Opinion

SOBRE EL DÍA DE LA MUJER *

Esta semana vamos a celebrar una vez más el día internacional de la mujer, una fecha que estableció la ONU en 1977. Desde ese momento la celebración ha pasado por diferentes simbologías que oscilan entre la consigna feminista, los juegos de poder, los productos de marketing y el folklore social.

Alrededor del paraguas de la celebración se congregan por igual las reivindicaciones y las galanterías, una convivencia que año a año se hace más difícil fluctuando cada vez más entre el impulso feminista militante o una disponibilidad amable al regalo y el homenaje.

Un ejemplo de esta confrontación cada vez más sonora es el caso de Najat Vallaud-Belkacem, quien, en 2013, siendo ministra de los Derechos de la Mujer, afirmó que ese día no debería ser una ocasión de abrazos, regalos o invitaciones sino un día de movilización por las conquistas que se han logrado y los objetivos por los que hay que seguir luchando.

En definitiva, cada vez son más las que piensan que las formas de celebración tradicional podrían ser “herramientas del patriarcado en acción”.

En mi opinión estas dos posturas pueden convivir y complementarse sin tener que anularse la una con la otra, es decir, pueden convivir las flores y los chocolates con las consignas y las exigencias de derechos.

No hay que ser más papistas que el Papa, hasta Lenin, cuenta la historia, celebró con flores y galletas de dulce a las camaradas bolcheviques cuando celebraron la emancipación de la mujer trabajadora.

Hemos avanzado, hemos roto varios “techos de cristal”, tenemos importantes referentes en escenarios donde antes no estábamos, pero aún nos falta mucho.

En 2021, con ocasión del Día Internacional de la Mujer, Phumzile Mlambo-Ngcuka, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, señaló que eran inocultables los avances alcanzados, como la llegada de mujeres a los puestos más altos en organizaciones como la OMC (Organización Mundial del Comercio), el FMI (Fondo Monetario Internacional) y el BCE (Banco Central Europeo), sin embargo, agregó, esta no es la regla y existen aún muchos escenarios que no están al alcance de las mujeres.

En 2020, según cifras de la misma ONU, las mujeres constituían en promedio el 4,4 % de los líderes empresariales, el 16,9% de los miembros de juntas directivas, el 25 % de los parlamentarios nacionales y el 13 % de los negociadores de paz.

En el mundo solo hay 22 países gobernados por una mujer, aunque a hoy ya se fue la Merkel, y hay 119 países que nunca han visto a una mujer llegar al liderazgo de su país, con implicaciones importantes en las metas aspiracionales de las niñas que crecen en esos lugares.

De acuerdo con la tendencia y el ritmo actual se calcula que la humanidad deberá esperar hasta el 2150, es decir, 128 años, para alcanzar la paridad de género en la conducción de los Estados.

Algo a todas luces desmotivador y que debería llamar la atención de todos, o mucho mejor, de TODAS.

El COVID mostró que el liderazgo femenino asume los desafíos de estas crisis con mayor habilidad que los liderazgos tradicionales.

Euronews se atrevió a mencionar 5 características de ese liderazgo:  claridad, determinación, compasión, fuerza sin ambigüedad y la capacidad de mostrar empatía y solidaridad sin sentir que sacrificaba autoridad.

Los invito a que apoyemos liderazgos femeninos, quizá ahí está la posibilidad de atender tantas crisis que no hemos sido capaces de solucionar en años.

Dennos la oportunidad y déjennos sorprenderlos.

* Por: Juana Carolina Londoño – Abogada especialista en derecho comercial y legislación financiera y gerencia de entidades territoriales. Trabajó como asesora jurídica del Instituto de Seguros Sociales, Central de Inversiones S. A., concejal de Manizales, representante a la Cámara, presidente de Fiducoldex y actualmente empresaria: Londoño Asociados.

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