Opinion

¿LAS CUCHAS TIENEN RAZÓN?

Simón Arango Noreña

Por: Simón Arango Noreña – Abogado.

La reciente controversia en torno al mural de “Las Cuchas Tienen Razón” ha evidenciado un problema de fondo en nuestra sociedad: El uso político del dolor ajeno, la instrumentalización de las víctimas y la primacía del Estado de hecho sobre el Estado de derecho. Quienes critican su repintado ignoran que lo que se hizo no fue un ataque a las víctimas, sino una reivindicación del espacio público y un llamado a que el arte sea un reflejo de la ciudad y su embellecimiento, no una herramienta de propaganda política, utilizando el dolor ajeno para el proselitismo político de un sector de la sociedad.

El mural en cuestión no solo revictimizaba a quienes han sufrido los estragos del conflicto armado, sino que además promovía una visión parcializada de la justicia, una retórica política y una verdad totalmente tergiversada por aquellos que buscan redito políticos y, aún más, la polarización del país. Una que no es inclusiva ni imparcial, sino que responde a una agenda ideológica específica. La justicia transicional no puede, ni debe, politizarse, debe juzgar por igual a todos los actores que confluyeron en el conflicto, armado, aunque en la realidad podemos evidenciar algo muy distinto. Debe ser una garantía para todos los ciudadanos, independientemente de su pensamiento o filiación política.

El mural de “Las cuchas tienen razón”, fuera de revictimizar a las víctimas, de hacer apología política de izquierda para una agenda en el 2026 con el dolor ajeno y de contar una verdad a medias sin un sustento jurídico o científico, es discriminatorio para otro sector de las victimas que vivieron la atrocidad del conflicto armado. Este mural, refiriéndose, al parecer, a posibles víctimas de desaparición y muerte en el sector de “La Escombrera” en la ciudad de Medellín a cargo del Estado, deja a un lado a víctimas de los CAP (Comando Armados del Pueblo-guerrilla), las FARC-EP, el ELN, Narcotráfico, Paramilitares, etc, actores que en su momento hacían presencia en la Comuna 13 de Medellín y a los cuales también se les endilga cientos de desapariciones y asesinatos. Entonces, ¿las cuchas víctimas del as FARC-EP no tienen razón?, ¿las cuchas víctimas de los CAP no tienen razón? Un mural totalmente discriminatorio y parcializado que busca un solo fin, y es el político, mas no el de la reivindicación de las personas que sufrieron el conflicto armado.

He vivido en carne propia la discriminación por pensar diferente. La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), que debería actuar con neutralidad, tomó una decisión unilateral en mi contra sin justificación válida, la cual fue la Terminación Unilateral del contrato de prestación de servicios, lo que deja en evidencia la politización de la entidad y sus verdaderas intenciones. Aquellos que me critican por repintar el mural, teniendo en cuenta que lo estaba volviendo a su status quo, hacen conmigo exactamente lo mismo que denuncian: CENSURAN mi derecho a expresarme mientras exigen que se respete el suyo. Sin embargo, seguimos firmes en nuestras convicciones, en la lucha por el respeto de las víctimas y su dignidad y por qué no exista presión de lado y lado en contra de la justica.

En un Estado democrático, la libertad de expresión es para todos, no solo para quienes promueven una agenda específica. Si unos tenían derecho a pintar el mural, con ese lema, yo tenía el mismo derecho a repintarlo, y más aún, cuando se estaba reivindicando el espacio público que es de todos, pues, dichas acciones de quienes pintaron dicho mural no contaban con las autorizaciones por parte de las entidades públicas respectivas para realizar, tal como los establece la Ley 1801 de 2016 en su artículo 140. Esto no es un acto de censura, sino una legítima respuesta a una manifestación que, lejos de rendir un homenaje genuino a las víctimas, buscaba capitalizar su dolor con fines políticos.

Las víctimas merecen respeto, no ser usadas como estandartes de campañas ideológicas. Por ello, lejos de atacarlas, la intervención sobre el mural fue un acto de reivindicación de su dignidad, impidiendo que sean convertidas en símbolos de una lucha que no necesariamente las representa.

Es hora de exigir una justicia transicional que no tome partido, que ajusticie por igual a los guerrilleros, pues a la fecha, los únicos avances significativos han sido en contra de nuestras Fuerzas Militares, olvidando que actores como las FARC-EP han sido los grandes criminales en este conflicto; un espacio público que sea realmente de todos y un debate en el que se respeten todas las voces. Solo así construiremos una sociedad verdaderamente justa y democrática.

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