Por: Mario Arias Gómez.
El 1° de enero de 1824, Bolívar cayó gravemente enfermo en Pativilca (Perú). En marzo desembarcaron en Trujillo tropas frescas al mando del general de brigada José María Córdova Muñoz, el más destacado general -a los 29 años- antioqueño, decisivo, sinónimo de patriotismo, heroísmo, valentía. un símbolo de la historia de la emancipación de Colombia como de América del Sur. Su vida, marcada por la causa patriota, libertaria. Su liderazgo en el campo de batalla lo convirtieron en un emblema de acción, de lucha por la libertad, cuyo rol en la batalla de Ayacucho fue categórico, determinante, mereciéndole ser ascendido en el mismo campo de batalla a general de división, y declarado ‘Héroe de Ayacucho’, honorífico título con el que lo reconoce la historia.
Su legado -a pesar de las controversias que lo rodearon y su abrupto, impactante, trágico final- sigue inspirando a las nuevas generaciones de colombianos.
Bolívar, a las puertas del Cuzco con sus tropas, el 7 de octubre de 1824 entregó el mando al general Sucre, mientras se retiraba a Lima en busca de recabar recursos para la guerra y recibir la nueva división de 4.000 hombres colombianos enviada por Francisco de Paula Santander, la cual solo llegó después de la gesta de Ayacucho.
Las tropas del virrey La Serna, a través de maniobras de marchas y contramarchas, intentaron cortar la retaguardia de Sucre, ocasionándole importantes bajas y la pérdida de buena parte del parque como de la artillería. Sucre, a pesar de ello, con su estado mayor, logró mantener en alto la moral como la cohesión de la tropa. Los realistas consumieron gran parte de sus recursos logísticos sin conseguir cortar las líneas del ejército patriota. Ubicados los realistas en las alturas del cerro Condorcunca (‘cuello de cóndor’ en quechua), los patriotas, a la espera de los refuerzos colombianos, lo que instó a los realistas a atacarlos.
Ejército (realista) compuesto por soldados del Alto y Bajo Perú, en su mayoría indios, mestizos y criollos blancos. El ejército patriota en sus tres cuartas partes lo conformaban colombianos, menos de una cuarta, por peruanos y el resto, una escasa fracción de chilenos y porteños.
Sucre, antes del inicio de la batalla, arengó a sus tropas con este pregón: «¡Soldados!, de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur; otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia. ¡Soldados!: ¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar, Salvador del Perú!”.
No hay por qué desfigurar la historia, la realidad de la batalla de Ayacucho, fue un combate civil entre dos bandos, configurado -cada uno- por allegados, al punto que el día de la batalla -8 de la mañana del 9 de diciembre- el general español, Juan Antonio Monet se adelantó a las posiciones patriotas y le propuso a su parigual Córdova que, dado que “en ambos ejércitos había jefes y oficiales ligados por amistad o parentesco”, “darse un abrazo antes de rompernos la crisma”. Con la autorización de Sucre, los oficiales se “saludarse caballerosamente”.
Iniciad el combate, Sucre observó que los realistas se encontraban en una pendiente, desventajosa que imposibilitaba el descenso seguro del cerro donde acampaban. El realista Canterac «de modo temerario, improvisado se arrojó al ataque«, siendo destrozada su unidad y él muerto por su osadía, causada por la caballería al mando del General Córdova, reforzadas por la división de Miller, los Húsares de Junín y Granaderos de los Andes, junto a al regimiento número uno del Perú.
Antes del ataque, el general, José María Córdova lanzó esta famosa proclama: «División, armas a discreción, de frente, paso de vencedores«.
La caballería realista al mando de Ferraz bajaba a pie llevando de la brida sus caballos, recibidos bajo la lluvia de balas -venteadas- por parte de los escuadrones de caballería patriota, apoyados por el vivo fuego de la infantería de José María Córdova, causando a los realistas, enormes bajas: Monet herido y tres de sus jefes muertos; herido y hecho prisionero el virrey La Serna, quien a la una de la tarde, ya derrotado cayó ccon un gran número de sus oficiales.
La batalla para los independentistas patriotas se había ganado.
Concluida la ofensiva, Canterac y el general Sucre, acordaron el mismo día -9 de diciembre de 1824-: “El ejército realista bajo el mando del virrey La Serna renuncia a seguir la lucha. Se rinden los tenientes generales, virrey José de la Serna y José de Canterac, mariscales Gerónimo Valdés, José Carratalá, Juan Antonio Monet y Alejandro González Villalobos, brigadieres Ramón Gómez de Bedoya, Valentín Ferraz, Andrés García Camba, Martín de Somocurcio, Fernando Cacho, Miguel María Atero, Ignacio Landázuria, Antonio Vigil y Antonio Tur y Berrueta, 16 coroneles, 68 tenientes coroneles, 484 mayores u otros oficiales y 2000 soldados”.
La República del Perú se obligó a saldar la deuda económica y política a los países que contribuyeron militarmente a su independencia.
Rememoro -para finalizar- el desusado, excepcional, sorpresivo mensaje, de puño y letra de su excelencia -‘El Libertador-’ redactado de su puño y letra y publicado en 1825 -documento único en su género- en que Bolívar, sin escatimar elogios, ensalza la referida hazaña en comento, la vida y obra y proezas de su fiel lugarteniente, el general Sucre.
«La batalla de Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la obra del general Sucre. La disposición de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina». “Las generaciones venideras esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla y contemplarla sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el ejercicio de sus derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza«.
Bogotá, D. C. 14 de septiembre de 2024.
