Opinion

EL PARTO DE LOS MONTES

Diego Castaño Nicholls – Economista – Pensionado del Banco Cafetero.

El plan de austeridad del gobierno ya está en marcha. Ya vio la luz el decreto 371 de 2021 que ahorrará al Estado miles de millones de pesos y con el cual, de paso, dará cumplimiento el presidente Duque a su promesa de campaña de eliminar gastos innecesarios y volver más eficiente al Estado. Sin embargo una rápida lectura y un somero análisis de las herramientas que se inventaron convierte el decreto en un sartal de palabras vacías  y de medidas que, dadas las múltiples formas para eludirlas que trae, no pasara de ser lo que siempre han sido estos decretos que los gobiernos emiten para dar cumplimiento a su infaltable promesa de campaña de reducir el gasto público: el famoso ratón que parieron los montes después de rugir aterradoramente. En buen número las medidas vienen acompañadas de sutiles fisuras por donde se meten los funcionarios para hacerle el quite al decreto. Démosle la vuelta y pongamos las prohibiciones en forma de autorización, pues en esto consiste el decreto: en el contrasentido de autorizar prohibiendo. Veamos unas cuantas:

Se podrá ampliar la nomina siempre y cuando su costo sea cero.

Se podrá contratar si hay revisión rigurosa del contrato.

Se podrán hacer toda clase viajes con dinero del contribuyente, pero en clase económica.

Siempre que sean estrictamente necesarias habrá horas extras, mantenimiento de inmuebles, suscripción a periódicos y revistas.

Se podrá cambiar de vehículo cuando tiene más de seis años.

Los esquemas de seguridad se reducirán en la medida de lo posible.

Y por fin una medida categórica: la prohibición de la publicidad con esferos, pocillos,  almanaques, etc.

Después de leer las sentencias el ciudadano queda atónito con la ineficacia de las mismas. Es más que una burla, es una falta de respeto que hace que uno se sienta un tonto al que intentan engañar de manera tan cínica. Hasta en el alto gobierno saben que responsables de ejecutar el presupuesto están siempre pendientes precisamente de esas premeditadas fisuras de las normas para irse por ahí evitando así violar la ley. Al fin de cuentas el gobierno cumple con dictar la norma y el funcionario con violar su espíritu, y una vez más el pueblo será burlado.

Hablar de revisión rigurosa, en la medida de lo posible, estrictamente necesario y frases por el estilo son enormes puertas que aprovechan los directores para continuar con el gasto en asuntos superfluos. Pero lo más desconcertante es que el gobierno central que dicta la norma es consciente de que esta será violada sin consideración de ninguna clase.

Pero de lo fundamental no dicen nada. Nada de reducir la descomunal burocracia del Estado, que entre más grande mas inoperante se vuelve. Su número, que sobrepasa el millón 200 mil empleados cuesta un altísimo porcentaje del presupuesto nacional, convirtiéndose así en uno de los más grandes subsidios otorgados por  la nación. Nada de reducir el congreso inoperante, ni la rama judicial con decenas de magistrados y numerosas cortes que no hacen ni pronta ni cumplida justicia, lo que ha llevado a que la población este recurriendo a ejercerla directamente. Nada dice de la corrupción en los contratos, la peor y más grande válvula por donde se fugan los dineros ciudadanos. Nada dice del gasto militar, ni de las pensiones que se llevan cada año diez y ocho billones o más del presupuesto nacional, equivalente al setenta por ciento de la reforma fiscal que habrá de hacerse este año. Es en estos campos donde hay que introducir austeridad, no ahorrando en tiquetes aéreos, pocillos y almanaques.

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