Opinion

CONCIENCIA AMBIENTAL, UN DESAFIO MUNDIAL

Por: Wilder Escobar – Ingeniero industrial; Especialista en Finanzas Públicas; Especialista en Administración en Salud; Magister en Desarrollo Regional y Planificación del territorio y Candidato a Magister en administración pública.

El ser humano como especie anda en un proceso de expansión por todo el mundo desde sus primeras etapas, es así como algunos historiadores-demográficos han sostenido que, para la época de la revolución prehistórico, hace alrededor de 10.000 años, se dio la primera gran expansión de nuestra especie, en donde se calcula que la población era de unos 10 millones de personas. Ya para la época del imperio romano se hablaba de la existencia de 150 millones en el mundo, mientras que para el año 1600 d.c se dice que éramos más de 500 millones. Sin embargo, es apenas a partir de este momento en donde explota una verdadera bomba demográfica, que aun hoy sigue en expansión.

Para el año 1800 ya eran 900 millones los seres humanos sobre el planeta y 100 años después 1.600 millones, para el año 1950 la población era de 2.540 millones, y para el periodo de 1980, fueron 4.460, finalmente, para el año 2020 se estimó que éramos 7.380 millones de personas en el mundo. Algunos expertos soportados en datos estadísticos nos demuestran que, por fin, la bomba demográfica ha comenzado a mostrar señales de desaceleración, al punto que pronostican que la población mundial se estabilizará hacia el año 2110 cuando sobre el planeta se encuentren 10.529 millones de personas.

A pesar de este último dato esperanzador, por primera vez podríamos hablar de una estabilización del crecimiento poblacional, preocupa sobre manera que durante más de 90 años la población continúe aumentando constantemente, y más cuando el planeta nos está demostrando con hechos que ya no aguanta más el comportamiento depredador del ser humano, el cual explotamos cada día más de una manera indiscriminada y con mayor fuerza, nuestro planeta está enfermo por la ausencia de conciencia individual y colectiva de los seres humanos.

El hombre en su afán de cubrir las necesidades básicas que tienen más de 7.380 millones de personas ha genera una sobrexplotación en el medio ambiente agotando poco a poco los recursos naturales ocasionando cambios en el medio ambiente, la destrucción de territorios enteros y la perdida de equilibrios que han tardado miles, o aun, millones de años en conseguirse por parte de la naturaleza.

Temperaturas sin precedentes, lluvias, inundaciones, derretimiento de los glaciares, sequias entre otros, son los males a los cuales nos enfrentamos a diario, sin que los Estados logren concertar unánimemente una política mundial sobre el manejo de la problemática más grande que se cierne sobre la humanidad, y en donde no se puede tener consideraciones sobre los superficiales constructos sociales creados por nuestra forma de vida. Es decir, esta no es una cuestión de pobres ni ricos, o que dependa de condiciones sociales, es una problemática que se enfrenta como especie, ya que la espada de Damocles se cierne sobre todos y no sobre unos cuantos por su estatus social. La tierra es una y es en donde todos vivimos.

Pero qué hacer ante un problema, cuya dimensión y solución parece estar por fuera de nuestro alcance debido a los intereses particulares que afectarían las posibles soluciones. Creo que parte de la respuesta es clara y aunque superficial y poco elaborada, la solución podría ser, entre otras, el generar conciencia en la magnitud de la problemática y sus consecuencias, no solo en los gobernantes, sino en los individuos, por lo que es necesario promover todas las políticas públicas necesarias para que esto suceda.

De acuerdo con lo anterior, como política pública, es necesario no solo promover la educación ambiental desde el primer momento de escolarización del individuo, sino también, defender la labor de los defensores ambientales, quienes en la actualidad son los difusores de la problemática que enfrentamos y quienes luchan por un mejor futuro, y en el proceso se enfrentan con los más variados intereses a costa de sus propias vidas.

Es por esto que no se entiende como después de más de un año de haberse firmado el tratado de Escazú que busca, entre otras cosas, proteger los derechos de los defensores ambientales, el Estado Colombiano a pesar de haber sido uno de sus mayores impulsores, se haya negado a suscribirlo bajo el argumento de que existen otros instrumentos internacionales que cumplen ese objeto. La participación pública, la justicia en asuntos ambientales y la protección de los defensores ambientales, es el granito de arena que nuestro País puede aportar a una problemática global, que requiere de la participación decidida de todos y no solo de un Gobierno a través de unas normas jurídicas que sin la participación de toda la sociedad serán solo palabras.   

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