Opinion

Ver la paja en el ojo ajeno

Por: Juanita Espeleta – Socióloga con trayectoria en trabajo comunitario, social y cultural en comunidades en condición de vulnerabilidad

Los que crecimos en Colombia durante los años 2005-2009 fuimos testigos y hasta espectadores de un programa sin filtros, animado, con alto contenido soez y crítico de la política nacional e internacional, llamado “Vulgarcito”, en él se burlaban de las comunidades indígenas, de Evo Morales, de Chávez y de Cuba, con acentuado acento paisa y palabras despectivas nos forjaron el imaginario de retrasados, retrógrados y brutos de nuestros países vecinos que casualmente tenían modelos económicos y políticos distintos al nuestro, era bastante común escuchar comentarios tipo: En Bolivia todos son unos indios, Chávez es un gorila loco y Cuba un infierno comunista. En este tipo de frases se pueden analizar varias cosas, la primera como dice Alcolirykoz que no es un insulto que nos digan campesinos o indios, este ha sido el modus operandi de quienes llamamos hoy gente de bien, arribistas que se creen de mejor estatus y que para conservarlo desprecian a las minorías, la segunda es que reducir el discurso político a la supuesta locura de un dirigente y afirmar que ha perdido la noción de la realidad, además de cochino y bajo, lleva a un plano emocional y prejuicioso discusiones y debates que deberían darse a la luz de temas como las políticas sociales y económicas de un país, reduciendo dichos debates a lo emocional y personal para reafirmar la superioridad de la otra parte, en este caso, Colombia, algo así como el gaslighting, practica machista que radica en hacerte sentir loca para desvirtuar tus acciones y argumentos;  entonces, todos crecimos ligando la imagen de Chávez a la de un desquiciado que había que invalidar y anular; y la tercera es el concepto Comunismo que ha sido históricamente tergiversado, manoseado y utilizado como método para esparcir terror en la sociedad, desconociendo su significado, sus implicaciones y aplicación real en un país.

Entonces hoy, varios dirigentes, artistas y ciudadanos colombianos, parece ser que padecen de hipermetropía, que implica ver de lejos pero no de cerca, y así vemos  muchos de ellos criticando el modelo económico y social de un país como Cuba, reclamando la protección y garantía de derechos humanos, mientras en Colombia siguen apareciendo muertos, desmembrados y hasta incinerados los desaparecidos del paro nacional, donde cada vez más, hasta quienes se han hecho elegir por partidos alternativos, satanizan la protesta y promulgan acciones más radicales para hacerla desaparecer, resulta bastante frecuente el discurso de NO proteste, No hable, NO marche, NO piense, NO baile, NO cante, NO use casco ni tape su rostro, NO piense, NO ize la bandera al revés, respete los símbolos patrios, pero recuerde que somos un país democrático y que no es cierta la represión policial en el marco del estallido social.

Todo lo anterior es muestra de una estrategia mayor, llena de intolerancia e incapacidad de aceptar la otredad, la diversidad y a quien piensa distinto, casi que a nivel mundial podríamos afirmar que se tejen miles de marañas y artimañas para eliminar, bloquear y sacar del mapa al otro, llámese país, llámese persona, llámese causa social. Esta estrategia necesita un vehículo, un motor que le permita calarse hasta en los huesos de las comunidades y han sido los “medios de comunicación” quienes han servido como promotores de este terror construido, quienes vimos la serie House of Cards pudimos evidenciar como bastaba para seguir en el poder y no perderlo, inventarse una amenaza, donde el miedo funciona como gasolina para incrementar la pasividad y sumisión de las sociedades ante el régimen de turno y el poder vigente.

Hoy más de la mitad de los colombianos le tienen pánico al comunismo, sin entender en que consiste, y ojo, aclaro, no lo estoy promoviendo ni considerando que es la solución a los problemas que tenemos en el país, sin embargo, si es importante resaltar como esta estrategia de vieja data que cambia de nombre cada cierto tiempo de acuerdo a la coyuntura, como en las últimas elecciones a la presidencia, donde nos comimos el cuento que si no votábamos por el que dijera Uribe nos volveríamos como Venezuela o nos mataría el Castro-Chavismo, concepto que no existe y que solo fue acuñado para desinformar y sembrar incertidumbre. Empero y aunque nos podríamos extender abordando las falacias y patrañas con las que los dirigentes se han perpetuado en el poder, la reflexión de este escrito va enfocado a la importancia del derecho de libertad de expresión, de la defensa de los derechos humanos, y de poder ejercer el deber ciudadano de realizar control político y manifestar el inconformismo con un gobierno, sin importar el tipo de régimen que esté en el poder. La muerte, la represión, la desaparición, la violencia y la exclusión no son verdaderas soluciones para el debate con las comunidades. Decir lo que se piensa en contra del gobierno y sus líderes, no debe ser causa ni razón para morir en manos del Estado.

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