Por: Juanita Espeleta – Socióloga con trayectoria en trabajo comunitario, social y cultural en comunidades en condición de vulnerabilidad.
Cuando hablamos de feminismo debemos partir admitiendo que la mitad de la población no conoce su significado, que a otras personas les asusta y que existen quienes incluso lo atacan, pero lo cierto es que nos ha ayudado a todos y todas a vivir en un mundo un poco más libre, más justo y más incluyente, hombres y mujeres pueden hoy expresarse desde la diversidad un tantito más seguros y seguras.
Los juegos Olímpicos de Tokio han demostrado los efectos de educarnos y re-educarnos desde el feminismo, por ejemplo, fue maravilloso ver varios equipos y de diferentes disciplinas reclamar atuendos deportivos más cómodos, sacrificando la sensualidad que, durante tantos años, solo en el caso de las mujeres era “vital”, así mismo, ver a varias chicas retirarse de las competencias por no estar en un sitio seguro y libre de abusadores y acosadores es una muestra de la conciencia que hemos adquirido para llevar la contraria o alzar la voz. Sin embargo, debemos dejar claro que el feminismo no nos cambia la vida solo a las mujeres, en los mismos juegos Olímpicos vimos atletas tejiendo crochet y asumiendo roles encasillados en el género femenino.
Esto no opaca la capacidad deportiva que estas mujeres han demostrado durante estos juegos, Tokio 2020 tuvo paridad de géneros, por primera vez, y eso es asombroso para el movimiento femenino, existieron números iguales de hombres y mujeres en la mayoría de los deportes, por tanto, la participación de mujeres en Tokio 2020 fue de 49%, comparado con 45% en Río de Janeiro. A tal nivel, el feminismo nos ha abierto espacios históricamente masculinos que Inglaterra envió más mujeres que hombres a los juegos por primera vez, Puerto Rico se presentó con más mujeres que hombres por segundos Juegos consecutivos y Chile lo hizo por primera ocasión, como diría Yulimar Rojas, la reinante campeona mundial del salto triple “las mujeres somos poderosas”. Estos juegos además de la paridad de género, nos ha dejado una gran lección, y es lo exitosa que puede ser la inversión en el deporte para los y las adolescentes, ya que esta versión también tuvo mayoritariamente la participación de atletas mujeres muy jóvenes, que batieron récords en edad y puntaje, haciendo historia, como el caso de la primera medalla de oro olímpica en skateboarding femenino en calle por parte de Momiji Nishiya.
Las mujeres hemos tenido que luchar durante décadas por la igualdad de derechos no solo en el ámbito olímpico, muchos de los argumentos en este último ámbito fueron que algunas disciplinas sobrepasarían nuestras capacidades o no eran adecuadas por razones estéticas, y para terminar de alimentar este prejuicio la ciencia del deporte no acudió a explicar desde lo técnico esta situación, por tanto, si las mujeres no hubiéramos presionado y exigido, hoy no estaríamos tan lejos. Sin embargo, por más grato que sea el aumento de la proporción de mujeres en los campos de competición, el mundo del deporte internacional sigue estando dominado por los hombres, como es el caso de las federaciones deportivas que patrocinan las competencias olímpicas en Tokio, donde solo una está dirigida por una mujer.
Para concluir, es necesario recordar que el movimiento feminista aspira a demostrar y repensar los roles asignados tradicionalmente según el género, es decir, el lugar que se destina a hombres y a mujeres en la sociedad dependiendo exclusivamente de su sexo y no de sus intereses, talentos o capacidades. En síntesis, soñamos con un mundo que deje de juzgar a la gente por a quien ama, como se viste, que colores usa, como es su postura, cuál es la forma de su cuerpo y como sale a la calle, merecemos un mundo en el que quepamos todos y todas y en el que tengamos la suficiente tolerancia para aceptarnos en el marco de la diversidad y la diferencia.