Por: J. F. Paz – Exmagistrado / Consultor. – Presidente Tribunal de Control Ético del partido liberal colombiano.
En términos jurídicos significa innovar, cambiar o darle nueva forma a algo, en su acepción puede entenderse como modificación, variación o corrección.
Cierto es, que el sistema político electoral colombiano es añoso, con una vigencia de más de 34 años, no brinda las garantías necesarias de transparencia, donde los certámenes electorales terminan cuestionados, con mantos de duda, la manipulación del voto es la constante, desconceptuando lo que debe entenderse por democracia, con un Consejo Nacional Electoral donde sus integrantes actúan más como una corporación política, siendo esto un grave error, de allí la importancia de “despartidizar“ a esa célula electoral para que desarrolle una labor con total y absoluta independencia o se cree una verdadera Corte electoral como se ha venido proponiendo por voceros de la diligencia política.
Se discute una reforma electoral en el Congreso de manera virtual, sin que se conozca por parte de la opinión los cambios que se proponen, ajena al debate público, a excepción de algunos reportajes en medios, sin desconocer que el país requiere de un sistema electoral que le devuelva al votante la confianza perdida por su vulnerabilidad frente al fraude y los actos de corrupción para favorecer a uno u otro candidato o grupo político, actos asociados a la compra de votos, al trasfuguismo, la trashumancia, la utilización exagerada de grandes sumas dinero en las campañas políticas, donde el retorno es la contratación oficial.
La verdad de lo dicho se resume en que el país requiere de una reforma que le permita combatir la alta abstención, la apatía electoral, la desconfianza en las elecciones, donde los muertos no sigan votando, en los partidos, por los desvaríos de algunos sus miembros, vicios estos que deben ser erradicados como sustento de la supervivencia partidista.
La pregunta que ronda para la eficacia de esa reforma electoral sería la de propiciar a fondo una reforma política para que la nueva legislación electoral se adecué a los cambios de esa reforma, pensaríamos que es lo más lógico por cuanto allí se tocarían temas referentes con la activa participación ciudadana, organización y funcionamiento de los partidos, el ejercicio de la oposición, el sistema electoral, el voto electrónico, financiación de las campañas entre otros asuntos buscando eliminar la actual disfunción política por la que atraviesa el país.
Cierto es, que el sistema electoral presenta falencias, un descontento general con el marco normativo existente, requiriéndose adaptarlo a la realidad social existente, donde se imponga como prioridad la defensa del derecho al voto, considerado como igual, es decir, cada voto debe tener el mismo valor, sin importar quién sea el elector, fortaleciendo los partidos políticos como actores principales de la democracia colombiana.
Regresar por el respeto de la decisión popular, libre de presiones, intimidaciones, donde impere la transparencia, con menos cortes de luz en el escrutinio nacional.
ADENDA. ¿Estará Colombia preparada para el voto virtual, con el voto por internet?, como parece ser se contempla en el estudio de la llamada reforma electoral que se discute por la plataforma Zoom en el Congreso de la Republica.
¿Hasta qué punto es conveniente para la transparencia electoral eliminar la ley de garantías, que bien o mal ha servido de dique para controlar la corrupción estatal?
De plácemes deben estar los promotores de esta idea acolitada por el gobierno central en el evento de ser aprobada, que les permitirá seguir jugando con el erario en beneficio propio o de unos pocos.
Cómo en e l proverbio popular: De mal en peor.