Opinion

«Caín y Abel”. ¿ Revividos ?

Por: Mario Arias Gómez

Hago un alto en el examen del agitado momento político de nuestra lapidada Colombia, para poner -como orgulloso peruano (nacionalizado)- los reflectores sobre la tierra del Tawantinsuyo y Atahualpa, en la que se reproduce -ad nauseam- el culebrón que imaginariamente evoca -en presente-, la infraterna leyenda de Caín y Abel -que hiela la sangre-, personificada por Keiko y Kenji Fujimori -apellido con solera-, merecedora de ser destacada en la historia universal de la infamia, el ridículo.     

La Biblia relata la muerte de Abel a manos de Caín, luego de la ritual ofrenda a Dios, quién prefirió la del primero (las primicias y la grasa de sus ovejas) a la del segundo (dones de los frutos del campo), lo que lo trastornó, llenó de celos, que indujeron el terrible fratricidio cometido. Interrogado por el Señor, acerca de su paradero, respondió: ¿Acaso soy yo el custodio de mi hermano?

Egos reencarnados en la primogénita y el benjamín familiares, empeñados en neutralizarse, recíprocamente, con miras a la elección presidencial 2021. Artimaña iniciada por el codicioso Kenji, al desmarcarse de Keiko, desde que concluyó la campaña de 2016. Adrede omiten, de que el poder que ostentan se lo deben al patriarca de la estirpe, convertido -por ellos- en mascarón de proa, luego de usurpar su autoridad -valor supremo-, que le hubiera permitido poner la casa en orden, como dirimir -salomónicamente- el público e inimaginable impasse, que los hace merecedores de justiciero castigo, basado en el precepto: “La ropa sucia se lava en casa”.

Prueba de malacrianza y desacato al exaltado padre, centro de gravedad del agradecido pueblo fujimorista, que lo admira, quiere, valora, respeta, y reprocha el proceder de los amnésicos delfines, beneficiarios del mandato del paterfamilias, al que les obliga la obediencia debida, que extrañan los incondicionales amigos del encumbrado “Chino” -capitaneados por la insuperable, LUISA MARÍA CUCULIZA-. Admiradores que reclaman volver por sus fueros, someter a los traviesos retoños, de modo que cierre definitivamente tan aciago capítulo, -para el olvido-.    

Enfrentamiento que desdora el adagio: “De tal palo, tales hijos”. Inexcusable pataleta de niños malcriados, inmaduros. De persistir el insensato, irreflexivo y torpe comportamiento, corresponde a la menospreciada e irrespetada militancia -pido excusas por poner el dedo en la llaga-, hacerlos de lado, a efecto de aliviar la inhumana y agobiante carga emocional que gravita sobre la salud del vejado ascendiente.

¿Qué se ‘fizo’ el pragmatismo y sabiduría implícitos en la milenaria cultura oriental, heredada de los mayores? Enseñó Ramón de Campoamor: La libertad, no consiste en hacer lo que se quiere, sino en hacer lo que se debe. ¿Cómo es posible que se haya dado el descabellado e irracional escándalo mediático -que desgarra-, a nombre de una abstracta e irreal ala ‘albertista’? Impensable instinto de destrucción, que esconde una banal y protagónica ambición personal.

Lo que tiene de plácemes a las delirantes hienas anti-fujimoristas, excitadas desde su torre de marfil, por el intocable y sobreactuado Nobel arequipeño, encantador de serpientes, sembrador de cizaña, que recorre el mundo lanzando especies ofídicas, reclamando como triunfo -con excedida desfachatez-, la victoria de corruptas alimañas -PPK, Humala, Toledo- nominadas por una famélica, lujuriosa y mefítica jauría de opositores.   

Contexto que desnuda los imperdonables conflictos internos del fujimorismo, profundizados por el exaltado Kenji, quién, al precipitar el penoso e impensado proceso de desafuero, festinó su vocación presidencial, cavando -probablemente- su propia “tumba política”. Con virulenta sevicia, acorralado, notificó, mediante intimidante, ‘cainesca’ retahíla -de doble filo-, que será testigo “en los casos que sea necesario”, referidos a los hipotéticos aportes dispuestos por Odebrecht -por interpuesta persona-, a Keiko, como al partido, del que se jaló -vergonzosamente- catorce congresistas.

Ante la crisis por la renuncia de PPK, Keiko declaró frente al improvisado, inhabilitado y sordo Kenji: “Este es un momento para estar unidos, firmes y optimistas, ante los retos que nos esperan”. Atinado, explícito y vivificante llamado a la sindéresis política, que el fujimorismo anhela haya caído en tierra abonada, el cual interpreta el afán por salir del demencial atolladero. Inopinado entrampamiento en que está sumido súbita y tristemente.

De humanos es: censurarse, reñirse, perdonarse.

Enseñó, Miguel de Cervantes: “Un buen arrepentimiento es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma”. Parafraseando a Lincoln, los nombrados, deberían -luego de un mea culpa rectificatorio- proclamar: “No somos enemigos -ni lobos de nosotros mismos-. Somos hermanos inseparables. Nuestra fugaz crispación -en malhadado momento- no tronchó el irrompible lazo afectivo que nos une, ata, articula, fortalece. Qué así sea.

Lima, 04/04/2018

http://articulosmarioariasgomez.blogspot.com.co/

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