Por: Mario Arias Gómez.
03 mayo 2018.
Una-. Hoy la Unesco, conmemora el Día Mundial de la Libertad de Prensa, que propende, por fomentar el libre ejercicio de una profesión, que es esencial para toda sociedad democrática. Día en que los mandarines de la dictadura informativa, los vendedores de estulticias, los matarifes de la verdad, los guardianes de la mentira, que desangran la libertad de expresión, la asfixian, como en cualquiera dictadura; sabandijas que espero se escondan hoy, que no se dejen ver, por respeto a una profesión que, García Márquez, llamó “el mejor oficio del mundo”. Repudiables informadores, digo mejor, maleantes, corifeos de la sumisión -con olor repulsivo-, que aparentan -lo digo con conocimiento de causa- no distinguir, entre hecho y opinión, entre conocimiento y creencia, lo cual deforma, distorsiona, sutilmente los hechos que describen -lo que es peor, tras la pauta-. Irresponsable comportamiento que deja ver las orejas al lobo, y sume al lector, irrespetuosamente, en gran confusión.
Dos-. Sutil manera de ejercer la censura, con olvido de que los medios de comunicación, tienen el papel de caja de resonancia de la sociedad. Se conoce que, la libertad de pensamiento, consiste en permitir que las ideas que no nos gustan, que abominamos, que maldecimos, que ofenden, se expresen y publiquen libremente, no en callar lo que no pueden ocultar los documentos y testimonios incuestionables, irrefutables, de los testigos que los vivieron -vivimos- los sucesos. Exponer los hechos tal cual, no falsearlos, es lo que obliga, porque lo que se quiere no es hacer Historia, que se ocupa de explicar el pasado -nefasto a veces, digno de exorcizar-, que perennemente permanece abierto a la discusión, la controversia, sin ignorar o desconocer, el sutil límite que existe entre destapar un escándalo e informar sobre una conducta reprochable o hecho censurable. Hechos que son sagrados, según se enseña en la primera clase de periodismo.
Tres-. Los artículos de opinión son periodismo de opinión, puro. Una cosa es una noticia y otra muy distinta es una columna de opinión, suscrita bajo firma responsable. La claridad con la que -en mi caso- intento expresar mis ideas, lo hago siempre sin miramientos, sin más interés que el bien común, público, por encima del privado. Premisa básica en cualquier democracia, que consagra la ‘Declaración Universal de los Derechos Humanos’. Opinión que intentó, vanamente, acallar, matando la verdad, un esbirro a sueldo, quien tendió una telaraña -cómplice- de silencio. “El que no sabe es un imbécil. El que sabe y calla es un criminal”. Bertolt Brecht. Enhorabuena llegaron las redes sociales, que democratizaron y generalizaron el camino a la información, a la capacidad de participación y veeduría ciudadana, lo que le hizo la vida más difícil, compleja y espinosa a los inescrupulosos manipuladores, que usan sus plataformas, sus Portales, para desinformar, para desencajar titulares -por la paga-, lápidas al gusto del ‘paganini’. Papagayos movidos por el dicho popular: “Para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”.
Cuarta-. Buitres disfrazados de ‘periodistas’ que, mediante una afrentosa y nociva censura, encontraron la forma de enriquecerse, con esta clase de degenerado y amarillento ‘periodismo’ -que mata al mensajero-, éticamente despreciable. La forma de juzgar un medio como el que me ocupa, es conocer lo que oculta, más que lo que dice. Medio que calla como una ostra sucesos probados. Yo no escribo -como dice José Saramago- para agradar, ni tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar. Igual lo hago sin tapujos y sin filtro, con respeto sí, a cuatro valores en vía de extinción: ‘Compromiso con la verdad’, ‘independencia’, ‘responsabilidad con los lectores’ y ‘respeto por las personas’. Aclarado esto, lamento que se dañen amistades, por diferencias de opinión, en un terreno tan cambiante como la política. Censura que, por venir de quien vino, me enorgullece. Feliz día a las buenos y honrados periodistas, que los hay.