Por: Cristina Otálvaro Idárraga- Abogada; Conciliadora en Derecho; Especialista en Gestión Pública, en Derecho Constitucional y Parlamentario y Derecho de Familia; Magister en Políticas Públicas.
Muchas mujeres son visibles en la sociedad, bien porque desempeñan un rol dentro de ella que les da cierto reconocimiento o porque su labor es de aquellas imprescindibles en la vida cotidiana.
Las mujeres en la política tienen un reconocimiento importante, eso sí, cuando se trata de aquellas que, a pulso, a fuerza o hasta de suerte obtienen reconocimiento de un grupo o partido político y les han permitido llegar a diferentes cargos de elección popular o cargos de alta dirección. Otras son las mujeres empresarias y las emprendedoras que se han ganado un espacio importante en un medio también muy dominado por los hombres.
En otro escenario tenemos las mujeres que son madres y amas de casa, que, aunque cada día se les reconoce su importancia en la labor que desde el hogar realizan para la sociedad, siguen siendo poco valoradas.
Sin embargo, tenemos mujeres que muchos no vemos y son aquellas personas privadas de la libertad. Quienes se declaran culpables porque realmente lo son, asumen con total tranquilidad que cometieron un error o quebrantaron la ley a sabiendas de lo que implicaba en su vida. En este grupo encontramos quienes lo hacen por necesidad, para sobrevivir o porque simplemente es lo que su familia les ha enseñado desde niñas y no tuvieron la oportunidad de hacer algo diferente con sus vidas sino seguir patrones marcados por su entorno familiar. Hay otras que asumen la responsabilidad porque simplemente les gusta hacer lo que hacen. Pero en la Reclusión, también encontramos muchas mujeres inocentes, sí, inocentes.
Puede que no suene extraño para la sociedad que digamos que existen mujeres inocentes en las cárceles, pero ¿cuántas veces lo comprobamos realmente? Hemos encontrado mujeres que por estar en el día y en el lugar equivocado pagan treinta y nueve años de condena; hemos visto mujeres condenadas a catorce años por falta de una buena defensa jurídica; tenemos algunas mujeres que terminan pagando una condena de cuatro años porque sus hijos cometen delitos sin ellas saberlo y terminan involucrándolas; hay mujeres que sin saber en que pasos andaban sus esposos, terminan pagando cinco años por presuntamente ser cómplices.
Lo anterior por mencionar algunos casos, pero se pueden imaginar mujeres que llevan uno o dos y hasta tres años pendientes de una decisión judicial y sin embargo siguen privadas de la libertad, que cuando salen sus sentencias muchas veces ya han pagado la misma. Esa es una de nuestras realidades, aquella que queremos no ver porque siempre pensamos que a esos lugares solo llegan culpables, delincuentes, pero que pese a su culpabilidad o inocencia son seres humanos, con sentimientos, sueños, que no dejan de ser madres, hijas, esposas, abuelas y que nosotros simplemente no vemos.
Que bien hacer un llamado a la sociedad para que demos una mirada diferente a esta población, que si bien está privada de la libertad por una decisión judicial errada o no, siguen siendo parte de nuestra comunidad y requieren de nuestra atención y solidaridad.
