Por: Juanita Espeleta – Socióloga con trayectoria en trabajo comunitario, social y cultural en comunidades en condición de vulnerabilidad.
En Colombia la institucionalidad partidista está desde hace años en crisis, la frustración con la democracia está relacionada con la incredulidad en los partidos políticos, a los que se les recrimina la disociación entre los intereses de la mayoría de los y las ciudadanas y los intereses propios. Jaime Andrés Niño (2004) afirma que la fortaleza de los partidos políticos incide directamente en la estabilidad de la democracia, pero en nuestro país parte del problema está precisamente en la incapacidad de los mismos de atraer a nuevos votantes y a que no han motivado a los jóvenes para que voten, esto ha desencadenado en una fuerte tendencia hacia la elección de personas y no de partidos y/o programas, es decir, que vivimos la personalización de la política, en la que los votantes toman la decisión de acuerdo a quién es el candidato que se postula y dejan a un lado la estrategia electoral que se propone.
Hoy en día no sorprende ver a quienes se eligieron en corporaciones públicas por un partido y posteriormente hacerse elegir a cargos uninominales por otro porque la falta de confianza en los partidos y la misma LEY han permitido bajo figuras como el trasfuguismo, que se refiere a cuando alguien abandona el grupo político por la que fue electa y se une a otra y la creación de grupos significativos de ciudadanos que las personas resuelvan como participar en cada elección. Entonces salirse de una colectividad de donde ya no se siente uno identificado es además de legal, auténtico y apenas justo.
No debemos escandalizarnos cuando los líderes toman la decisión de apartarse de un partido o movimiento, ni mucho menos criticarlo cuando uno ya ha hecho lo mismo (cambiar de militancia), porque advertir con la ley en la mano para no infringirla, es positivo cuando es para los adversarios, pero, invitar por debajo de la mesa a infringirla para beneficiarse de eso, no resulta incongruente, vaya ejemplo el que damos, pidiéndole coherencia a los demás cuando nuestros actos demuestran lo contrario, porque es justamente la doble moral la que ha hecho que cada día se incremente el escepticismo con las elecciones, la democracia y los partidos políticos.
La invitación es a que los PARTIDOS POLÍTICOS se conecten con la realidad que, por supuesto es social, a que caminen el territorio, a que no legislen ni busquen soluciones desde un escritorio, abstrayéndose de lo que realmente sucede en las calles, de lo que necesita el barrio, la vereda, el pueblo, la ciudad, el departamento y el país, conocer verdaderamente el territorio que gobiernan, es la mejor manera de CONSERVAR LA MILITANCIA, no persiguiéndola y prejuzgándola.
Recordemos además que, el sistema democrático como sistema político y de participación, se constituye en el mecanismo de legitimación de los sistemas de gobierno, y es por ello que, a nuestro juicio, resulta necesario y trascendental constituir grupos significativos de ciudadanos, que en el marco de las coyunturas pueden postular listas y candidatos que representen voces nuevas, voces del común, voces que reconcilien la academia, con lo público y la sociedad. Vale la pena soñar con la búsqueda de otros horizontes, con intentar y buscar el poder por esta vía.
Siendo necesario reflexionar con la frase célebre de Darío Echandía ¿El poder para qué?, el poder para verlo no como un fin en sí mismo sino como un medio para servir a los y las ciudadanas. EL PODER PARA PODER trasformar nuestra inconformidad en proyectos, políticas públicas, inversiones y planes de desarrollo que realmente hagan lectura de los territorios y no de los intereses de bolsillo de los políticos de turno.
