Opinion

¡TANTO VA EL CÁNTARO AL AGUA !

Por: Mario Arias Gómez.

Antiquísima sentencia surgida en tiempos en que el agua llegaba a las casas captada de norias instaladas en las fuentes, nacimientos o reservorios de los pueblos o ciudades, transportada por lo regular por mujeres que la acopiaban en tinajas o cántaros de barro; rutina que dio origen al coloquial aforismo: “Tantas veces va el cántaro (cantarillo) a la fuente que al final se rompe”.

Refrán que mudó a indistintas versiones adaptadas a las costumbres de los lugares de donde emergieron, con el significado, según las circunstancias, de que, quien se expone al peligro, tarde o temprano perece o resulta por él atrapado, acepción que también se aplica a que la paciencia se agotó o que del tanto pasar las cosas o los hechos terminan por salir mal.

Chorrillos, un importante barrio de Lima (Perú), deriva su nombre de las fuentes que brotaban de los acantilados, frente al Club Regatas, contiguo a un arcaico puerto de acopio de pesca artesanal, en el súper helado mar Pacífico, punto utilizado entonces por los limeños para bañarse y abastecerse del precioso, vital líquido, hábito del que solo queda el recuerdo.

Expresión que algunos cervantinos ponen en boca del ingenioso Hidalgo, Miguel de Cervantes, ignorando que tres siglos antes, un anónimo libro -el Caballero Zifar- registra el dicho, literalmente, con el siguiente texto: “Verdad es, dijo el Rey, eso que vos ahora decís, más tanto va el cántaro a la fuente que deja allá el asa o la frente”.

Cita con la que ilustro el traspiés que acaba de sufrir el mendaz capo de capos del Ubérrimo -químicamente impuro-, relacionado con el doblemente fracasado intento de su aliada Fiscalía, por prescribir el “fraude procesal y soborno a testigo” que lo acosan, tropezón que figurativamente asumo como la rotura del cántaro, compartida por el engreído, gravoso, curtido staff de tinterillos que mal lo defienden, de los que se dice que: “no sacan un borracho de un CAI”, o “una presa de un sancocho”, equipo reforzado por el enjuiciado Diego Cadena -negado tres veces como Jesús- y el desbocado ente investigador, dedicado de tiempo completo a favorecer al convicto innombrable.

Emblemático proceso en la historia política reciente del país, en el que llega primera vez llega a esta etapa del juicio un expresidente -de ingrata recordación-, proceso que completó un lustro sin resolverse, cuya estrategia ahora se encamina hacia la prescripción por términos cumplidos. Se repite hasta el cansancio que Justicia que tarda es injusticia y arbitrariedad, en razón a que el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva del sujeto procesal, reclama una respuesta oportuna, adecuada, eficaz, pertinente, acorde a estándares mínimos de imparcialidad, equidad, de tasaciones lógicas, razonables, sensatas, proporcionales.

Justicia que ha extraviado sin duda, otra gran oportunidad de legitimación social, por la parcializada actuación del hollywoodense, politizado ente investigador, selectivamente mudado a probado defensor del inculpado gerifalte, al solicitar -por segunda vez- contra evidencia, la referida preclusión de la fundada imputación, negada ambas veces, en la que también metió la mano -indebidamente- el insolvente moral, Iván Duque, al criticar la labor de los jueces.

Inculpado en mora de estar purgando la condena en una fría mazmorra, manera de cancelar la deuda con la justicia, sin dejar de lado la reparación de los daños irrogados, dado que el descartado suicidio expiatorio, que otrora se daba cuando había honor, en “aquellos tiempos en que eran otros hombres, más hombres los nuestros”, como reza el inmortal tango: ‘Tiempos Viejos’, de Julio Sosa.

Situación debida a la apocalíptica, caótica, diabólica, mediática, trágica Fiscalía, en la que prevalecen -¡qué duda cabe!- los calamitosos, escabrosos, sucios intereses políticos, intermediados a través de los inescrupulosos, cómicos, despreciables, sumisos amanuenses -de bolsillo-: Gabriel Jaimes y Javier Cárdenas, azuzadas, inducidas sabandijas -sin idoneidad moral, ética- cuya inconducta funcional, amerita que sean expulsados del Poder Judicial, sin descartar el merecido castigo, por forzar temerariamente -contra evidencia (repito)- la sin sentido, irritante preclusión, que tiene válidamente emputada, encabritada la opinión decente del país.

Intentona frustrada por las aplaudidas, impolutas, valerosas juezas de conocimiento de Bogotá: 28 (Carmen Helena Ortiz), y 41 (Laura Estella Barrera), que, sin intimidarse, decidieron en justicia, con el cerebro más no con el corazón, al ordenar que el imputado debía continuar vinculado al proceso por “soborno a testigos y fraude procesal”. Decisión fundamentada, finalmente, en que: “Contrario a lo aseverado por el fiscal, sí existen elementos probatorios, evidencia física e información legalmente obtenida que permite afirmar con probabilidad de verdad que la conducta delictiva de soborno sí ocurrió, y que el doctor Uribe puede tener la condición de partícipe”. Por demás acreditó como testigo (principal) creíble a Juan Guillermo Monsalve.

¡No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague!

Mentís a la asquienta, impúdica, nefanda, turbia argumentación conclusiva de los precitados, necios mandaderos, que han intentado -vanamente- enmendarle la plana a la ninguneada CSJ que -sin espacio a dudas-, determinó en sesudo, prolijo, cimentado fallo, la existencia del tantas veces mencionado presunto “soborno a testigos, fraude procesal”, ignorados tercamente por la enajenada Fiscalía al sostener: “Es jurídicamente imposible demostrar que Uribe sea determinador de algún comportamiento ilegal o siquiera irregular”. “…no hay pruebas para asegurar que esos sobornos ocurrieron ni mucho menos que Uribe sabía de ellos”. “Lo único que hizo fue pedir que dijeran la verdad”. Pobrecito.

Lindante narrativa con el prevaricato, concertada -probablemente- con los rábulas acreditados por el presunto autor de los veniales delitos investigados, frente a las catedralicias imputaciones, de ‘lesa humanidad’, referidas a los falsos positivos, masacres, desaparición forzada de testigos claves, fomento de grupos paramilitares, imperdonable, incomprensible, inexplicablemente premiados con la libertad, por negligencia -inagotable- del cuestionado , desbocado organismo investigador, falto de credibilidad, devenido en el mayor reducto de impunidad.

Tinglado de complicidad, presuntamente planificado, por el esperpéntico Iván Duque, consumado por el umbilical compañero de pupitre, fantoche defensor a rajatabla, de los excesos del recíproco mentor. Réprobos sin títulos académicos, trayectoria profesional esperables, por encima de los requisitos mínimos habilitantes para ejercer con grandeza, honrar la majestad de los cargos encomendados -en mala hora- a esta dupla de aventureros que cayeron en paracaídas a las entidades, convertidas oprobiosamente en cantera, fortín clientelista del iracundo, perverso ‘presidente eterno’.

Tripleta a la que la historia le pasará la factura del ostracismo, el olvido, causa de la disforia que padece el ansioso, entristecido, perplejo, uniforme rebaño de plañideras que no duermen, al ver al victimario en comento, víctima de su propio invento, osadía; proceso -contra natura- plagado -de principio a fin- de blindadas inconsistencias, intrigas, tropelías, en grosera connivencia -indiscutible-, con la “ciega, sorda y muda”, pestífera Fiscalía -escudo protector-, que tras la anhelada prescripción, de seguro debe estar fraguando una nueva, mafiosa trampa que la posibilite.

Bogotá, D.C., 27 de mayo de 2023

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