se tiene claro que lo que se pretende es hacerse a un caudal electoral con el cual se transara en un futuro acuerdos burocráticos o hasta económicos, y otra es hacer el ridículo.
Sin embargo, muchos de los candidatos que aun hoy aparecen en contienda, hace mucho rato entregaron sus campañas a quienes lideran la intención de voto, y hacen parte del juego de los acuerdos y promesas propios de nuestra democracia.
Buscar de manera desesperada minimizar la honra, el valor de los candidatos o simplemente tratar de quitarle la máscara al joven sonriente y cordial que a espaldas difama e insulta a sus electores, es uno de las actividades que con mayor frecuencia se presentarán en esta última semana. Un hecho trascendental cierto o mentiroso que logre calar en la ciudadanía podrá inclinar la balanza.
Quien crea que la política es un ejercicio que premia la honestidad, sinceridad y el trabajo arduo no esta del todo asociado con la triste realidad de nuestra democracia. Campañas negras que subrepticiamente quieren desprestigiar a las personas, dinero para periodistas con tal de difundir la muy considerada información clave, o el uso de las cuentas “Fake» en las redes sociales será una constante en estos días.
Pero también será esta semana en donde con mayor fuerza saldrá a la luz la faceta real de los candidatos, la angustia, el desespero y el temor a la pérdida forzará a visibilizar lo peor de cada uno de ellos, y sin lugar a dudas la ayuda de los contradictores propiciará en muchos casos la publicación que evidencia los mayores defectos del descuidado candidato.
No en vano y con alta frecuencia los electores preferimos votar por la experiencia y la certidumbre que generan aquellas personas que han demostrado carácter y conocimiento de lo público, que por aquellos quienes a fuerza de pulmón y cuyo mayor logro es el de haber conseguido un número amplio de seguidores en las redes sociales, logran encantar los crédulos electores.
Se confunden los ciudadanos con facilidad entre el buen candidato y el buen administrador, no necesariamente el primero cumplirá con los requisitos del segundo. El buen administrador esta probado, tiene a sus espaldas experiencia y hoja de vida, mientras que el segundo por lo general no tiene más que un número considerable de visualizaciones y “likes» en sus páginas sociales.
Adenda: La juventud no es condición de cambio y buena administración. Aquel candidato cuyo único valor es no tener canas en su pelo seguramente generará incertidumbre y sorpresa, pero además y como mínimo relentizará la administración pues sus esfuerzos se concentrarán en entender el enredado y difícil mundo que rodea el manejo de los recursos públicos.