Por: Wilder Escobar.
“Los jóvenes son la esperanza de un mejor futuro”. En innumerables ocasiones hemos escuchado esta frase que deja en la juventud la ilusión de una sociedad más igualitaria, tolerante y equitativa en donde la convivencia pacífica tenga un lugar predominante. A pesar del importante llamado que se les hace a construir un futuro mejor para Colombia, no se observa que en el presente se les brinde las herramientas necesarias para que logren dicho cometido en el porvenir.
Es un hecho notorio que dentro de los múltiples problemas que aquejan a nuestro País, tal vez el más relevante lo constituye la desigualdad en el ingreso, que según, el Banco Mundial es la segunda mas alta de América Latina solo por debajo de Brasil y una de las más altas del mundo al punto que 2.681 clientes bancarios son los dueños del 58.6 de todos los depósitos en Colombia, mientras 44,6 millones de personas tienen solo el 2.4% de los depósitos bancarios, cifras estremecedoras que a leguas denotan la bomba social que tenemos en nuestras manos y que cada vez corre en su incesante conteo regresivo para explotar, lo que se refleja en las manifestaciones y bloqueos que vienen acaeciendo en Colombia en donde se ven involucrados diversidad de actores que protestan ante la desesperanza que los envuelve de ver un País con una mayoría cada vez más pobre y una minoría cada vez más rica.
Dentro de ese variado grupo de manifestantes, los jóvenes han jugado un papel primordial, al ver un presente que los relega, en donde no son escuchados ni tenidos en cuenta, pero por sobre todo al percibir que el futuro que les depara es un panorama aún peor si se tiene en cuenta que dos de las herramientas mas importantes para mejorar sus condiciones de vida no les son debidamente proporcionadas, no solo por el Estado, a quien por costumbre le achacamos todos nuestros males, muchas veces con razón y otras no tanto; sino también por la sociedad y la familia misma.
Esas herramientas no son otras que la educación y el trabajo, esta claro que los jóvenes manifestantes quieren que se les brinden mayores garantías de tener una buena educación que los ayude a romper el circulo vicioso creado por la pobreza y la posibilidad de ejercer una actividad laboral digna que les permitan alcanzar sus sueños de vida y poder construir una mejor sociedad. Lo que se ve truncado desde la base, debido a la enorme brecha generada por la desigualdad existente, en donde la mayoría de ellos depende del Estado para poder sacar adelante sus propósitos, mientras una minoría de ellos con todos los recursos a su disposición serán los llamados a perpetuar el “estatus quo” contra el cual luchan hoy.
Es necesario que el Gobierno y la sociedad en general escuchen lo que los jóvenes quieren decir, se les deben brindar los espacios de representación necesarios para que tengan la posibilidad de formar parte de aquellas decisiones que los afectan directamente y para ello se debe comprender que aquellos jóvenes manifestantes representan una Colombia multicultural y menos favorecida en la búsqueda de soluciones de fondo y sostenibles que ataquen de frente la inequidad social.
Es preciso comprender que no basta con establecer la gratuidad en la educación para los estudiantes con menores recursos, si ellos no pueden asistir a sus colegios y universidades debido a que deben salir a trabajar para generar el sustento necesario para poder comer y sobrevivir, no ganamos nada en dar por parte del Estado los incentivos necesarios a las empresas para contratar a los jóvenes sino es el propio empresario quien tenga el convencimiento de hacerlo. Es necesario comprender que, si queremos que nuestros jóvenes sean la esperanza de un mejor futuro, somos nosotros, hoy, quienes debemos brindarles las herramientas necesarias para poder lograrlo y así demostrarles que creemos en ellos.
