Opinion

LA AMENAZA DE LAS NOTICIAS FALSAS

Por: Wilder Escobar – Ingeniero industrial; Especialista en Finanzas Públicas; Especialista en Administración en Salud; Magister en Desarrollo Regional y Planificación del territorio y Candidato a Magister en administración pública.

En los últimos años, la vida nos ha hecho consientes del poder de la comunicación que se alimenta a diario en los medios masivos, pero sobre todo en nuestra mente como consumidores. Al estar al alcance de todos, la falta de administración de la información ha ocasionado que la desinformación sea la protagonista, generando contradicciones, errores en teorías, odios y hasta guerras, abriendo paso a la manipulación por diversos intereses personales, y llevándonos a ver una realidad que en muchas ocasiones es falsa.

Lamentablemente los principios de seriedad, imparcialidad y objetividad se han ido perdiendo para algunos profesionales que lideran el contenido en Colombia, que en muchas oportunidades se ve opacada por la competencia de tener la primicia de una noticia o datos importantes que otros medios de comunicación no tengan, debido a su afán mediático que genera un sin número de errores por no confirmar o corroboran las fuentes correctas. Qué bueno sería volver a regular la entrega de noticias, seleccionar, relatar, editar y difundir lo correcto, y no lo que le conviene a unos pocos.

Actualmente, los dispositivos como la telefonía celular y el internet han tomado cada día mayor fuerza. Somos parte del 45 % de la población mundial que se encuentra conectado en redes sociales, observando el acontecer diario. Además, estas herramientas móviles son un recurso valioso para la educación ayudando a desarrollar la creatividad y la motivación que ofrece la internet para un adecuado acceso a la información.

En este entorno de libertad, la información parece indomable, incontrolable, son varias las lecturas de los hechos y diferentes entre ellas, tanto como las intenciones de llevarnos a todos a creer o pensar una cosa y no otra. De repente, se encuentran nuevas formas de interpretar los hechos y de entender la información como algo social y político; populismo, autoritarismo, fanatismo, publicidad, las luchas sociales, la diversidad y la protección de derechos. Todo a la vez llega directamente a todos nosotros sin control. El poder de la información ya no está en los medios de información, sino en el público que difunde, viraliza y muestra el centro del interés. La información está al servicio de lo que inquieta a las mayorías y no ya de quien decide qué noticia va.

Pero, ¿qué pasa cuando casi la mitad de la población encuentra, habla y difunde información al tiempo sin seleccionar o verificar que lo que se dice sea cierto? Creo que todos conocemos el efecto del teléfono roto. También conocemos el ruido. Hoy conocemos un gravísimo efecto de la sobreinformación en el contexto de la pandemia por Covid-19. Las personas que han fallecido por esta enfermedad sin haber creído en ella o que se han enfermado con supuestas curas milagrosas. A este mal lo han llamado “infodemia”, una epidemia de información sin control que daña y es una amenaza. Hoy, quizás, son más difundidos mitos que verdades y son leídos justamente como lo que no son: La verdad. Y luego, también nos encontramos de frente con la libertad de expresarnos amenazada por la irresponsabilidad, la intolerancia y el abuso, el odio y la manipulación de información.

Es responsabilidad de todos tener una conciencia plena de las noticias que compartimos, las cadenas que recibimos y no usar los medios como una herramienta para dañar a otros. Conocer todos los canales donde entra y sale la información, los intereses y creencias de aquellos a quienes leemos. También hay una responsabilidad de los medios de adaptarse a esta sociedad virtual y estructurar la información, como un verificador de lo real. Porque la desinformación es un efecto exceso de información no estructurada, de noticias falsas, pero también de un problema de lectura de las fuentes y de verificación. La invitación es a informarnos y a participar de este dinamismo, y también a leer, pero saber leer y comprender.   

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