Por: Wilder Escobar- Ingeniero industrial; Especialista en Finanzas Públicas; Administración en Salud; Magister en Desarrollo Regional y Planificación del territorio y Candidato a Magister en administración pública.
El Covid 19 se volvió un problema global, nadie se encuentra a salvo de esta terrible enfermedad, y lo peor de todo es que no existe precedente de algo igual en los últimos 70 años y ni siquiera los países más desarrollados y ricos del planeta, en su momento, se encontraban preparados para algo similar, por lo que sus sistemas de salud comenzaron a colapsar y miles de personas murieron sin la posibilidad de recibir atención médica especializada, ya que los galenos se vieron en la necesidad de escoger, en muchos casos, que pacientes atender.
Era cuestión de tiempo para que la pandemia llegará a Colombia, quien, a diferencia de otros países, tuvo la oportunidad de ver y estudiar el avance de la enfermedad, por lo que el Gobierno pudo tener de referencia como la estaban enfrentando los Estados con los sistemas de salud pública más desarrollados, ante la ausencia de protocolos propios para la atención de una catástrofe similar.
Es de ese modo que siguiendo las disposiciones de la Organización Mundial de la Salud y de acuerdo con lo vivido en otros Países, el Gobierno decidió decretar el estado de emergencia sanitaria y la cuarentena total en todo el territorio nacional.
El fin de esa medida, fue retrasar el mayor tiempo posible el contagio masivo y de esa forma preparar el sistema de salud para lo que se veía inevitable y poder salvar el mayor número de vidas. Se comenzaron a comprar ventiladores y demás implementos para aumentar las unidades de cuidados intensivos, adicionalmente, se tomaron medidas tales como el lavado de manos, el uso de geles antibacteriales entre muchos otras, todas ellas sin certeza de su funcionamiento ante el desconocimiento total sobre el virus y su comportamiento.
Naturalmente las consecuencias en la economía han sido devastadoras, se han destruido millones de empleos en un sistema, que ya de por sí, es precario en donde la informalidad reina, por lo que la lucha contra la pobreza retrocedió más de 20 años, y el hambre, la imposibilidad de trabajar y conseguir un sustento diario en busca de satisfacer sus necesidades más básicas aumentaron exponencialmente, sin que se viera una reacción diferente del gobierno central y de los locales que continuar prorrogando una y otra vez los confinamientos a espaldas de las necesidades de muchos.
A pesar del alto costo económico pagado, hasta antes de semana santa parecía que las medidas funcionaban y los contagios y muertes disminuían, la vacuna se veía como una posibilidad latente en los meses siguientes, por lo que había una tensa calma.
Sin embargo, de manera irreflexiva se tomó la decisión por parte del Presidente y su equipo económico, de presentar una reforma tributaria que fue el efecto detonante para volcar a gran parte del pueblo a las calles, sin importar en lo absoluto la presencia de un virus potencialmente mortal que ha cambiado nuestra forma de vida.
Gracias a ese conjunto de situaciones hoy estamos en el peor momento de la pandemia en nuestro País, es decir, en vez de evolucionar en la contención del virus, estamos atravesando el momento más álgido y con proyección de empeorar; en los últimos 15 días se reportan en promedio más de 25 mil casos diarios, pero lo peor es que cada vez nos acercamos más a la cifra de los 600 muertos al día, sin que parezca importarle a nadie.
A pesar de lo anterior, el Gobierno Nacional en una decisión poco coherente con lo que había sido su comportamiento durante los últimos 15 meses decidió levantar la mayoría de las restricciones en el momento con más incidencia de la pandemia a pesar del alto número de muertes que se presentan, es inevitable pensar que dicha decisión ha sido tomada debido a las numerosas manifestaciones y a los terribles efectos económicos que han tenido los prolongados confinamientos, los cuales han afectado a unos más que a otros, pero que ante la realidad vivida en las calles se hacen una medida intrascendente.
A pesar de que la misma Organización Mundial de la Salud, entidad que en principio propuso las cuarentenas totales, desde hace más de 8 meses había recomendado no continuar con ellas, nuestro Gobierno no atendió la sugerencia y continúo decretándolas, ahogando aún más la endeble economía de muchos hogares, cuyos integrantes ya no tienen en la pandemia al peor de sus enemigos, ya que lo es la pobreza, el hambre, el desempleo y la falta de oportunidades. En este escenario la pregunta que nos deberíamos plantear es ¿Qué podemos hacer ante la ausencia de una acertada política de salud pública que nos permita superar este difícil momento ?
Desafortunadamente la respuesta a esa pregunta, la tenemos todos nosotros, mientras llega la anhelada inmunidad de rebaño, debemos comprender que la contención de la pandemia no es solo un asunto de decretos gubernamentales o del Gobierno de turno, es también la convicción de que, si no nos cuidamos a nosotros mismos, mucho menos lo harán los demás, por lo que es tiempo de llamar a la reflexión, en estos momentos en que el virus arrecia, para que todos pongamos de nuestra parte y no invisibilicemos esta atroz enfermedad que ya deja las familias de casi 100.000 colombianos llorando la partida de sus seres queridos.