Opinion

¿Agua para todos?

Por: Juanita Espeleta – Socióloga con trayectoria en trabajo comunitario, social y cultural en comunidades en condición de vulnerabilidad.

Cuando trabajé en el Plan Departamental de Agua de Caldas tuve la oportunidad de viajar por todo el departamento y conocer las principales necesidades y problemáticas de las comunidades rurales en cuanto al agua y al saneamiento básico, con esta experiencia pude validar como algo tan elemental para las personas que vivimos en los cascos urbanos como lo es abrir la llave y que en menos de un parpadeo salga por la misma, puede ser la odisea más grande para campesinos que a duras penas tienen acceso al líquido vital unas horas al día y cada día de por medio, ¿leyeron bien?, si, usted que se ducha, que se lava los dientes y usa la lavadora sin pensar en la escasez de este patrimonio, desconoce que en nuestro mismo Caldas, en ese Caldas profundo, habitan comunidades que deben caminar largas jornadas para tomar agua de una quebrada o cascada, para conectar un tubo, para proteger su tanque o bocatoma, para sobrevivir del sobrante de un vecino e incluso para beber un agua que no es apta para el consumo humano.

Hoy las palabras son tierra y agua, que nos reflejan los abusos cometidos por los seres humanos con los recursos naturales, donde la ficción que nos muestran los libros y el cine se vuelven realidad y reflejan algo así como una carrera por la extinción, a estas situaciones sumémosle varios fenómenos que podrían poner en riesgo la cultura y la forma de vida de nuestros territorios, por un lado, está el monocultivo, llámese café, aguacate, etc… y, por otro lado, está la minería, sector que está buscando concesiones en municipios del norte y el oriente de Caldas. Municipios que no tienen tradición minera y que son clave en la agricultura, la ganadería y la oferta hídrica.

Con respecto a la minería, la comunidad de estos municipios, se ha manifestado en contra y ha ratificado lo que históricamente sucede con la clase política y es que se toman decisiones sin consultarle a los ciudadanos, dejando a un lado la sana y justa premisa que defiende la gobernanza y la construcción colectiva y participativa. Los ciudadanos y los diferentes actores que lideran las diversas manifestaciones en contra de otorgar estos títulos mineros lo hacen apelando a los cambios culturales que esta actividad puede generar, dado que, si somos patrimonio de la humanidad es completamente incongruente e incoherente que se autorice una actividad como la minería, además de las afectaciones en el ciclo hidrológico, a la fauna y a la flora, a la biodiversidad que nos caracteriza como país.

En pro de una campaña del gobierno nacional de ampliar la canasta extractiva, se ha defendido esta actividad en nombre de la reactivación económica, olvidando los impactos locales que la minería ocasionaría y la agudización de la crisis del agua, teniendo en cuenta que la pobreza es a la vez un síntoma y una causa de la crisis.

Erradicar la pobreza, cambiar los patrones de producción y consumo insostenibles y proteger y administrar los recursos naturales del desarrollo social y económico constituyen los objetivos primordiales y la exigencia esencial de un desarrollo sostenible.

Entonces, si las audiencias para otorgar los títulos mineros no se hubiesen parado por la presión social ejercida, estaríamos viviendo un paisaje cultural cada vez menos cafetero y más devastado, con altos niveles de contaminación y alteraciones del ciclo del líquido vital. El mensaje final es como habitamos la casa en la que vivimos (planeta tierra) de manera armoniosa y sostenible y sin rayes ideológicos de izquierda, derecho o centro, el reto está en el ethos de la empatía con las otras especies, y en nuestro vínculo con la tierra. 

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