Por: Mario Arias Gómez.
Noticia que trascendió al mundo, copó las primeras páginas de los diarios y saturó las redes sociales, hinchó el enfermizo ego del pretendiente a ‘héroe’ de la patria, exposición opacada por la encuesta de INVAMER de esta semana, referida a las elecciones regionales del próximo 29 de octubre, la cual reveló que la inseguridad -tsunami criminal que azota al país-, es la gran preocupación de los colombianos, al alcanzar máximos históricos, violencia que contaminó al vecindario, considerada al unísono por los habitantes de las cinco más importantes y pobladas ciudades: Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga, tenida como el más grave, mayor problema que deberá afrontar los futuros mandatarios.
Asfixiante rompecabezas, Inocultable realidad que espera a alcaldes y gobernadores que resulten elegidos. La movilidad aparece como segundo problema. El empleo, el tercero. Los servicios públicos -especialmente en la costa norte- el cuarto, problemas que baten todos los récords, escalados negativamente, destendidos por los actuales paquidérmicos gobernantes, los cuales, igual que el cambio climático, se mantienen en el tiempo, extensibles al resto de la nación.
Entre las causas de muertes violentas, los homicidios ocupan el primer lugar. En el primer trimestre del año, Medicina Legal, reportó 6.647 -un promedio de 73 diarias en todo el territorio nacional, entre ellos, 33 líderes sociales y defensores de derechos humanos -registro de Human Rights Watch (HRW). A julio de 2023, fueron 97 los líderes sociales asesinados -cifra de Indepaz-. La región del Pacífico -Nariño, Cauca, Valle del Cauca y Chocó-, donde operan el ELN, las disidencias de las FARC, el Clan del Golfo y las bandas criminales, se dieron los antedichos asesinatos.
El resto en Antioquia, Bolívar, César, Magdalena, Sucre, Arauca, Atlántico, Boyacá, Caldas, Caquetá, La Guajira, Norte de Santander, Putumayo y Santander. Entre ellos se encuentran -además- líderes afrodescendientes, comunitarios y juveniles, campesinos, indígenas, miembros de la comunidad LGBTIQ+ y funcionarios de la Defensoría del Pueblo.
La percepción de la ciudadanía, es que la inseguridad como la extorsión están desbordadas, crecen exponencialmente mientras las imperturbables autoridades duermen, especialmente la Fiscalía que las asume con una imperdonable, inaceptable, inusitada dejadez, incuria, que las hace aparecer como cómplice, aliada de la delincuencia, ocupada -como permanece- en otros menesteres, en defender a dentelladas el multibillonario presupuesto, a costa del desbalance ídem de la rama judicial, tomado en cuenta que los recursos a ella asignados, equivalen a más de la mitad del rubro total de la justicia, algo inentendible al considerarse que es apenas uno de los componentes.
Todo, producto de haberle confiado -en mala hora- la entidad, al abominable, cantinflesco, endiosado, improvisado, Francisco Barbosa; un ídolo de barro, con doble moral y un alto nivel de incompetencia, que debiera estar por encima de toda sospecha, endosado al país -para desgracia-, por su parigual compañero de pupitre en la universidad, el incapaz e inepto Iván Duque. Baboso, omnipresente, prosaico burócrata que se considera la última Coca-Cola del desierto. Medianía que se autocalifica -sin rubor y para risa-, como ‘el más preparado sujeto de ´MÍ’ generación”.
Se juzga asimismo omnímodo, omnipotente, Intocable, quien burocratizó, politizó, desprestigió -a más no poder- la Fiscalía, que convirtió en su coto de caza privado, con una planta de más de 23.000 amanuenses, que maneja caprichosamente, hace y deshace como le viene en gana; despilfarra indolentemente los recursos -materiales y humanos- en tareas ajenas a la función misional, como asignar una camioneta blindada con escoltas, para que saquen a pasear, a mear sus mascotas; dispone de un sinnúmero de guardaespaldas para que resguarden la esposa, hija y consanguíneos en actividades privadas; utiliza el jet oficial para los disfrazados viajes de placer, como el recordado paseo inaugural a San Andrés -con esposa e hija aduciendo ser un muy buen padre y esposo, en compañía de su doble, el inescrupuloso excontralor, Felipillo Córdoba -de ingrata recordación- con el que intercambió cargos ejecutivos para sus esposas, Walfa Téllez y Marcela Yepes -la ‘viuda negra’-.
Prevaricador uso, ahora en campaña política, antesala del final del estéril mandato, que no tiene más qué mostrar que los susodichos abusos, atropellos, extralimitaciones de función, gestión -para el olvido- en que las investigaciones no avanzan, ni son resueltas; cubiertas en un 93 % por el polvo de la impunidad, convalidando el título de “mejor Fiscal del mundo”. Anárquico, insolente, irreverente, locuaz cometido, en que se soslayó la corrupción, primó la indiferencia, ante la anuencia de la ciega y sorda CSJ, que no percibe el daño -irreparable- causado por el jumento de marras a la justicia, y el calculado aplauso del innombrable, que ejercita, valida la selectiva política del amedrentamiento, en cuerpo ajeno: ‘para mis amigos, todo, para mis enemigos, la ley’.
La ejemplifica el proceso -que inverna- contra la exministra Karen Abudinen, copartícipe -por imprevisión- en el cuantioso robo de los $70.000 millones del internet de los niños del campo, sin que se montara el infame y mezquino show mediático, como el adelantado contra Nicolás Petro -el ‘hijo del ejecutivo’-; tampoco se dio con el insólito retiro, el lunes 6 de septiembre/2021-en la oscuridad de la noche donde florece el delito- de cinco maletas con elementos resguardados en una subsede (sellada) de la Fiscalía, por la imperial esposa del deslenguado Fiscal; irregularidad fotografiada, registrada y reportada por Jonathan Prieto Fonseca -auxiliar de la Dirección de Protección y Asistencia-.
Subalterno al que extraña, sorpresivamente le cayó del cielo una impensada promoción -resolución del 4 de febrero de 2022-, previa la suscripción de un “acuerdo de confidencialidad” que lo “comprometió a no revelar, divulgar, reproducir, exhibir, publicar, comunicar, utilizar y/o emplear la INFORMACIÓN que por cualquier medio reciba, o tenga acceso, o tenga conocimiento”. Blanco es…
Inmoral acto de otro mediocre ‘Bobo vivo’, otro hazmerreir inventado por Iván Duque, como consejero de Derechos Humanos, donde manipuló las cifras sobre los asesinatos de líderes sociales, a efecto de probar la reducción ‘significativa’ de los homicidios. Inconsistente quimera -para la exportación- desmentida rotundamente.
Viveza que lo calificó para saltar a la Fiscalía donde acaba de montar la parodia del asesinato planeado por el ELN, amplificada por la ajada vicefiscal -con escoba-, quien, suelta de huesos, saturó hasta la coronilla a la opinión, sin prueba tangible; sainete que este malpensado, escéptico escriba -común y silvestre- no cree, dado el pasado del comediante en cuestión -falto de grandeza e imparcialidad- rumbo hacia el ocaso, el olvido, el ostracismo.
Imaginaria tramoya adjudicada al consabido, incurable, compulsivo afán exhibicionista, de notoriedad del malabarista en comento, empeñado en dinamitar el diálogo con el ELN, nada anormal en quien probadamente ha utilizado la Fiscalía como martillo contra el presidente Petro, al que odia y maltrata, atropella la dignidad, la majestad presidencial, contrastada con la arrodillada, genuflexa, pródiga docilidad ante sus exaltados mentores -Duque y Uribe-.
Conjeturas, dimes y diretes que el apócrifo complot despertó, difundido por sus ayayeros, sin que aparezcan las evidencias del movimiento -ni su retención- de los 3.000 millones de pesos movilizados para perpetrar el execrable crimen. Ridícula payasada que incitó la indignada queja contra Petro -del cobardón, lacrimoso ‘candidato a embalsamado’- que fingidamente no corrió -faltaba más- a condolerlo, palmotearlo, sobarlo, solaparlo, tranquilizarlo.
Bogotá, D.C. 02 de septiembre de 2023
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