Opinion

EL RETO

Por: Hernando Arango Monedero, Ingeniero y abogado, empresario, exrepresentante a la cámara, exalcalde de Manizales y gerente nacional del SENA

30 junio 2018

Terminada la campaña presidencial, habiendo elegido presidente, los colombianos tenemos en frente la obligación de acompañar a quien resultó elegido. Ese acompañar no significa cosa diferente a mantenernos dispuestos a apoyar lo que en bien del desarrollo y las oportunidades pueda darse, a la par que también nos cabe el deber de exigir el cumplimiento de los objetivos que se nos presentaron durante la campaña.  

Para algunos, la decisión es la de oponerse a lo que presente el nuevo gobierno. Es su libertad, pero olvidan que todos estamos en la obligación de aportar para hacer de ese un país mejor; un país en el que haya más oportunidades para todos. Obligación que nos lleva a contribuir con soluciones a los temas que fueron ejes centrales de las campañas; valga decir, entre otros, soluciones a los problemas de: justicia, salud, educación, desarrollo del campo, generación de empleo, y, fundamentalmente, la lucha contra la corrupción.

No hay que olvidar que, quienes aportamos con nuestro voto para el triunfo del elegido, estamos igualmente obligados a la exigencia en el cumplimiento de las que fueron propuestas de campaña. Ahora, si todos logramos entender que este país es nuestro, y que la suerte del país es, igualmente, nuestra suerte, estaremos en la ruta de los acuerdos, del entendimiento, y en la vía de las soluciones que den por resultado el bienestar de todos y la oferta de oportunidades sin distinción. 

No podemos, en cumplimiento de propuestas obtusas, asumir posiciones de crítica simple; de oposición radical o de interpretaciones torticeras a lo que se propone realizar el nuevo gobernante, pero  todos debemos unir voluntades en la vigilancia que debe hacerse sobre la conducta de quienes se encuentren al frente del desarrollo de las políticas públicas, en cualquiera de las ramas del poder. No olvidemos que la corrupción se mimetiza bajo múltiples figuras y atrás de cualquiera de ellas pueden encontrarse quienes esquilman la fe pública. Los ciudadanos, todos, estamos llamados a ser vigilantes de la conducta de quien, en nombre del Estado, se desempeñe.

Implantándose el nuevo estatuto de la oposición, como se espera que sea, unos y otros tendremos trabajo por hacer. Gobierno sin oposición se degrada, y oposición sin objetivos y sólidas intervenciones se convierte en una burla. El gobernante tiene que entender que los votos que obtuvo en la elección que lo llevó al poder no son suyos, como propiedad y bien personal. No! Son votos ante los cuales debe responder. De la misma manera, quien obtuvo una caudalosa votación y no le fue suficiente para llegar a ostentar ese poder, no puede considerar como suyos los votos depositados en su gesta. No! son votos que, al igual que los del ganador, esperan soluciones que den respuesta a sus aspiraciones, a sus necesidades. En ese campo, unos y otros son votos de colombianos que exigen el cumplimiento estricto de los deberes a cada cual asignados.

De parte de los ciudadanos del común, de nosotros, las obligaciones no son menores. Estamos en el deber de analizar las situaciones, de encontrar soluciones y de aportarlas. De allí la importancia que las Universidades sean los lugares en los cuales los ciudadanos se reúnan para efectuar ese análisis, para adelantar esos debates y, desde allí, entregar las políticas que deben ser consideradas como viables para alcanzar el anhelo de todos. 

Si queremos un nuevo país, que sin duda es lo que deseamos, ello no se alcanza sin el aporte de todos, y fundamentalmente de las juventudes, razón por la cual es necesario que las universidades sean los núcleos del desarrollo de las políticas que den paso  a las soluciones que hoy requerimos. Los jóvenes, así involucrados, dejarán de ser presa fácil del oportunismo de algunos, puesto que serán partícipes de su propio futuro y no idiotas útiles del populista de turno.

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