Opinion

La áspera crisis peruana (I) – Ensayo *

Crisis articulada por belicoso, chabacano, diabólico, odioso deshecho humano, Vladimir Cerrón (foto), fundador del izquierdoso partido, País Libre, exgobernador de Ayacucho, departamento peruano, cuya condena por corrupción lo inhabilitó para postular a la presidencia de la República, a lo que acudió a un anodino, improvisado, oscuro testaferro, con el que se hizo a la presidencia.

Se trata del arrodillado, inédito, servil, sumiso Pedro Castillo, oriundo de Chota, capital del distrito y de la provincia homónimos en el departamento de Cajamarca (Perú), ignorante de solemnidad, sin carácter, vuelo propio que pudiera hacerle sombra al innombrable amo. Apresado, defenestrado, ensombrerado, imputado lacayo, mandadero, payaso, resultas del impune, prosaico, ramplón chocorazo que detallaré posteriormente en otra columna.

Exsecretario del FENATE, dependiente del MOVADEF, facción política del extremista movimiento guerrillero, Sendero Luminoso (SL), instrumentalizado zombi con el que manejó a su antojo, a regusto el poder al estilo del acólito, Iván Duque, copia al carbón, mandaderos siameses que mal gobernaron a Perú y Colombia -respectivamente-, bajo el estricto control, tutela de sus aborrecibles, furibundos, mendaces, totalitarios semidioses.

Cándidas, débiles, decadentes, dóciles, fatídicas, sometidas medianías, hechuras de sus halcones patrones, cuyos estremecedores, inocultables fracasos -políticos y administrativos- están a la vista, indistintamente, debidos a su dejadez, impreparación, incuria, inexperiencia, irresponsabilidad, culposa imprevisión, improvisación. Malandrines que abandonaron el mando dejando atrás sus degradadas, endeudadas patrias, al borde del precipicio, la inviabilidad, a la deriva, remedos de Republiquetas bananeras, navegando -sin rumbo- en medio de tormentas incontrolables.

Perú, otrora Imperio del Tahuantinsuyo o Imperio Inca, el más extenso, rico e importante de la América Precolombina, fácticamente mal gobernado desde la sombra por el aludido mandamás, apoyado por sus abominables, esclavizadas, esquizofrénicas, repudiadas, virulentas falanges de extremistas, de hinchas, de vándalos. Caterva adoctrinada por las reservas supérstites de SL y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).

Recua de atorrantes, ávidos delincuentes en serie, forajidos agrupados en la mafiosa, sangrienta, sórdida camorra disfrazada de guerrilla, acérrima adversaria de la cauda de dolidos, esforzados, inmolados, resignados, sacrificados peruanos de bien; bandidos a los que el gobierno de Alberto Fujimori les infligió -hace más de tres décadas- la más contundente, lapidaria, rotunda derrota militar.

Chanda que se suponía liquidada, políticamente, revivida por el agorero, impensado, irritante, malhadado, reciente (1/12/22), reprochable fallo (5220-TI) del Tribunal Constitucional que sentenció:

Es inconstitucional prohibir a los terroristas que purgaron condena ejercer cargos públicos en su condición de ‘rehabilitados’ (inclusive la jefatura del Estado): y asimismo inconstitucional prohibirles que trabajen dentro del Estado, así como que funden partidos políticos”, veredicto que reencarnó la amoral cáfila de parásitos y cuadrilla de esbirros en comento.

Determinación que le dio alas al abrumado cadáver político, Pedro Castillo, hoy contra las cuerdas-, cuyo primer ministro, Aníbal Torres, anticipó que si la oposición se atrevía a vacarlo -como ocurrió- “no lo celebrarían, porque correrían ríos de sangre en el país (…)” -como sucede-; ex don nadie al que el presidente PETRO, en forma inesperada, inexplicable, errática, solidaria: absolvió, justificó, victimizó.

Antidemocrático, planeado autogolpe -sin pies ni cabeza-, respuesta al acoso político desde la posesión -adujo PETRO sin prueba alguna-, por parte de la absolutista, rancia, semisalvaje ultraderecha, agregando que Castillo era “objeto de un tratamiento judicial violatorio”, a quien “le conculcaron el derecho a elegir y ser elegido”. Habrase visto. Imaginaria fábula -falsa de toda falsedad-. Inexactitud que demostraré más adelante.

En un esperanzador relámpago de lucidez, el presidente PETRO, rectificó a medias, al agregar este tenue, tibio reparo: “La antidemocracia no puede combatirse con antidemocracia”. “Castillo se equivocó”, procediendo enseguida a borrarla con el codo, a neutralizarla con la deshilvanada salvaguardia del osado autogolpe que merecidamente tiene al cleptómano, mitómano, golpista -contumaz- sujeto, confinado en una deshonrosa, infamante, vergonzante mazmorra -escuela del crimen- vistiendo el numerado, zahiriente traje amarillo de presidiario.

Frente a la maquiavélica, sutil justificación del autogolpe, que buscó, básicamente, eludir la justicia, el turbio abuso, como los actos de corrupción, desafueros, latrocinios que le corren pierna arriba a esta lacra humana, como al hatajo de cómplices y secuaces. Ingenua actitud que invita a refrescarle al embelesado presidente PETRO que el diablo se esconde en los detalles.

Tropelías, pillajes, desconocidos -sin soporte- por los ambiguos, desafinados tutores -México, Colombia, Argentina, Bolivia- al calificar como insubstanciales dichos cargos, señalamientos contra Castillo, también como sofismas de distracción, cortinas de humo que trataban de encubrir la persecución política de la que era ‘víctima’ el engreído, halagado, ‘insuperable’, parigual colega. Qué desfachatez más grande.

Lisonjero intervencionismo con el que el presidente PETRO intentó redimirlo, insuflándole aire artificial que indujera el silencio cómplice de los peruanos, frente a los libertinos, pestíferos cohechos, depredaciones, fechorías, robos, sobornos -pan de cada día-, dudando -por demás- que hubieran ocurrido, al punto que en ningún momento ha reclamado, predispuesto a que se conozca la verdad verdadera, que apura, hostiga, persigue al nocivo verdugo de los peruanos, de su buen nombre.

Por el contrario, presionó la liberación y el obvio reintegro, sin esperar el pronunciamiento de los jueces, reforzada presión al solicitar caripelado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), una medida cautelar en favor del fantasmagórico ‘santón’.

Invocó al respecto el artículo 23 de la convención americana que establece: “el derecho a elegir y ser elegido y el tener un tribunal independiente de juzgamiento”, pidió “respetar los derechos y libertades reconocidos por ella como garantizar el libre y pleno ejercicio de toda persona que esté sujeta a su jurisdicción”.

Deleznable, desgastada, endeble, manida, pueril, trillada, relamida leguleyada -traída de los cabellos-, que, si bien fructificó en su caso, cuando fue destituido como alcalde e inhabilitado durante 15 años por el manejo del negocio de las basuras; evidente cacería del caricaturesco Torquemada Ordóñez (Alejandro) -competidor político-, lo cual nada tiene que ver con el caso que nos ocupa.

Castillo -reafirmo- fue vacado bajo el amparo constitucional, detenido -in fraganti- en el marco del debido proceso, por orden de juez penal competente, razón para que la implorada medida cautelar, fuera rechazada, ipso facto. Suicida súplica a costa de la pérdida de confianza, credibilidad -irreversibles- las que, junto a la ecuanimidad, mesura, honradez, son fortalezas que deben adornar, exhibir quien aspira a ser reconocido como acatado, respetado Primer Magistrado de cualquier nación, en eco, vocero de la problemática latinoamericana, defensor del enigmático futuro de la Amazonia como se ha propuesto el presidente PETRO.

Coherencia, compostura, fidelidad, integridad consubstanciales -en esencia- a tal propósito, como al Premio Nobel de la Paz que esta columna propuso, sinceramente, lo que me alienta a extrapolar la frase de Cayo Julio César dirigida a las gloriosas, conspicuas matronas del patriarcado romano, que pedían no divorciarse de Pompeya -su esposa-: “La mujer del César no solo debe serlo sino parecerlo”.

Capital político -presidente PETRO- arruinado, festinado, malversado -irremisible, irreparablemente- como la afianzada, fraterna, fructuosa, histórica relación con el país hermano que, como era de esperarse, reaccionó válidamente, saltando en pedazos, vuelta añicos, la afinidad, maridaje, unión, vínculo, al estimar el vecino desatinada, descabellada, desconsiderada, improcedente la afrenta, el maltrato infligido, como inaceptable, inadmisible la absurda, procaz intrusión -sin precedentes- en sus asuntos internos, en resguardo -que es lo más vistoso- de las atrincheradas, desenfrenadas, indignas, probadas: codicia, corrupción, saqueos, tantas veces señaladas.

Bullicioso, premeditado, punible intervencionismo que trae a la memoria al bifronte metiche, Iván Duque, cuando anunció al mundo en la frontera venezolana con Cúcuta, la inminente caída -en horas- de Maduro, gracias al cerco diplomático por él liderado; augurio cumplido, pero al revés, al precisar que el caído continúa atornillado al cargo, mientras el hazmerreír ‘polombiano’, rumia en la sombra el ocaso.

Es de resaltar en este punto, el ejemplar, buen juicio, discernimiento, prudencia de las que hizo gala el sensato presidente chileno, Gabriel Boric, en la presente coyuntura geopolítica, que marcó la diferencia, pues no se allanó a contemporizar con el autogolpe, al decidir hacer un bien visto, ecuánime, hermanado llamado a resolver la crisis por “la vía democrática del Estado de derecho” -como corresponde-, siendo en últimas lo que primó, ya que ningún sector de la institucionalidad, tomó el enajenado, extraviado, tortuoso camino del autogolpe.

Catedralicia, desastrada metida de pata, de narices, que deslegitimó -por decir lo menos-, el censurado, contradictorio empujoncito  del presidente PETRO a Castillo, sin capitalizar ningún rédito político, el cual me propongo escudriñar en otro escrito, no sin anticipar que la perjudicial alharaca formada en torno a las declaraciones glosadas, tuvieron un altísimo costo en recíproca relación Inter Pares, en perjuicio de la credibilidad, la confianza requeridas para consolidar la pretendida, cultivada unidad del Continente convocada por PETRO el histórico siete de agosto/2022.

Loable propósito que conllevaba -de paso- la recóndita asunción de la expósita vocería amazónica -no hay almuerzo gratis-, que ha sembrado en sus valerosas, protagónicas intervenciones en los indistintos foros internacionales en los que ha actuado, exitosamente. Lamentable traspiés que lo dejó -qué duda cabe- con el pecado y sin el género.

Autogolpe que una despistada minoría, torpemente pretende -por ignorancia invencible- equiparar con el dado por el talentoso, Alberto Kenya Fujimori Fujimori -apodado el ‘Chinito’, en 1992, Ingeniero agrónomo, matemático peruano-japonés, ex rector de la Universidad Agraria La Molina.

Probablemente el político -de solera- más controversial de los últimos tiempos en el Perú, a quien el cuestionado, incapaz, inculto, Pedro Castillo, a años luz su -intelectualmente hablando-, no le da a los talones de Fujimori.

Abismal diferencia, tan grande, como las recíprocas razones que motivaron ambos autogolpes y que me propongo cotejar -en paralelo-, examinar ‘in extenso’, sin códigos diplomáticos, a efecto de que los amables lectores e interesados en tener elementos de juicio -creíbles-, que les permita formarse una opinión de lo sucedido, o para que, ‘Fumen y comparen’ como mascullaba la antigua cuña del cigarrillo Pielroja.

Disensiones que, en cuanto a Fujimori, en gran parte las acrecentó el patético, soberbio emperador arequipeño, Mario Vargas Llosa, movido por sus inocultables, irredimibles, obsesivos, patológicos: encono, odio, deseo de venganza  -subyacentes- hacia el ‘Chino’, originadas por la humillante, inimaginable paliza electoral -que no perdona- ocurrida en la campaña presidencial de 1990; revés padecido por el inescrutable, intocable termocéfalo, que por décadas avivó en el Nobel su antipatriótico, incurable rencor convertido en ‘casus belli’.

Ensombrecida cuenta de cobro -inextinguible-, endosada -sin incumbirle- a Keiko -su hija-, como delito de sangre, por el desairado, insidioso, mañoso, ofendido nonagenario (casi) al que la desavenencia, ruptura con la marchita Presley, le despertó sus crepusculares, ardientes celos.

Sicario moral dedicado por años a denostar, descalificar, distorsionar, menospreciar con sevicia y ácida, agria, difamatoria retórica -mezcla de mala fe, mala crianza, mala entraña- la verdad histórica del Gobierno de Fujimori, lo cual contrasta con la desprevenida, desapasionada, imparcial cualificación que de su obra hace un sinnúmero de reputados, idóneos analistas y estudiosos políticos y sociales.

Apreciada, titánica tarea, examinada, justipreciada por tirios y troyanos, como exaltado su ejecutor, valorado como arquetipo de buen gobernante: austero, íntegro, pragmático, valeroso, con visión de estadista, duélale a quien le duela.

Evaluación que parte del arruinado país recibido -en ‘default’- de manos del primer gobierno del inexperto, novel, Alan García, convertido en un paria internacional, sin crédito externo, que debió coexistir luego con asesinatos, atentados, coches bomba, desabastecimiento, extorciones, secuestros, voladuras de torres eléctricas, hiperinflación -si no peor igual a la venezolana-.

Colosal débito amortizado y como cereza sobre el pastel, el triunfante mandatario resguardó al feroz, sanguinario genocida, Abimael Guzmán, en una jaula de gruesos barrotes, con vestido de rayas; blindada prisión construida en la provincia constitucional del Callao, debajo del mar -a propósito-, de modo que no pudiera evadirse, de donde salió, para ser exhumado.

Admirada, decisiva fehaciente gestión, que reencauzó al Perú, lo reinsertó a la comunidad internacional, lo hizo sujeto de crédito; balance que a sus desahuciados, gratuitos, crípticos, cerreros, mezquinos malquerientes y enemigos los desvela, produce aún, insoportable, irresistible, provocativo escozor, vértigo.

¿Cuándo se jodió el Perú? Los historiadores no se ponen de acuerdo, solo concuerdan en que, gracias a las excepcionales, extraordinarias medidas tomadas por el Chino -sin temblarle las manos- en el marco de la nueva realidad planteada por el celebrado autogolpe, disposiciones que, como el Ave Fénix, resurgieron al país entre las cenizas, adicionado el que su único fundamental, desinteresado propósito, fue rescatar el eclipsado Estado de Derecho como la sepultada Democracia. Colofón suscrito por el notable antropólogo, arqueólogo, educador peruano, Luis G. Lumbreras.

Fujimori, desde la prisión, en uno de los tantos aniversarios escribió: “Para hacer tortillas hay que romper huevos. Fecha -5 de abril de 1992- en que no se mató a la democracia se la salvó”; coincidente con la apreciación precedente, como con la de infinidad de memoriosos, agradecidos peruanos; valoración que contrasta con los coléricos fariseos -que no cejan en apedrearlo, ultrajarlo, vejarlo-; roedores a los que se les agita, remueve la bilis en cada gloriosa, inmortal conmemoración. Nada qué hacer.

Fujimori, a dos días del autogolpe, expidió -con respaldo de la OEA y de las plurales fuerzas democráticas del mundo- la ley: Bases del Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional, que fijó el marco legal de la elección del Congreso Constituyente Democrático, encargado de expedir la nueva Constitución que resucitó al Perú, Carta Magna que sigue incólume, vigente, ‘vivita y coleando’.

Su archienemigo, Fernando Olivera -ex min-Justicia del corrupto, Alejandro Toledo- en un intento -fallido- por descreditar, opacar al Gobierno de Fujimori, el 10 de julio/2002, contrató a la empresa internacional “Kroll” -especializada en pesquisas y rastreo mundial de capitales oscuros, mal habidos-  para que lo hiciera con los hipotéticos fondos furtivos ‘robados’ por el ‘Chino’; encargo que concluyó: “No haber identificado cuentas bancarias a nombre de Alberto Fujimori, ni de testaferros, ni en Japón, ni en otros paraísos fiscales incluidos en la investigación”. Documento desaparecido. No se requiere ser un zahorí para suponer quien destruyó, embolató, esfumó, ocultó, refundió, sepultó.

Recalco: Fujimori a diferencia de Pedro Castillo, nunca se le enjuició por bribón. CONTINÚA.

* Por: Mario Arias Gómez.

Bogotá, D. C., enero 14 de 2023

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