Resulta ser extraño que se dé la coherencia en la política, una cosa es lo que se promete en la campaña electoral, otra cosa es lo que se ejecuta, de allí que se afirme, se promete en verso, pero se gobierna en prosa.
Pero a pesar de lo anotado, no hace desaparecer el entusiasmo del elector de participar con su voto, para que ese candidato defienda los programas expuestos y no para que realice todo lo contrario de lo ofrecido antes de las elecciones.
En el medio político colombiano opera muy poco la coherencia, impera lo contrario, los engaños, las mentiras amparadas en los famosos acuerdos con grupos disímiles al del vencedor, en la búsqueda de los pactos de gobernabilidad.
Si se pretende un cambio, se debe empezar por ser coherentes, requisito básico para que haya respeto hacia quienes acudieron a las urnas esperanzados en las ideas de gobierno expuestas a lo largo del debate electoral.
Ahora bien, no se puede desconocer que vivimos en un país político, donde la política programática ha caído en desuso y los grandes gestores electorales tratan al inicio de un nuevo gobierno de mostrar e imponer su poder para reclamar o mejor exigir la cuota burocrática al que creen tener derecho, como condición de respaldo a los proyectos que presente el nuevo gobernante.
Desconcierta si, que personajes con todo el poder gubernamental y político en el pasado, aparezcan ahora como abanderados del cambio institucional, rasgándose las vestiduras hablando de la reforma política, de la electoral, de la justicia, de la política, del agro, cuando no lo hicieron en su momento, que pareciera ser, que en política valiera todo, hasta el cinismo, como la falta de coherencia en las posturas sobre la búsqueda de la concordia nacional.
Como quisiéramos que todo lo que se ha prometido se cumpla, para que la población esté siempre mejor que ayer, y menos bien que mañana.
ADENDA: Hablando de coherencia, será que la aplicará el nuevo senador segundo en la pasada elección presidencial, cuando prometió que restringiría los carros blindados para los parlamentarios, el pago de combustible y los planes de telefonía celular, que con los ingresos millonarios que perciben pueda ese sector privilegiado de colombianos asumir sus propios costos. La pregunta es: ¿renunció ya a esas prerrogativas ante la nueva mesa directiva del senado? ¿Será coherente en su postura inicial como candidato presidencial ahora como parlamentario?
* Por: J. F. Paz – Exmagistrado / Consultor. – Presidente Tribunal de Control Ético del partido liberal colombiano.
