Opinion

¡Es mejor prevenir que curar!

23 octubre 2019

Por: Mario Arias Gómez

A cuatro días de las elecciones territoriales, Bogotá, sigue siendo el fortín codiciado por los aspirantes en 2022, al ‘Solio de Bolívar’, dado el apetecible potencial, de 5’846.423 de electores (ajustable para entonces), seguido de Antioquia, 4’867.105; Valle, 3’580.773 y, por debajo de dos millones, Cundinamarca, Atlántico, Santander, Bolívar, en su orden, por lo que no es descabellado afirmar que, lo que políticamente la capital decida, influye, predispone el futuro nacional. El creciente voto en blanco que recogen las encuestas en Bogotá, circunda dramáticamente a Galán y Claudia, empatados técnicamente, estimado el margen de error.

Al repasar las elecciones pasadas, que ungieron a los menos malos a cambio de ‘lo peor’: en Bogotá, a un vendedor de buses y, en el país, a un digitado, manipulado sub-presidente, aprendiz de estadista, ambos -dicho sin ambages- judas de las mayorías, cuyas letales, irreparables gestiones, y los efectos los pagamos los colombianos, quedándonos ‘con el pecado y sin el género’.

Se dice:  ‘Hombre precavido vale por dos» que, en el caso en comento, obliga -por sobretodo- evitar decidir mal, razón del cúmulo de lamentos, contriciones acumuladas, alerta nuevamente encendida por lamezuelas, en sus columnas en ‘El Tiempo’ (16/10/2019): la del endiosado, insufrible comediante, Gómez Méndez, coequipero de “Teodora Bolívar” (Piedad Córdoba), como el ‘señor del elefante’, su Fiscal -por él ternado- “sepulturero del proceso 8.000”, diablo haciendo hostias que aparenta lo que no es, ni puede ser.

Oportunista que, con aburrida, calculada, meliflua, trasnochada retórica, anunció urbi et orbi, que votaría -que no suma, resta- por el presumido petimetre, autoproclamado “independiente”, “por su sólida formación política, experiencia administrativa, compromiso con la ciudad, porque no lanzó su candidatura por ‘carambola’, ni como premio de consolación, frente al fracaso en aspiraciones de otro orden” -gratuita pedrada a la competidora-, agrega: “Conoce la política, la ciudad, la gente. No tiene compromisos partidistas”, sugiriéndole ‘moderar su discurso ‘anti-político’.

Engatusador, embustero ‘independientismo’, que no desvanece la verdad sabida, de ¡ser uno más de los mismos con las mismas!, como reseñó Gaitán (1940); ni atenúa -tampoco- su sumisa, eterna dependencia de Vargas Lleras. Prosigue el lameladrillos -sin rubor-: “Los ataques de baja catadura, no lo rozan”. “Su estatura moral está fuera de toda duda”. Olvidó que «en casa del ahorcado no se menciona la soga», tomado en cuenta que, hasta ahora, no explica, ni rinde cuentas sobre los miles de miles de millones de pesos desplumados al Estado, calladamente transferidos al ‘Mascarón de proa’ familiar.

Zalemas equiparables a las de la cursi, antipática, Florence Thomas, que igual ofició su pestilente bufonada, a su alma gemela: “Claudia afortunadamente no es una santa, ni feminista (¡nadie es perfecto!)”, se exaspera ante los lugares comunes tradicionales de la femineidad”. “Si fuera hombre”, duda que aclara al enaltecer a su pareja, “Angélica Lozano”,primera dama”, ¿quién no vota por Claudita?!”. Su “carácter la hace saltar la chispa” que la inmuniza contra los “tiburones machos de la política para que no la devoren”. Concluye: Colombia necesita personas de su condición, que “con toda seguridad tendrá un impacto ´multiplicador’ para jovencitas (inermes) de bajos estratos que, conociendo su ´debilidad’, entenderán que es posible -para ellas- ser alcaldesas y, por qué no -válgame Dios- presidentas”.

Hastiados de tan antiética verborrea, podredumbre -política, administrativa-, caldeado, polarizado ambiente, el voto en blanco se convierte en imperativo moral, a disposición del ciudadano de bien, en un contexto de inconformismo, disentimiento, desahogo, rechazo a la susodicha parodia que, de resultar triunfante, impone repetir las elecciones con otros nombres, salidos, no de roscas, ni del nepótico, fatuo movimiento -premeditada, provechosamente- de luto aún; empeñado imperdonablemente -cual sanguijuelas- en desangrar los recursos pertenecientes al resignado, hambriento pueblo -cuyas penurias duelen-, fundamento del eco alcanzado por el ‘voto en blanco’, que de arrollar, marcaría un hito -indudable- en la historia electoral y democrática del país.

No perpetraré -ante el evidente hartazgo- el abuso de inducir, sugerir por quien votar, cada quien que lo haga -ahora que se puede aún- por el candidato de sus preferencias. Encarezco, modestamente, no botar el voto, cumplir con la democracia, defender la libertad de expresión; la igualdad de oportunidades; el interés público, bien común, sea cual sea la ideología del votante- lejos de torvos provechos que en nuestra martirizada patria, suelen prevalecer, sin caer en la estéril tentación de optar por el mal menor, atendiendo las enconadas, irracionales,  sectarias censuras, reprobaciones de las genuflexas ‘barras bravas’, apéndices del vitalicio ‘napoleoncito’, que presupone está por encima de la ley.

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