Por: Mario Arias Gómez.
El buen nombre que en el campo educativo goza nacionalmente nuestra amada ¡PENSILVANIA!, en gran parte se debe a la ejemplar tarea de las comunidades de las Hermanas de la Presentación y de los Hermanos Cristianos de La Salle; inmenso, incuantificable legado forjado durante las más de siete décadas en que estuvieron al frente de la Normal de Señoritas y del Colegio Nacional del Oriente de Caldas -respectivamente-, reconocido oficialmente -este último-, gracias al empeño puesto por el insuperable, deificado Hermano Martín.
Comunidad lasallista a la que pertenecieron los renombrados hijos de la tierra, los hermanos: Gonzalo Carlos -preceptor del expresidente Carlos Lleras Restrepo, Florencio Rafael y Estanislao Luis -natilla- rector del Colegio en 1955, poeta de amplia trayectoria y resonancia estética, autor del himno a Pensilvania, expresivo canto de exquisita finura literaria, tributo de admiración al amado terruño, a su gente.
El recién inaugurado Colegio, llevará, como timbre de honor -repito- y homenaje póstumo, el nombre de Estanislao Luis, patrimonio inmaterial y cultural de ¡PENSILVANIA!, quien, junto a los precitados, agrego el nombre de verdaderos prohombres: el hermano Claudio, Gonzalo (Carepalo) y otros más que me haría interminable nombrar; heroicas celebridades que sin excepción, todo lo dieron de sí sin exigir nada a cambio; entrega que con su contagioso, seductor ejemplo, la egida de su insobornable, quijotesca dirección, contribuyeron a forjar, fortalecer el carácter, a crecer espiritual e intelectualmente a sus educandos.
Aprendizaje sin fecha de vencimiento, que inspira, suscita estas agradecidas, emotivas palabras de GRATITUD, expresa retribución en esta memorable nueva aurora, nuevo amanecer de nuestro perenne Colegio que hace 79 años, graduó en 1954 el primer grupo de bachilleres; ciclo que el pasado jueves, 15 junio, recomenzó con la apertura de la excelente, fantástica, portentosa, sorprendente nueva sede, que le da continuidad a la palpitante huella de nuestro templo del saber, alma y nervio, corazón del progreso de nuestra amada ¡PENSILVANIA!.
Semilla plantada, fertilizada -no me canso de repetirlo- por la denodada, épica, invencible, sobrehumana tarea adelantada por la comunidad de La Salle, cuyos cuatro primeros miembros se instalaron en un local en la actual plaza, mudándose al antiguo Colegio San José, que dio paso al moderno edificio donde funciona el Hotel Pensilvania, morada espiritual, refugio intelectual que nos acogió de jóvenes, cuyos actuales, enfebrecidos regentes -con amplio prestigio académico y auténtica voluntad de servicio- siguen amasando, moldeando -como lo hicieron con nosotros- el primitivo barro, hechura de múltiples generaciones, en el marco de valores morales, éticos, estéticos, perpetuos, imperecederos.
Aprendizajes al servicio del buen nombre de nuestra entrañable, exaltada, querida patria chica, para la que vivo, cuya memoria es parte imprescindible, integral, afectiva de mi existencia, como los dilectísimos condiscípulos, incluidos los ya idos, a los que desde esta tribuna rindo sentido tributo, humedecido por las lágrimas, deposito en su tumba una flor blanca, un fraterno, póstumo, imaginario abrazo recordatorio, manera de expresarles que continúan vivos en la memoria colectiva de los compañeros.
Conmemoración, memento extendidos a nuestro desaparecido -después de 62 años- viejo cascarón colegial construido entre 1953 y 1956, herencia del general Gustavo Rojas Pinilla, ‘Gurropín’ y del exministro de Educación, Antonio Álvarez Restrepo, dirigido hasta 1971 por los insobornables Hermanos de La Salle; testimonial evocación, unida a la misional obra, a los logros alcanzados a lo largo de su historia, de la que dejo expresa constancia en el presente deshilvanado escrito.
Cantera desde la que ininterrumpidamente salen centenares de alumnos a poblar las universidades de país y del exterior, en busca de completar la formación, de los cuales -la mayoría- hoy son acreditados, exitosos profesionales en todas las ramas del conocimiento, pléyade que constituye el capital humano, la heredad intelectual, ética y moral de nuestra querida ¡PENSILVANIA!, soporte de su ascenso, avance.
Tanto que, un estudio del Padre Lebret, de 1960, incluyó como el municipio con el menor índice de analfabetismo (4%) entre más de 1.000 municipios evaluados. A nivel nacional hoy ocupa el segundo lugar. Después de un análisis riguroso con indicadores de gestión altamente exigentes, la Escuela Superior de Administración Pública, proclamó a ¡PENSILVANIA! en el 2003, como uno de los municipios Modelo, que acreditó la mayor tasa de crecimiento, desarrollo económico y social -en su rango-, entre los municipios de Colombia.
Colegio Nacional de Oriente, que pasó a llamarse: Instituto de Bachillerato Oriente de Caldas IBOC; luego Institución Educativa PENSILVANIA. En 1978 se fundó el Politécnico, que ocupó la misma vieja, derruida estructura, que dio paso al Instituto de Educación Superior, Colegio Integrado Nacional Oriente de Caldas (IES Cinoc) que ofrece carreras técnicas y tecnologías. El I.E. PENSILVANIA, debió abandonar las viejas instalaciones, para hacinarse en la escuela Boyacá.
Historial de la intensa, redefinida misión educativa, que no es más que una alambicada, elocuente mezcla de saboreada nostalgia, de un orgulloso, incorruptible pasado que mira sin miedo el futuro y el rol que le espera como centro educativo del Oriente de Caldas, labor que seguirá desarrollando, lo cual intenta visibilizar el presente escrito, a nombre de las agradecidas, pudorosas generaciones, espiritualmente omnipresentes en esta egregia, honrosa, refulgente efeméride inaugural, en la que a la vez, aunados, se respira se respira el pasado el presente, el más allá.
Loor a las devotas, dinámicas, entusiastas directivas de ayer, de hoy y futuras, faros, vigías todas que de consuno recibieron -con sentido de pertenencia- la antorcha del saber, que llevaron, llevan elogiosamente en alto, sumando cada una su aporte, balance, al comunal, relevante legado de la tradición, cuyo esfuerzo de Sísifo, les pide cada vez empezar de nuevo, mantener encendida la mecha que despierta, forja, impulsa la nueva quimera cultural, educativa; incita a abrir otras brechas, otros horizontes, que florezcan en los 420 alumnos actuales que, con armónico, genuino anhelo de superación, buscan -con huracanada fuerza- labrarse su futuro, que es el futuro de ¡PENSILVANIA!. Qué duda cabe.
Con la esquiva dulzura de la GRATITUD, asumo sin artificios la sincera representación de las indistintas generaciones y las de relevo, las por venir, para izar a su nombre dicha bandera, como caluroso tributo de admiración y agradecimiento a los eruditos, inefables, incomparables, sacrificados tutores de ayer, de hoy y de mañana, manera de sublimizar su encomiable entrega, tarea, sin sosiego, que busca educar, formar las reservas juveniles de la insuperable ¡PENSILVANIA!; homenaje extendido a las directivas mutantes que, en su aleccionador, profesional, profundo ejercicio profesional, todo lo han puesto de sí, inspirados -seguramente- en la sabia reflexión de León Tolstoi. «El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere sino querer siempre lo que se hace«.
Reconocimiento ampliado a las directivas de la Fundación Piamonte: al presidente del Consejo Directivo, Gerardo Aristizábal A. a Alfonso Ramírez G. su Representante legal, por su cívica, dilatada, ferviente, desinteresada, meticulosa gestión, sistemáticamente articulada a las autoridades civiles, educativas, religiosas y sociales, a las fuerzas vivas, en favor del desarrollo sociocultural de la amada tierra, copartícipes, impulsores, patrocinadores de esta jornada de indefectible GRATITUD, sentida por toda la comunidad de educandos.
Decía -para terminar-: García Márquez: ‘Olvidar es fácil para quien tiene memoria, pero muy difícil para quien tiene corazón’. Decir adiós es morir un poco, ruego, por tanto, amables lectores, paisanos, permitidme decirles un hasta pronto.
Junio 17 de 2023.