Opinion

MENOS ESPECTÁCULO Y MÁS PROFUNDIDAD *

En los tiempos de crisis y confusión hay que apelar a los valores que nos inculcaron durante el periodo de formación de nuestras vidas. Esos valores que respiramos a través de las palabras cariñosas pero firmes de nuestros abuelos, nuestros padres, nuestros tíos, nuestros maestros y en general, nuestros mayores.

La honestidad, el respeto, la responsabilidad, la pulcritud, la perseverancia, el trabajo y el patriotismo, son apenas algunos de esos principios que han perdido vigencia en estas épocas de confusión y que deberíamos rescatar para volver a darle un norte a estas sociedades en donde la vulgaridad y la grosería se han vuelto referentes sociales por el escándalo que produce, sin que a nadie le importe la mala educación que incentivan en los niños y los jóvenes.

No hay sino que escuchar las canciones que triunfan en algunas audiencias para quedar perplejos ante el lenguaje que usan, la forma como se refieren a la mujer, la exaltación de la plata fácil o el irrespeto a la edad, para no mencionar sino apenas algunas de esas expresiones que tararean nuestros niños y que terminan por afectar su forma de interrelacionarse con los demás, confundiéndolos y mostrándoles comportamientos que si se generalizaran seria la vigencia de la barbarie.

No hay también, sino que ver los contenidos que se difunden por todas esas plataformas que los jóvenes transitan a diario en donde frecuentan imágenes inapropiadas, de doble sentido, de cosificación de la persona y de chabacanería barata que hace que estas audiencias malgasten su valioso tiempo de formación viendo cosas que no les aportarán nada para su vida personal o profesional.

Vivimos tiempos de relativismo donde se le da el mismo rango a lo importante y a lo insignificante.

Como bien lo anticipó Mario Vargas Llosa en su obra “la civilización del espectáculo”, la prensa, la literatura, el arte y hasta la política misma se han banalizado de tal forma que ahora triunfan el amarillismo, la mentira, el efectismo y el escándalo, enterrando; como algo pasado de moda, el análisis, la verdad, la sencillez y la mesura.

No puede ser que impere lo light cuando estamos rodeados de problemas reales que afectan millones de vidas concretas y que debemos señalar, analizar y definir con claridad y contundencia.

Hay que salir de esas dinámicas en donde personajes notorios, pero no importantes como los denominados influencers marcan la pauta de la interpretación de la realidad en esas audiencias jóvenes.

Unas audiencias que necesitan aprender a pensar, con seriedad, sin buscar en todo entretenimiento. Ese camino es muy peligroso para formar a quienes algún día no muy lejano tendrán la responsabilidad de conducir todos los ámbitos de nuestras sociedades. Necesitamos jóvenes con capacidad de desentrañar y entender nuestras problemáticas.

El mundo no es el que sale en las pantallas de los celulares. El mundo son esos millones de compatriotas que viven la pobreza, o esos desafíos ambientales que nos desbordan, o la incapacidad de la economía para darle sustento a tantas familias o esas realidades migratorias y políticas que nos circundan y que necesitan una generación formada de jóvenes que le ayuden a nuestras sociedades a abordar esas problemáticas con sensatez, profundidad, realismo, rigor y sentido de solución.

Eso es lo importante, y terminará por afectarnos a todos.

* Por: Juana Carolina Londoño – Abogada especialista en derecho comercial y legislación financiera y gerencia de entidades territoriales. Trabajó como asesora jurídica del Instituto de Seguros Sociales, Central de Inversiones S. A., concejal de Manizales, representante a la Cámara, presidente de Fiducoldex y actualmente empresaria: Londoño Asociados.

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