Opinion

¡Soluciones, no agresiones!

Por: Mario Arias Gómez

18 junio 2018

“La Colombia que soñó”, el ambivalente excomandante ‘Aureliano’, se quedó, en una ilusión, inalcanzable para el proscrito tartufo de ‘Colombia humana’. Dramática e irremediable derrota que, para el impúdico contrincante representa -quien dice tener las ‘manos limpias’, aunque teñidas de sangre-, ocupar el lugar que le tenía asignado a Iván Duque, en el basurero de la historia. ‘El que escupe p’arriba en la cara le cae’. Auspicioso veredicto de las arcas, con el que empieza una nueva etapa para Colombia.

De sus emocionadas y convivientes palabras de agradecimiento, a quienes hicieron posible el triunfo, resalto las de respeto y consideración, con el ácido e indultado exguerrillero, a quien le tendió la mano e invitó a ser copartícipe del irreversible anhelo de paz y unión de los colombianos -vía el diálogo, conciliación, desprendimiento,- arropados en el tricolor y la bandera blanca, símbolos de unidad, requiriéndose grandeza de alma, para dejar atrás la crispación, los resquemos,  hacerle campo a la convivencia, para transformarla en bálsamo cicatrizante de las heridas dejadas por el suceso electoral, que ayude a recuperar la confianza -imperativo moral, inamovible, impostergable e irremplazable-, como reconstruir la patria, en la que quepamos todos.

A la hora de escribir esta nota -8 p. m.-, el narciso y lloroso candidato de los aguacates, reconoció, desganado, la democrática victoria, por ende, la categórica derrota, originadas -como debe ser- en las urnas. Insiste en tender un manto de duda al inmaculado proceso. Sombría intención -anticipo de fracaso-, que arrancó en la consulta, continuó en las parlamentarias, remató en la primera vuelta, propalando la infundada e irresponsable especie de fraude, ‘cocinado’ por el alto gobierno, denuncia -sin pruebas- que posteriormente calló como una ostra. Inaguantable cantaleta, que se prolongará -anunció- por cuatro años.

Encendido canturreo, del que extraigo estos pueriles ejemplos -claro irrespeto a las reglas del juego-: “Se está fraguando un fraude, dado que el software electoral, no ha sido posible revisarlo por la misión de la Unión Europea, sin capacidad técnica para practicarlo”. Falso. Ripostó la Registraduría: “En el país se encuentra una Misión Electoral de Expertos (EEM) de la UE, que ha revisado el software”, sin observación. A la sazón, Iván Duque, le enrostró: Colombia no necesita remedar, ni arreglar los comicios, como los presididos por su íntimo, el finado Chávez, ni su incondicional heredero, orientados a perpetuarse en el poder, con la camarilla de secuaces, plaga que descuadernó, quebró y acabó con la democracia venezolana; democracia que el pueblo, pide -a grito herido- al mundo, concurra a rescatarla.

El triunfante Duque, en referencia a quienes le agraviaron, injuriaron, calumniaron, con saña, con su reconocida magnanimidad, nobleza, les anticipó-: No usaré el ‘espejo retrovisor’, tomaré “el camino de la legalidad, el emprendimiento, la equidad». Al tosco mal perdedor, le ofreció voltear la página, a pesar de la feroz, panfletaria campaña de difamación, descrédito, que adelantó, con el objetivo de dar marcha atrás, a civilizadas formas de emulación política alcanzadas, para retornar conscientemente al país, al uso de reprochables herramientas de manipulación política;  caracterizadas por un artero y sangriento salvajismo, cargado de insultos, mentiras, odio, siembra de cizaña, revanchismo, rumores, que dejaron al descubierto la faz verdadera del inmaduro amigo de Maduro.

Cuya meta, destruir lo construido, perseguir opositores, graduarlos de caciques, de oligarcas explotadores, de enemigos, tal como lo hizo en la amenazante alcaldía, en la que confrontó todas las decisiones judiciales adversas, llenando la plaza de Bolívar, con su despreciable cauda de pregoneros; “lumpen”, pariguales de los ‘círculos bolivarianos’, reverdecidos en esta campaña, que culminó con el rotundo rechazo registrado, que insinúa continuará hasta el 2022. De haber triunfado el engreído, inescrupuloso, incompetente y pusilánime coyote, hubiera espantado a los inversionistas, con sus capitales, impulsados, por aquello que el lobo, aunque se vista de oveja, lobo se queda, lo que hubiera sido sin duda una incitación a la violencia.

Confieso -para terminar- el morboso deseo por verle la cara de amargura, desasosiego -después del estruendoso descalabro- con la que deben estar, los demonizados ‘petristas’, echando -como desahogo- pestes contra el establecimiento, tachado de autócratas, culpables del previsto y merecido desastre. Parafraseando a Everth Castro, repito: “Se los dije, se los advertí, se los recomendé, se los aconsejé”, pero… como dice el refrán: “El que come tierra carga su terrón”. Ilusos, todavía a la espera, que Colombia arda, para construir sobre las cenizas su imperio.

Como dijo Julio Cesar, cruzando el Rubicón, “Alea iacta est” (la suerte está echada).

Consummātum est.

Las protectoras hadas madrinas tuvieron a Colombia de su mano.

Bogotá, D. C. 18 de junio de 2018

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