Esta semana, Drayke Hardman, un niño de 12 años norteamericano, se quitó la vida tras sufrir durante más de un año de acoso escolar en su colegio. Esta dolorosa situación me hizo reflexionar nuevamente sobre esta problemática que se presenta aún con intolerable frecuencia y contra la que debemos seguir luchando porque afecta vidas de muchas personas, no pocas veces con saldo trágico.
Hace algunos años el acoso escolar era visto como un rito de iniciación, una experiencia normal en la infancia o como algo que se vivía en algún momento pero que terminaba formando el carácter.
Por fortuna eso ha cambiado en los últimos años y la sociedad ha tomado consciencia sobre esos comportamientos intolerables que se deben prevenir, descubrir, develar y sancionar.
Hoy a muy pocos se les ocurre decirles a los niños que padecen esta problemática que resistan o aguanten, como era cotidiano en todo lado hasta hace muy poco. La sociedad se ha ido concientizando y las cosas han ido cambiando. Cada vez son más las instituciones educativas que implementan políticas para concientizar y actuar contra este comportamiento tan nocivo. Adicionalmente, cada vez son más los jóvenes que reconocen la injusticia de estos comportamientos y asumen acciones personales para enfrentarlo o denunciarlo.
La mayoría de las personas tienen una idea concreta sobre el acoso porque lo han experimentado en algún momento de su vida como víctima, acosador o testigo. Los acosadores utilizan la agresión y el control para mantener una posición de poder sobre su víctima.
Con el tiempo, el desequilibrio de poder en la relación y su dinámica se vuelven más fuertes.
La víctima queda así atrapada en una relación abusiva. Este problema también puede surgir entre grupos de jóvenes en los barrios, los escenarios deportivos o cualquier otro contexto en donde se da una convivencia cotidiana entre jóvenes. Los expertos en esta materia han establecido que los principales elementos son el desequilibrio de poder, los actos dañinos físicos o psicológicos que pueden ser a su vez directos e indirectos y en forma repetitiva.
La tecnología ha facilitado comportamientos de esta naturaleza que se recogen en el termino de “ciberacoso” que no es otra cosa que el uso de las tecnologías de la información y la comunicación para amenazar físicamente, acosar verbalmente o excluir socialmente a una persona o grupo, con el agravante del anonimato en el que se puede escudar el agresor.
El acoso tiene efectos perturbadores en la victima que se traducen en ira, miedo, frustración, sufrimiento, impotencia, desesperanza y soledad.
Es mucho lo que hay que hacer e implementar en esta materia.
Me enorgullece haber sido la autora de la ley 1620 de 2013 con la que se creó el sistema nacional de convivencia escolar y formación para los derechos humanos, la educación para la sexualidad y la prevención y mitigación de la violencia escolar.
Esta ley se ha ido implementando, pero debemos apresurar el paso. No hay nada más importante que esto porque concierne a la tranquilidad de nuestros niños. No los dejemos solos.
* Por: Juana Carolina Londoño – Abogada especialista en derecho comercial y legislación financiera y gerencia de entidades territoriales. Trabajó como asesora jurídica del Instituto de Seguros Sociales, Central de Inversiones S. A., concejal de Manizales, representante a la Cámara, presidente de Fiducoldex y actualmente empresaria: Londoño Asociados.