Opinion

EL MENSAJE DE LOS OLIMPICOS

Por: Juana Carolina Londoño – Abogada especialista en derecho comercial y legislación financiera y gerencia de entidades territoriales. Trabajó como asesora jurídica del Instituto de Seguros Sociales, Central de Inversiones S. A., concejal de Manizales, representante a la Cámara, presidente de Fiducoldex y actualmente empresaria: Londoño Asociados.

En medio de esa coyuntura social, económica y anímica tan difícil que estamos atravesando como país, aparece un paréntesis que nos reconcilia con el futuro, que nos deja entrever las posibilidades infinitas de una generación llena de imaginación, disciplina, fuerza, coraje y mucho amor por Colombia. Me refiero a los 70 jóvenes que nos representan en los Juegos Olímpicos de Tokio.

Es emocionante ver cómo esos muchachos dan la pelea a países en donde los deportistas seguramente no tiene que sortear las vicisitudes, las carencias y los obstáculos que deben sortear los deportistas en Colombia. Es emocionante descubrir esos territorios olvidados que son capaces de gestar luchadores que nos despiertan tanta admiración y orgullo.

En las biografías de esos guerreros sonrientes afloran lugares como Isla Fuerte, Apartadó, Maicao, Combita, Maní, Turbo, San Pedro de Urabá, Granada, Chigorodó, Yumbo o Villavicencio; entre otros muchos sitios que posiblemente pocos colombianos han visitado y que sin embargo nos llenan hoy de orgullo, de patriotismo, de sentido de país, de ternura o de una emoción irrefrenable en donde el sentido de pertenencia y el nacionalismo constructivo afloran con orgullo y alegría incontenible. Estos días en donde hemos sido testigos de los esfuerzos, de las luchas, de las alegrías y de las lagrimas de estos jóvenes, hemos vuelto a vislumbrar esa Colombia que perdimos de vista por un rato en los últimos meses. Una Colombia que sabe superar adversidades, que sabe batallar, que sabe ponerse de pie una y otra vez, que sabe enfrentar las situaciones más adversas de la vida con entereza y dignidad, y sobretodo, que encuentra la alegría, el ritmo, el optimismo y la sonrisa en medio de las circunstancias más desfavorables. Esa es la Colombia de la que nos sentimos parte. Esa es la Colombia con la que nos debemos reencontrar. Una Colombia optimista, luchadora, solidaria y digna, que sabe que el futuro depende de las madrugadas, del esfuerzo, de la disciplina, del coraje y de tener claro de donde venimos y para donde vamos.

Como mujer me enorgullece ver la representación femenina en estos juegos. Mujeres que saben la responsabilidad que llevan en sus hombros y la asumen y la ejercen con alegría y una ternura que no pueden dejar nunca de lado. Esas mujeres me emocionan porque esa fuerza y ese compromiso que muestran en sus deportes es la misma fuerza y el mismo compromiso que he descubierto en miles y miles de mujeres que sacan la misma entereza a diario para impulsar a sus familias adelante. Esa mirada invencible, esa abnegación para hacer lo que toca hacer y esa voluntad inquebrantable para cumplir lo que se han propuesto, es algo que verificamos a diario en las calles, en los campos, en las aulas escolares, en los hospitales y en tantos otros lugares en donde las mujeres muestran lo que son capaces de hacer.

Estos juegos olímpicos eran el llamado de esperanza que necesitábamos sentir para asumir de nuevo nuestro destino como nos lo están mostrando estos jóvenes. Les pido que entendamos el mensaje y lo incorporemos de nuevo a nuestra vida diaria. Ellos nos están diciendo que ese es el camino. Nos están recordando con sus zancadas, sus pedaleadas y con sus músculos crispados que ese ha sido siempre el camino. Oigámoslos, retomemos nuevamente el rumbo, y comencemos a recorrerlo juntos de nuevo.   

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