Opinion

LA LEY 1864 Y SUS CONSECUENCIAS   

José Ferney Paz Quintero

Por: J. F. Paz – Exmagistrado / Consultor. – Presidente Tribunal de Control Ético del partido liberal colombiano.

Al entrar el país en una especie de etapa preelectoral, conviene recordar aquellas conductas que atentan contra el proceso eleccionario y sus efectos, destacándose la ley 1864 del 2017 que modificó los tipos penales con el sano propósito de obtener unas limpias votaciones de capa caída en las últimas elecciones, incrementando las penas y multas, así como creando nuevas contravenciones.

Una verdad de a puño. En Colombia existe una desconfianza desmedida en las instituciones encargadas del proceso electoral, con reformas anunciadas, como la frustrada en materia política, con hundimiento la semana pasada en el Congreso que demuestra la ausencia del poco interés del gobierno como de la clase dirigente por modernizar la política colombiana.

Influye  en ese factor de desconfianza la crisis de los partidos, con la salvedad de los esfuerzos programáticos  de la corriente liberal a  nivel de las bases populares, con seminarios y talleres a lo largo del año, destacándose el programado por el Tribunal Nacional de Control Ético de dicha colectividad para el próximo 11 de diciembre como cierre del año político, donde participará   el director del partido ex presidente Gaviria y connotados politólogos de la talla académica   de Fernando Cepeda Ulloa, Pablo Cáceres Corrales,  David Roll Vélez, Rodrigo Llano, con temas que  aluden  al fundamento  liberal, su fortalecimiento, y aspectos de la actualidad nacional como internacional.

Como no aludir al clientelismo, a la corrupción y poderes armados ilegales que han capturado las elecciones en amplias zonas del país para sí, imponiendo sus voceros, sectores que aún perduran, aunque se quiera desconocer ese grado de intimidación y miedo electoral.

Reconocer que todas las fallas que se le endilga al sistema electoral colombiano generaron una frase de un Procurador de la época, la que sigue vigente, cuando expresó “que con el actual sistema electoral era imposible hacer elecciones limpias en Colombia,” han pasado varios años de esa lapidaria frase y nada se ha  hecho por corregir  las falencias  que presenta   la actual estructura.

Lo que tenemos es perverso, duele reconocerlo e irrespetuoso con el ciudadano, que en ultimas desconoce la suerte de su voto, si es que se lo contabilizan.

Como la esperanza es lo último que se pierde, confiemos que los certámenes electorales venideros sean diáfanos, respetando la voluntad del elector, con la lupa puesta en esos agazapados dirigentes que posan de estadistas en Bogotá   y que han convertido la política en sus respectivas jurisdicciones.

ADENDA UNO: Para unas elecciones trasparentes el Estado debe garantizarle al ciudadano votante que: no se dé el constreñimiento, ni el fraude al su fragante, perseguir el voto fraudulento como la alteración de los resultados electorales, la trashumancia, la compra de votos, de común ocurrencia en ciertas zonas del país, la financiación con recursos prohibidos, la mora en la entrega de los resultados electorales para que no se siga votando después del cierre de las urnas.

ADENDA DOS.  Todos estos temas  deberían estar  consignados en una verdadera reforma electoral, con un consenso político  alrededor de la misma,  a diferencia de la que se  tramita  llena de   orangutanes, nómina  burocrática, facultades extraordinarias al gobierno, eliminación de  las inhabilidades  disciplinarias para ser elegido,  algo de por si inaudito e inconcebible  que atenta  contra la moral  política administrativa, tema  sobre los cuales   hay un silencio  del gobierno, la dirigencia política y del actual Consejo Electoral, corporación  objeto  de  cuestionamientos   por parte de la opinión  pública  la que requiere reformas sustanciales para unos, su eliminación para otros, con la creación de una  Corte  electoral independiente y autónoma.

Razón  le asiste al  columnista Vargas Lleras, al denominar lo que se tramita en el Congreso como un “ADEFESIO, que significa, “algo  feo, ridículo o extravagante “.

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