Opinion

La Dorada, un centenario agridulce

Por: El Dani.

En el trasegar de mi vida siempre me he preguntado qué tiene esta tierra calurosa y hermosa que una vez pisas su suelo quedas embrujado, te enamoras profundamente y haces un pacto hasta la eternidad. Esa misma incógnita creo que la debió tener mi abuelo cuando llegó en los años 1950 a esta fecunda tierra donde se quedó hasta el lecho de su muerte. Oriundo del Socorro Santander, arribó como muchos de sus habitantes en su génesis de doradense, en busca de oportunidades.

Sin embargo, no todo es color rosa y este no es un escrito romántico de Shakespeare, Pombo o Isaacs, entre otros literarios. Desde el origen del primer asentamiento, donde fecunda la historia con Antonio Acosta, hasta donde La Dorada obtiene su categoría como Municipio del Departamento de Caldas el 23 de abril de 1943 mediante ordenanza No 43 de la Asamblea Departamental, se parte de conceptos claros de este territorio como lo son su ubicación geoestratégica, su conexión especial con el Rio Magdalena y la calidad y capacidad productiva de sus terrenos. El crecimiento orgánico de este municipio en su parte urbana se ha dado, como bien sabemos, sobre la margen del Rio Magdalena y en lo que son terrenos de este gran afluente, con una carencia de ordenamiento territorial y en contexto de zonas de riesgo.

Con el pasar de los años esta ciudad se convirtió en la segunda más importante del departamento de Caldas, después de su capital Manizales; para los años 60 a 80, la capacidad productiva agrícola y pecuaria era admirable, productos como algodón, maíz, millo, plátano, pastos, entre otros cultivos promisorios, originados en minifundios y con un campesinado pujante, forjaba de esta zona una potencia del sector primario. Después de los años 80 y la llegada de los 90, el ingreso de grandes mineros a la zona, causó un fenómeno que hizo pasar de minifundios a grandes latifundios, y algunos de estos pasarían a manos de grandes narcos de esa época, lo anterior cambió el sistema productivo, dejando la parte agrícola y potenciando la vocación pecuaria donde la ganadería de forma exitosa toma relevancia. Grandes extensiones se dedican a esta práctica y en parte, de allí se deriva el concepto “Reina Ganadera”. A la historia se suma un contexto de grupos al margen de la ley, que no cito en el presente pero que, de forma alguna influyeron en muchos aspectos durante ciertas épocas.

Desde 1988 cuando se permitió votar por primera vez a elecciones regionales (Justo Capera Caicedo, primer alcalde por voto popular en La Dorada), y hasta la fecha, los programas de gobierno han sostenido el mismo discurso para el desarrollo de la ciudad pero, el avance para un territorio con tantas oportunidades, ha sido lento y deficiente.

Clanes, fanatismos políticos y politiquería no han permitido el avance del municipio, alcaldes que han tenido aciertos, otros que han pasado desapercibidos, planes de desarrollo que no obedecen a la realidad y que tampoco los cumplen a cabalidad, pasan sin pena ni gloria. Celebramos cien años orgullosos de pertenecer a un territorio acogedor pero, el cual se encuentra estancado, sin mayores oportunidades, un centenario de una ciudad con desempleo, problemas de seguridad, deficiencias en salud, educación, saneamiento básico, infraestructura vial, tecnología, carencias en programas sociales y una decadencia e improductividad en el sector agropecuario.

La Dorada, localidad con gran potencial y oportunidades que no pueden seguir pasando desapercibidas o en discursos politiqueros, los ciudadanos deben acoger y manifestar el sentido de pertenencia eligiendo bien y exigiendo a los elegidos. Todos somos parte de esta empresa llamada municipio y es nuestra responsabilidad. Generaciones futuras no pueden llegar a celebrar más fechas sin un norte, sin desarrollo territorial, no se puede celebrar otro centenario agridulce.

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