Opinion

¡Imperecederas gracias! (primera parte)

Por: Mario Arias Gómez

Gratamente impactado por la deferente, garbosa, gentil invitación a hacer parte del honroso ‘Grupo de la Sociedad Bolivariana del Estado Zulia’, ultimada a este sencillo juntapalabras, por el muy distinguido, linajudo don DARÍO ENRIQUE RÍOS FUENMAYOR, digno descendiente del aristocrático -en sexta línea sucesora-, de don JUAN AGUSTÍN DE BOLÍVAR,  treinta años mayor de su hermano medio natural (paterno), de ‘El Libertador’, SIMÓN JOSÉ ANTONIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD BOLÍVAR PONTE Y PALACIOS BLANCO, forjador -como es súper sabido- de Colombia, Ecuador, Perú́, Bolivia y Venezuela.

Reputado, popular, luminoso caudillo, el más famoso de la historia venezolana, rica tierra donde tuve la fortuna, el honor de ocupar el cargo de Cónsul en Machiquez (Perijá-Estado Zulia) en el gobierno de Jaime Lusinchi (1984-1989), promotor del famoso incidente de la corbeta colombiana ARC Caldas (1987), uno de los más claros escenarios de guerra entre países vecinos desde el caso de ‘Los Monjes’ en 1952.

Honorífica membresía que acepto decidida, irrevocablemente, no sin anticipar mi rendida, sempiterna gratitud al ilustre y eximio guardián de la heredad, RÍOS FUENMAYOR -qué duda cabe- de los inmortales, gloriosos, celebérrimos, influyentes, simbólicos genes de sus ascendientes originarios del ‘Bravo Pueblo‘.

Epígrafe entresacado del “himno patriótico” como originariamente fue conocido, por los alrededores de 1810, históricamente atribuido a Vicente Salías y Juan José Landaeta -respectivamente-, modificado oficialmente por Eduardo Calcaño (1881), Salvador Llamozas (1911) y Juan Bautista Plaza (1947), -versión en uso-.

Remembranzas que traen a mi memoria la proclama que el ‘Padre de la Patria’ hizo (1815), de nuestro ‘Corralito de Piedra’ -Cartagena de Indias-, como ‘Ciudad Heroica’, producto del coraje, valentía con la que afrontó, resistió el ‘Estado de Sitio’, al que la sometieron los españoles, acogedor lugar desde donde ‘El Libertador’ creó el famoso ‘Manifiesto de Cartagena’, el primero de sus históricos, memorables, múltiples, sustanciosos documentos políticos.

Simón Bolívar, contagiado desde muy joven del espíritu revolucionario de la época; fértil legislador, redactor de constituciones, ambientalista, jurista, fundador de la Gran Colombia, quien premonitoriamente convocó el Congreso Anfictiónico de Panamá, que buscó crear la confederación hispanoamericana que uniría desde México hasta la Argentina.

Destacadísima figura de la emancipación frente al Imperio español, cuyo título de ‘El Libertador’ le fue otorgado -14 de octubre de 1813-, a iniciativa del gobernador de Caracas, Cristóbal Mendoza, al término de la Campaña Admirable y a nombre del pueblo venezolano, por los heroicos actos, acciones independentistas, nombrándolo: Capitán General de los Ejércitos de Venezuela, confiriéndole -merecidamente- el precitado título.

El proyecto de independencia de la América española, fue sin duda de Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez Espinoza -hijo de canarios-, más conocido como Francisco de Miranda, consistente en crear un Estado continental independiente, que llamaría Colombia, gobernado por dos presidentes con el título de ‘incas’, con dos cámaras representativas, cuya capital estaría en Panamá́. Plan secundado por Simón Bolívar en la expedición de 1810.

A pesar de dicho antecedente, pronto ‘El Libertador’ se distanció (¿por celos?) de Miranda, luego de censurar su conducta como general, al punto de participar en su entrega a los españoles. Sin embargo, fue reivindicado por la historia, que lo reconoció como ‘Precursor’ -que lo fue ciertamente- y, a Bolívar lo distinguió como ‘Libertador de América’. Épica, perseverante gesta que se remonta al juvenil juramento: «No descansaré hasta romper las cadenas del dominio español en América«. Génesis de la afanosa, corajuda, esforzada, insomne, obstinada, sacrificada lucha por la independencia de la América española, liderada desde 1812.

Ardoroso, firme, tesonero anhelo libertario, incansable trasegar a lomo del caballo, ‘El Libertador’, siempre quiso, intento varias veces conformar una ‘Confederación de Estados Hispanoamericanos’ sin los Estados Unidos, para lo cual convocó en 1826 el Congreso Americano, que hiciera frente -el reducido número de países- a las amenazas externas; frustrada iniciativa que tuvo tres tentativas posteriores, sin lograr que se plasmara en un proyecto tangible de integración: El Primer Congreso Americano de Lima (1847), el Congreso Continental de Santiago de Chile (1856) y el Segundo Congreso Americano de Lima (1864).

Solo hasta 1889, por iniciativa estadounidense, tal propósito de unión se materializó en la I Conferencia Panamericana de Washington, bajo el marco de la Doctrina Monroe, que presionó la conformación de la Unión Aduanera, el crear una moneda común, a la que ardorosa, férrea, vehementemente se opuso Argentina, que no estuvo dispuesta a renunciar a los fuertes lazos que la ataban a las potencias europeas.

De los encuentros ocurridos entre 1889 y 1890, floreció -14 de abril de 1890- la Unión de Repúblicas Americanas, derivada en la Unión Panamericana, precursora de la actual Organización de Estados Americanos (OEA) creada en 1948. El 14 de abril de 1931 se celebró -por primera vez- el Día de las Américas, en conmemoración de la rememorada Unión, por la que Simón Bolívar luchó desde 1826 -uno de los precursores de la unión latinoamericana-, como quedó consignado, cuando propuso crear la sociedad de países americanos.

Relevante efeméride -en todas ellas- inspiradas dentro del espíritu del pensamiento que movió y nutrió a ‘El Libertador’.

Evocación recordatoria que reitera cada vez -en un clima de hermandad, solidaridad y paz- la voluntaria unión de la renombrada comunidad continental, como la firme intención, voluntad de solucionar -en el papel- de forma y manera pacífica, cualquier conflicto o problema que surgiera o pudiera crearse entre los estados miembros.

Hipnótico historial, fuente inagotable de la amplia bibliografía sobre la vida, obra y milagros de Simón Bolívar, que liberó del yugo español, entre 1819 y 1830 a Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Venezuela.

En atención a la precitada, feliz coyuntura de la invitación extendida por don DARÍO ENRIQUE RÍOS FUENMAYOR, y dado que el espacio se agotó, me propongo ocuparme la próxima columna, de su insigne antepasado, don JUAN AGUSTÍN DE BOLÍVAR, cuya ignota, presunta existencia alimentó por años el chismorreo parroquial, como hermano medio (natural) de ‘El Libertador’.

Objetiva, documentalmente ratificada su resonante presencia, dejo para la semana entrante su apologética reseña.

Bogotá, D.C., 04 de marzo de 2023

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