Por: Mario Arias Gómez.
Impacta la simpatía que ha despertado la posibilidad cierta de que la joven figura (39 años) de CARLOS ALBERTO ARIAS JIMÉNEZ -apodado afectuosamente ‘Caliche’-, sea consagrado el cercano 29 de octubre, como el ambicionado burgomaestre, que la amada ciudad de MANIZALES del alma requiere, referido -como reza la divisa de campaña- que lo presenta como un “ALCALDE DE TODOS, PARA TODOS’.
Una mente brillante; respetado, pulcro, talentoso, destacado dirigente, apolítico, cuyos austeros ancestros provienen de la llamada ‘Perla del Oriente de Caldas’, ¡PENSILVANIA!, nacido en Manizales el 4 de julio de 1984; casado con la distinguida, garbosa dama manizalita, Ana María Salazar Latorre, padre -próximamente- de Maximiliano Arias Salazar. Abogado de la Universidad de Manizales, especializado en derecho administrativo y constitucional; magister en gobierno y desarrollo, con énfasis en entidades territoriales, acreditado por la prestigiosa Universidad Externado de Colombia (Bogotá); Asesor de entidades públicas y privadas. Exjugador profesional de fútbol que prestó sus servicios al Once Caldas, equipo con el que salió campeón en el 2004, asimismo actuó en algunos clubes del exterior. Exsecretario de deporte de Manizales; miembro del connotado estudio jurídico, ARIAS ARISTIZABAL ABOGADOS.
Inapreciable, cálido, maravilloso, sencillo, admirado, leal miembro de familia; magnánimo valor humano, un ser inmejorable, inobjetable, de carácter, mérito positivo, comprometido -como ninguno- con su patria chica; culto, filantrópico; sustantivo, moderno profesional de campanillas, ecuánime, conciliador, proactivo, formado, mejor equipado -intelectualmente hablando-; exitoso jurista, con gran experiencia en los campos: oficial, privado, deportivo; en síntesis: con más futuro que pasado.
Impoluta ‘Hoja de Vida’, trayectoria sin mácula, desinteresado líder con vocación de servicio, independiente, sin ataduras políticas de ninguna especie, con altura de miras; insuperable, meritorio currículum antepuesto a consideración de los manizaleños, sin distingos, exclusiones, cuya bitácora, norte están consignados -sin adornos-, con lenguaje conciso, llano, en el decantado, sopesado programa, humano, incluyente, reflexionado, repensado en beneficio, función, provecho, satisfacción, básicamente de los más pobres, de los más necesitados.
Iluminante diagnóstico, soporte del redentor plan de gobierno orientado a acortar la explosiva, sideral brecha social, que aleja cada vez más a los marginados de la fortuna. Sustentado proyecto, rigurosamente ligado a patrocinar el ascenso de la estancada movilidad social por el mismo ejemplificada, y que ha generado el fundado, fenomenal entusiasmo, expectativa, simpatía; brillante objetivo aplaudido, elogiado por tirios y troyanos, programa que, dada su alucinante importancia, falta de espacio, me incitan a dedicarle -sin pretensiones- una columna analítica aparte, que amplíe, desglose, profundice el susodicho cometido.
Probabilidad de triunfo, de inusitada trascendencia para nuestra enternecedora «Fabrica de atardeceres», como la rebautizó el inmortal bardo, Pablo Neruda, quien visitó a Colombia dos veces: la primera, en septiembre de 1943, en compañía de su primera esposa, Delia del Carril, la Hormiga, por invitación oficial del presidente Alfonso López Pumarejo, recibido en Techo por Roberto García-Peña, Fernando Charry Lara, Jaime Posada, Pedro Gómez Valderrama, Daniel Arango, Maruja Vieira y Jorge Regueros Peralta, entre otros.
Visita extendida por tren a Medellín tomado en Arauca (Caldas) -a orillas del río Cauca- vía La Pintada, acompañado por los jóvenes escritores, poetas y artistas aglutinados en torno al periódico el Colombiano: Otto Morales Benítez, Belisario Betancur, Carlos Castro Saavedra, Rodrigo Arenas Betancourt, Manuel Mejía Vallejo; de allí partió rumbo a Cali, donde se cuenta titubeó al leer el ‘Poema 20’, percance suplido por el atiborrado auditorio que de memoria recitó los versos. Conmovido, emocionado Neruda, lloró copiosamente frente el enfervorizado público.
La segunda lo hizo en 1968 como huésped de honor de la hidalga MANIZALES, donde participó como jurado del Festival Internacional de Teatro (FITM) -el primero en Latinoamérica-, fundado por iniciativa del inolvidable Carlos Ariel Betancur+ -presidente entonces de la Sociedad Procultura de Manizales- alma y nervio del Festival, secundado por la inmemorial, Lucía Corrales+ (‘Luchita’), de Hernando Yepes Arcila, Emilio Echeverri Mejía+ y otros que, relacionarlos, me haría interminable.
‘Tierra de promisión’, cuyos bellos, majestuosos, proverbiales, arrobadores paisajes, apreciados desde el mirador natural, en el barrio Chipre, como la calidez de su gente, impactaron -gratamente- al ilustre, perenne vate, lo que lo llevó a pronunciar la famosa, consagratoria frase; ¡!MANIZALES: ‘Fábrica de atardeceres’!.
Engalanaron igualmente -con su excepcional presencia- el Festival, los renombrados escritores, dramaturgos y poetas: Miguel Ángel Asturias, Ernesto Sábato, Alfonso Sastre, Mario Vargas Llosa, Jerzy Grotowsky, Jack Lang, lo que contribuyó a que la ‘Ciudad de las puertas abiertas’, fuera reconocida como el centro cultural más importante del teatro latinoamericano.
Apreciable legado que no puede festinarse con medianías -como se pretende- que no estén a la altura de la tradición referida, sin las destrezas, disposición, formación requeridas, sin la capacidad, los pergaminos para resguardarla, acrecentarla, exigencias que acredita -de sobra- el precitado CARLOS ALBERTO ARIAS JIMÉNEZ, quien -recalco- se compromete a conservarla, dignificarla, agregado el deseo de reorientar -para bien- sin ánimo vindicativo, el futuro cultural de los manizaleños, dado que -dicho sin lirismos, eufemismos- su principal compromiso es priorizar la meritocracia, las necesidades, urgencias que garanticen el bienestar colectivo, general, consubstancial con el romántico, sentido eslogan: ‘UN ALCALDE DE TODOS, PARA TODOS’.
Mandato que ejercería desde la incuestionable independencia predicada sin alardes, sin infecundos ‘ismos’, sin mentores tutelares que pongan en duda, tela de juicio la palabra empeñada. Palabra de hombre, que se obliga -en un ambiente, clima de paz, de respeto, serenidad, concordia- a devolverle al pueblo de a pie, a la ciudadanía de bien, la seguridad, tranquilidad, perdidas; a priorizar -repito- la implacable, inaplazable, incisiva, rezagada, tormentosa, ignorada agenda social; como amainar la espeluznante conflictividad derivada; apagar el incendio ídem; aplacar la destructiva incertidumbre.
Desterrar el amiguismo, el desempleo, la desesperanza, la falta de oportunidades, de salud, educación -de calidad-, de servicios públicos; erradicar el hambre, las corrosivas: desigualdad, inequidad, injusticia; despejar los densos nubarrones; carencias, omisiones -innegables- que acosan, ahogan al pueblo que malvive, sobrevive hacinado en los cinturones de miseria de la ciudad. Inocultable realidad resultas de una corrupta, egoísta, envilecida, esquiva, nepótica dirigencia, que anda tras recuperar el poder a través del errante, obtuso, tragicómico, precitado títere, urócrata de medio pelo, peregrino de todas las toldas políticas, transfuguismo que lo llevó a ostentar la condición de exalcalde, exministro, a cómplice de la luctuosa, torcida pandilla “las Marionetas”.
Tunante avalado oprobiosamente por el descalificado, despistado conservatismo, presidido por la artificiosa, estereotipada, mañosa, teatral Juana de Arco criolla, sobre la que pende la impredecible espada de Damocles de la revocatoria, heredera política de los tejemanejes sembrados por el antediluviano, endiosado, incoherente antecesor que retoza en la Nueva Fuerza Demoníaca, renegado dedicado -en su tiempo- a acomodar burocráticamente a su numerosa familia en perjuicio de sus báculos; a agenciar la fructuosa intermediación estatal; enseña practicada por su calamitoso, codicioso, narciso, vergonzoso yerno; enano que apacentó la corrupción en las entidades por él copadas con testaferros, que luego de traicionarlos, descargó en ellos -como su disonante suegro, el guardaespaldas- sus responsabilidades.
Lo que se hereda no se hurta.
Legado administrado por la autárquica, dispar, fogosa, insoportable, lasciva, melindrosa Juana Carolina, ocupada en manejar los intereses de su potentado, tinieblo marido, sufragante de la aventura electoral que en reciprocidad, reclama en exclusiva y sin límite la contratación de las obras, preludio de lo que sobrevendría, de salirse con las suyas la diabólica alianza, que busca -a como dé lugar, sin reparar en gastos- empotrar nuevamente, como ‘amo y señor’ de los manizaleños, al susodicho malandrín, en perjuicio de los expoliados ingenieros; infranqueable pandilla que tras su perversa meta, busca congraciarse con la desenfrenada, privilegiada, traicionera vieja clase política; perniciosos ofidios a los que les ha prometido el oro y el moro.
Bochornoso, sofocante amasijo que, enmascarado, se apoya en la amnesia, candidez, ingenuidad de los enceguecidos, incautos electores, que por la paga pasan por alto, cierran los ojos ante la desmedida, irracional, superlativa ambición. Epítome que cual cereza del ponqué, alertará sobre el dañino desatino que se cocina, en contra de la moral pública; contingencia que contrarrestará -con su voto- la incorruptible, emblemática, motivada, movilizada falange de jóvenes, defensores a ultranza de los inmanentes, prevalentes, irrenunciables valores: la libertad de cátedra, de conciencia, de opinión, etcétera.
Inasequible, inquietante, sangrante eventualidad que los virtuosos manizaleños no permitirán ni puel putas, votando -los invito- por la propuesta del ¡ALCALDE DE TODOS, PARA TODOS! Actuar en contrario es un suicidio, es tragarse tan autodestructivo, descomunal, venenoso sapo de marras.
Manizales, 05 de agosto de 2023
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