Opinion

¿Por qué hablar de violencia contra la mujer si cualquier persona puede sufrir violencia?

Es importante entender las razones por las que hablamos de este tipo de violencia, porque justamente en ellas radica la posibilidad de avanzar hacia la erradicación de la misma, siendo, la razón principal, el hecho que las mujeres recibimos violencia por el simple hecho de ser mujeres, y antes que se les ocurra preguntar si los hombres no la sufren, me adelanto a responderles que, si lo hacen, pero por causas diferentes a su género y a las que sufrimos nosotras. Esto tampoco quiere decir que la violencia hacia la mujer es más importante que la de los hombres, quiere decir, que alzamos la voz, para ratificar que ambas violencias tienen trasfondos distintos y, por lo tanto, necesitan ser abordados de manera diferente. Sin embargo, en todos los casos, la violencia es reprochable.

La violencia contra la mujer sigue siendo justificada en muchas ocasiones y en otras, es invisibilizada, esto tampoco quiere decir que todos los hombres la ejerzan, pero si significa que todas las mujeres hemos padecido violencia, en alguna de sus presentaciones, así que en ningún momento hablar de este tema representa un ataque a los hombres sino una muestra de lo vulnerables que somos las mujeres solo por haber nacido siendo mujeres.

Afortunadamente, en las últimas décadas Colombia ha alcanzado importantes conquistas en relación a la promoción de la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, pero aún hay brechas por reducir. Por ejemplo, la participación política ha aumentado del 6% al 11% en los cargos de elección popular, y del 7% al 21% en las elecciones del Congreso en los últimos 20 años. Sin embargo, seguimos siendo uno de los países de América Latina con la menor representación de las mujeres en la política y eso que somos más de la mitad de la población del país.

En educación, se ha logrado un gran progreso. Las mujeres colombianas tenemos una tasa más alta que los hombres. Pero, ¿adivinen? las mujeres aún enfrentamos dificultades de acceso al empleo, y cuando entramos al desigual mercado laboral, nos enfrentamos a diferencias salariales, representando altos niveles de informalidad.

Además de lo anterior, no podemos negar que somos víctimas de actos de amenazas, asesinato, torturas, desapariciones, esclavitud sexual, violaciones, abuso sexual, embarazos y abortos forzados. Y esto tiene un agravante y es que como sociedad hemos normalizado, legitimado y perpetuado la violencia machista casi sin darnos cuenta, con frases y actos muy cotidianos. Cuando llamamos loca o exagerada a quien se atreve a contar el abuso que sufrió, cuando seguimos promoviendo los estereotipos de género, el azul es color para hombres y el rosado para las mujeres, cuidar bebés es para las niñas y para los niños son los carros, las mujeres somos débiles y los hombres fuertes, las mujeres deben ser amas de casa y los hombres ingenieros, ellos tienen un alto deseo sexual y las mujeres lo tenemos bajo o nulo, ellos son fríos y estables y nosotras tiernas e intensas. Sumémosle frases como: No pareces lesbiana porque eres demasiado femenina para serlo, mucha loca como llora, es un marimacho, ese debe ser gay porque nunca le hemos visto una novia.

Y para finalizar, la violencia contra la mujer también es alimentada por la idea del falso amor romántico o de Disney, o de Hollywood, ese que nos ha hecho creer que el amor todo lo soporta, que el amor duele, que el amor todo lo perdona, que los celos son muestra de amor y que hay que esperar al príncipe azul. Por eso necesitamos reformar las leyes y políticas discriminatorias, transformar las normas sociales que discriminan y los estereotipos de género, eliminar la violencia de género, garantizar a todos y todas el disfrute pleno y saludable de la sexualidad, promover y facilitar la participación equitativa de mujeres.

* Por: Juanita Espeleta – Socióloga con trayectoria en trabajo comunitario, social y cultural en comunidades en condición de vulnerabilidad.

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