Nuestro país está condenado a vivir en elección tras elección. No habíamos terminado de saber los resultados del Congreso, cuando inmediatamente estábamos en la recta final de la campaña para presidencia, y terminada esta, los congresistas estaban en campaña para apoyar a sus candidatos a la Contraloría General, y estos a su vez no habían terminado de contar los votos, cuando ya se encontraban inmersos en las campañas para elegir los candidatos al Consejo Nacional Electoral.
Y para sumar, a estas alturas suenan con más resonancia que antes los candidatos a las elecciones territoriales del próximo año, y todo porque muchos de ellos son funcionarios públicos y tendrán que renunciar en los próximos dos meses a sus cargos para no inhabilitarse.
Las campañas, o más bien, las elecciones son la columna vertebral de las democracias, sin embargo, lo que sucede en Colombia, es una parálisis alrededor de estos ejercicios.
Con las elecciones al Congreso y la presidencia, el país prácticamente se paralizó, la economía, las empresas, y en general el establecimiento tuvo una especia de receso mientras se conocían los resultados, y aun conociéndose, la nación seguía expectante frente a los primeros movimientos tanto del entrante presidente, como de las reformas presentadas al Congreso.
Sin embargo, el congreso aún no recibe las reformas esperadas por parte del gobierno y no se avanza en una legislatura reformista como se esperaba, lo anterior, porque tanto Senado como Cámara de Representantes, y por su puesto el gobierno, estaban gastando todas sus energías en elegir al superpoderoso Contralor General, pero aun eligiéndolo, los órdenes del día son tan pobres y vacíos en Senado y Cámara, que incluso sin el mínimo de vergüenza, se aplazan las sesiones por cuenta de la nueva campaña por los magistrados del Consejo Electoral, campaña que hoy tiene envuelto al congreso en un tsunami inesperado de señalamientos por incumplimiento de los acuerdos entre los partidos.
Paralelo a lo anterior, la ley de garantías, la misma que Duque quiso estrangular para repartir convenios a diestra y siniestra, y que la Corte Constitucional hizo respetar, impone límites al gobierno nacional, y muy pronto a las entidades territoriales, pues entramos a la pre campaña por alcaldías, concejos, gobernaciones y asambleas.
La solución, por supuesto no es acabar las elecciones, pero si pensar en unificar muchas de ellas y ampliar los periodos.
Colombia debería poner sobre la agenda la posibilidad de unificar muchas de sus elecciones populares, así como ampliar el periodo de varios de los altos cargos de la nación, de la mano con mayores y más estrictos requisitos para los candidatos, lo que podría generar mayor independencia, mejor rigor en la toma de decisiones y menos parálisis de las instituciones nacionales por efecto de la muy prolífica campañitis aguda de nuestro Estado.
* Por: Alejandro Loaiza Salazar – Enlace Congreso de la República. Oriundo de Samaná, con estudios en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.
Twitter: @AlejandroLSFD
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