Opinion

¡PENSILVANIA! (Segunda parte)

Por: Mario Arias Gómez.

¡PENSILVANIA!, caleidoscopio de sorpresas, donde desplegué por primera vez las alas de la libertad; comencé la experimental aventura existencial, donde aspiro que consumado el efímero, oxidado, transitorio periplo vital, mis cenizas se esparzan en su campiña, a efecto de seguir -como dice la canción realzada por Mercedes Sosa- “cantando al sol, como la cigarra después de un año bajo la tierra, igual que sobreviviente, que vuelve de la guerra”.

Sus primitivos lugareños, fueron los indígenas Pantágoras, descendientes de los Caribes; exterminados en la conquista española. Aparecen entre ellos, Baltasar Maldonado, emisario de Gonzalo Jiménez de Quezada y Álvaro de Mendoza, plenipotenciario del Mariscal, Jorge Robledo, quienes arribaron entre 1540 a 1550, ávidos de oro, de feraces terrenos, fracasando en su intento por colonizar, dado lo indomable, agreste y salvaje de estos, los cuales duraron 300 años deshabitados.

Maníacos, libidinosos, insaciables comisionados -de pipis alegres, hiperactivos- dedicados a ‘someter’ -sin pudor- a las provocativas indias, sustituidos en 1860, por comerciantes llegados desde ‘Antioquia la Grande’, en busca de un camino más corto entre Salamina y Honda, dando nacimiento al seductor, reluciente emporio, convertido en municipio el 18 de diciembre de 1872, con una extensión de 523 kilómetros cuadrados y sus límites fijados por Decreto. Entre los ‘Padres Fundadores’, están Isidro Mejía y Manuel Antonio Jaramillo -entre otros- siendo Presidente del Estado Soberano de Antioquia, Pedro Justo Berrío.

Alzo enfervorizado la copa para brindar en este nuevo aniversario, por la ancestral posada, como hace 55 años lo hice, veinteañero, rebosante entonces de energía, vitalidad, vigor -que imaginaba interminables-, al llegar comisionado por el Instituto de Radio y Televisión Nacional, que participaba del Centenario, magna conmemoración, siendo Alcalde, Otto Aristizábal y la linda e inteligente, Selma Ospina Gómez, su reina, hija del prominente e intachable Juez promiscuo, Bernardo Ospina+.

Celebración de la que quedó un registro fílmico, cedido por el suscrito a la ‘Casa de la Cultura’, a través del alcalde, Darío Ramírez Gómez, quien, en forma indignante, injuriante lo desapareció, por arte de magia. Ejemplar irresponsabilidad por la que debió responder, si no penalmente, sí disciplinariamente, pues el inédito documento histórico -único-, oficialmente lo recibió en la Capilla del Colegio, el 13 noviembre de 2010, en acto solemne, público, pasando a hacer parte del inventario oficial de la Alcaldía. Requerido el respecto, no dijo: esta boca es mía. Templo del saber -presidido entonces por Germán Arcila- que conmemoraba el cincuentenario de la promoción de bachilleres (1960) de la que hice parte.

Reliquia que recoge parte de la memoria colectiva de ¡PENSILVANIA!, y que pongo nuevamente a disposición de los interesados en evocar los antepasados, antes que el paso del tiempo -in articulo mortis- termine por desgastar por completo, el mármol de sus tumbas, o el corrosivo polvo del olvido las cubra. Coterráneos de postín que podrán recordarse en el link que aparecerá en un nuevo número de la ¡Revista PENSILVANIA!, convertidos -la mayoría- en “polvo camino a las estrellas”, como un político peruano describió la muerte.  

Ejemplifican la galería de inmaculadas, esclarecidas celebridades: el cimero, Milciades Cortes+, los eminentes, Hermanos Gonzalo Carlos+, Estanislao Ruíz+ (Luis María Rodríguez Francia -Lumaro Franco, seudónimo), rector del Colegio (1955). Depurados, lustrosos intelectuales, imbuidos por espíritu cívico de servicio, cabal patriotismo, sindéresis. Ejemplos a seguir.

En representación del semillero de bachilleres, destaco la brillante, descollante, elogiosa ‘Promoción de oro’ de los primeros bachilleres, encabezados por el destacado, encumbrado neurólogo, Gerardo Aristizábal, ‘Premio nacional de Ciencia (1972), ‘Alejandro Ángel Escobar’, uno de los galardones científicos más honoríficos de Colombia, no sólo por la excelencia de los enaltecidos, sino por el rigor de los jurados encargados de adjudicarlo.

Completan el mosaico: El General (E) Ubaldo Franco+; Alfonso Salazar+, Jaime Zuluaga+, Hernán Ramírez+ (‘Pezuñita’), quienes se nos anticiparon en el viaje eterno, Guillermo Hincapié; Duván Murillo; Hernando Jiménez, Carlos Navarro.

En lo social, la galería de honor la conforma una pléyade de prohombres, paradigmas de valores cívicos al servicio de la causa del paisanaje.  Entre las excepcionales, proverbiales figuras, nombro -no sin antes pedir excusas a quienes por olvido involuntario no menciono-:

Juan B. Escobar e hijos (Alberto, Ramiro; Mario, Alonso), Oscar Iván Zuluaga (nieto); Tulio, Rufino y Olegario, Javier, Rodrigo Ramírez (Gaspar); Roberto Estrada (médico), Pedro Ruiz, Bernardo Herrera, Urbano Ruiz, Félix Arias, Fortunato Zuluaga, Ismael ‘Maelo’ Ramírez, Leonor-esposa; José Alarcón (educadores); Marita, Germán, Emilio Gallo; Moncho Franco; Rómulo Jaramillo y su esposa Rosario; Abraham, Samuel, José, Arnoldo y Jorge Salazar (Chamique); Pablo Emilio Duque; Pompilio Gutiérrez; Roberto Cardona (‘Buñuelo’); Alpidio Ramírez; Leonidas Estrada; Aurelio Hoyos; Tiberio, Luis (‘El chato’) Aristizábal; Manuel, Ramón, Jaime, Gustavo López (Ñero) y esposa, Isabelita Escobar. Luis Carlos Hoyos y esposa Candelaria Escobar; Antonio y Obed Ramírez; Tito Ospina; ‘Toño’ Gómez; Vicente Hincapié; ‘Pacho’ Hoyos; Eduardo ´picarito’ y Ramiro Aristizábal; Lalo Gallo; Darío Maya.

Bogotá, D. C. 06 de enero de 2021

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PD: Segunda parte -de cinco- del artículo preparado para la Revista ¡PENSILVANIA!

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