Por: Mario Arias Gómez.
A instancia del consagrado historiador, destacado escritor, Gerney Ríos González (colombiano), Presidente de la Academia de Historia José María Córdova Muñoz, noble institución bautizada en su honor con su nombre, guardián de la memoria del célebre militar colombiano; honroso encargo que atiendo -complacido- en mi doble condición de: ciudadano colombo-peruano y Director de la gemela Academia de Historia José María Córdova Muñoz, capítulo de Perú.
Imperioso requerimiento que tiene como primordial objetivo, conmemorar el centenario de la mítica ‘Batalla de Ayacucho’, ocurrida el 9 de diciembre de 1824, la cual le dio la independencia al Imperio inca o Tahuantinsuyo, sellando igualmente la libertad de América del Sur, validando asimismo el título de ‘Héroe de Ayacucho’, a nuestro gran compatriota, José María Córdova Muñoz (1799-1829), tan conurbano a nuestros afectos, ancestros paisas.
Por razones de espacio, subdivido el presente ensayo en varias entregas que harán parte del libro en preparación patrocinado por la citada Academia de Historia.
Nuestro agasajado, Córdova Muñoz, precoz General de División del ejército patriota -rango obtenido antes de cumplir los 30 años de edad, corta, malograda vida al servicio de la ‘causa libertadora’ bajo el mando -entre otros- del venezolano, José Antonio Páez Herrera (1790-1873), general del ejército, jefe militar de su país, su primer presidente, quien en 1826 encabezó el movimiento separatista, conocido como ‘La Cosiata’ que deshizo, hizo trizas la unidad de la Gran Colombia.
Homónimamente actuó al lado del político, diplomático, estratega militar, general de división venezolano, Antonio José de Sucre y Alcalá (1795-1830), victorioso oficial del Ejército Unido Libertador. Con ayuda de la tropa de la Provincia Libre de Guayaquil-Ecuador, venció -24 de mayo de 1822- al ejército realista en la batalla de Pichincha, en las faldas del volcán del mismo nombre, cerca de la ciudad de Quito, a más de 3000 metros sobre el nivel del mar, donde obtuvo – en el campo de batalla- el grado de general.
En la batalla de Ayacucho (Perú) derrotó al último virrey español en América, que lo acreditó como ‘Gran Mariscal de Ayacucho’, honor otorgado en 1824 por el Congreso incaico. Nominado por Simón Bolívar, fungió como presidente de la República de Bolivia (1826-1828), cuya capital se denominó Sucre, en deferencia suya.
Acompañó -además- Córdova Muñoz, al gran paladín de América, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco (1783-1830), ‘El Libertador’, titán de la hazaña libertaria, padre de la aventura independentista que emancipó las actuales repúblicas de Colombia, Perú, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Panamá. hecho calificado -sin exagerar- como la más alta, gloriosa gesta militar en esta parte del nuevo mundo, actuada por los precitados héroes.
Fervorosos peruanos de solera, patriotas verdaderos, alejados de todo estéril radicalismo, ungieron a José María Córdova Muñoz, ‘Héroe de Ayacucho’, al que le rinden, en cada efeméride de su periplo vital, respetuoso culto, exaltan su legado -de lo que, como nacionalizado peruano, doy fe- contrarrestando de paso el insolente desplante irrogado por una antipatriótica, despreciable, ecléctica, enfurruñada, hegemónica, irreconciliable, minoritaria, obcecada, ramplona, sectaria, tragicómica caterva de apátridas, empeñada en distorsionar la historia, negar lo innegable, lo evidente, invisibilizar el decisivo aporte, la valerosa entrega, desempeño en favor de la causa libertadora, que en el caso peruano, lacró, patentó, rubricó, validó la ‘batalla de Ayacucho’.
Antecedió al memorioso hito, la marcial arenga de nuestro admirado, ensalzado, loado “Libertador de Antioquia, y/o “León de Ayacucho”, con la que alentó, insufló ánimo a las tropas que transcribo emocionado: ¡División, armas a discreción, de frente, paso de vencedores! “No me queda otro camino que la victoria o la muerte. Dentro de cuatro días: o vencedor o mordiendo tierra en el campo de batalla”.
Fueron sus hermanos Salvador, Vicente, Venancia, Mercedes, hijos -los cinco- de Pascuala Muñoz Castrillón y Crisanto de Córdova y Mesa, alcalde pedáneo, mayordomo de fábrica, comerciante en pequeño del oriente antioqueño. Nacido -José María-, el 8 de septiembre de 1799 en Concepción, Provincia de Antioquia, Virreinato de la Nueva Granada, de la que la familia se mudó a San Vicente, pasó luego a Rionegro, parte entonces de la provincia de Rionegro que con la primera se disputan la cuna.
Córdova Muñoz, fiel a sus principios, se opuso a la autoproclamación -27 de agosto de 1828- del endiosado general, Simón Bolívar, como dictador de la Gran Colombia -principio del fin de su historia-, en momentos que paralelamente se le abrió investigación en su contra como presunto partícipe de la ‘conspiración Septembrina’ -25/09/1828-. Un mes antes del magnicidio -el 17 de octubre de 1829-, Córdova Muñoz le manifestó por escrito a Bolívar su patriótica inconformidad, oposición a la unilateral decisión, agregándole no estar dispuesto a traicionar su juramento, ni a faltar a su deber civil. Transcribo el aparte pertinente:
“Todos hemos jurado sostener la libertad de la república, bajo un gobierno popular, representativo, alternativo y electivo, cuyos magistrados deben ser todos responsables; y sin renunciar al honor, no podríamos prestar nuestra aquiescencia a la continuación de un gobierno absoluto, ni al establecimiento de una monarquía, sea cual fuere el nombre de su monarca”.
Levantamiento en armas acompañado en el Sur de Colombia por José María Obando y José Hilario López, enfrentado -a su vez- en Santafé de Bogotá por el Consejo de Gobierno; enfiló el batallón Rifles, surtido con varios oficiales extranjeros, al mando de Carlos Luis Castelli; el general de brigada irlandés, Daniel Florencio O’Leary.
En Cartagena se alistó otro contingente al mando del general Mariano Montilla. A Córdova lo acompañaron, Salvador Córdova (hermano), Manuel Antonio Jaramillo, Braulio Henao, Francisco Escalante, José Manuel Montoya y Anselmo Pineda.
La Guerra de Santuario en 1829 fue el primer desencuentro político entre hijos de la misma madre patria.
O’Leary, tras emplazar la rendición al grupo rebelde, los enfrentó, siendo herido José María Córdova Muñoz, resguardándose en una casa hospital; informado O´Leary por Castelli: “En aquella casa se encuentra gravemente herido el General Córdova”, a lo que, imperiosamente le ordenó: ¡Mátelo usted!, negándose Castelli a atender la disposición, según testimonio de los coroneles Grofston y Francisco Urdaneta.
Orden suplida por el mercenario Ruperto Hand, segundo comandante de caballería, quien, derribado de su herido, agónico caballo, enfurecido, aturdido, se incorporó sable en mano, avanzó hacia O´Leary, quien le espetó, perentoriamente: “Way that house, sir, and if Cordova is there kill him”. ‘Vaya a esa casa, señor, y si está Córdova, MÁTELO’.
Misión cumplida ipso facto: “Y have the order”. “Ya tienes el pedido”.
Bogotá, D. C. 9 de marzo de 2024
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