Opinion

EL FANTASMA DEL COVID-19

Por: Moisés García Higinio.

¡Atención Manizales y Caldas!: El Fantasma del COVID-19 anda suelto y la principal amenaza no es el contagio social, sino la irresponsabilidad institucional para atender y gestionar a sus presuntas víctimas tanto directas como colaterales.

Hace pocos días tuve la desfortuna de engrosar las estadísticas de víctimas del COVID-19, con mi amada madre de 74 años, mujer fuerte y saludable quien en los tres últimos meses sufrió deterioro de salud a causa de Anemia crónica, con prediagnóstico de leucemia mieloide. Situación que luego de innumerables teleconsultas y postergación de citas con especialistas por la disculpa de pandemia, nos obligó a internarla de urgencias en la Clínica Versalles para procedimientos de transfusión sanguínea.

En algunos casos, los pacientes con deficiencia en circulación, pueden presentar espacios de insuficiencia respiratoria aunado a cuadros febriles por flebitis generada a causa de un mal funcionamiento del sistema sanguíneo; no obstante, ante la paranoia del COVID, los síntomas hicieron pensar antes que nada en la activación de protocolos anti COVID, pese a que mi madre en dos pruebas previas (Una domiciliaria y otra hospitalaria), ya había resultado negativa para el temido virus, dando al traste con citas y valoración de especialista en hematoncológica para buscar tratamiento prioritario a su sospechada leucemia.

Pero cómo el que busca encuentra y, tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe, fue inevitable que mi madre luego de ocho días de hospitalización resultara diagnosticada “positivo para COVID- 19”, situación dudosa y, de ser así no cabe duda de que fue contagiada en la misma Clínica. Con lo que ya imaginarán en esta “crónica de una muerte anunciada”, en medio de protocolos y restricciones pavorosas que obligaron no solo a mi madre, sino a otros integrantes de mi familia a internarse en la agobiante y temida área roja del COVID ubicada en el Segundo Piso, bloque B de la desprestigiada y deshumanizada IPS Clínica Versalles.

Mi madre fue confinada ante su propia incredulidad y reticencia por el temido virus, el cual siempre eludió con excesiva pulcritud, con firme certeza de abuela y en plena lucidez que su fiebre como la había manifestado la internista el día anterior, obedecía a su flebitis y, su afección respiratoria correspondía con su falta de oxígeno en la sangre; no obstante, ante el discriminatorio tratamiento de los funcionarios de salud de la clínica, quienes por intermedio de un citófono le hacían seguimiento a sus síntomas con la temeraria advertencia que: “si se sentía agotada para respirar, debían internarla en un cuidado intensivo”, situación que no resulta halagüeña para ningún ser humano.

Con lo ya expresado, en medio de este “arduo viacrucis” con el que mi madre puso a prueba su resistencia, en espera de su tratamiento hematológico y toracentesis para drenaje de derrame pleural diagnosticado desde días atrás, antes de la distracción del COVID, procedimientos médicos que con seguridad mejorarían su oxigenación sanguínea, las fuerzas solo le fueron suficientes hasta la mañana del 15 de octubre, cuando a causa de un paro cardio-respiratorio, falleció ante la indiferencia humana, en medio de ese fantasmal escenario de la habitación 205 B, sin más compañía y asistencia que la de mis dos hermanas quienes con impotencia, debieron evidenciar la tardía reacción médica y la activación del código azul para salvar su vida.

No resulta necesario mencionar los detalles posteriores en trámites funerarios, matizados por la frialdad e indiferencia del duelo frente a un ser querido rotulado como contaminado por COVID, de quien sólo se permite apreciar la carrosa fúnebre a la distancia en su recorrido al horno crematorio, para el día siguiente recibir en cenizas al ser amado que un día antes, lograste apreciar con vida en espera de la diligencia médica para, sino aliviar plenamente su enfermedad de base, al menos propiciar calidad de vida y lo mínimo esperado por todo ser humano, “una muerte digna”.

Pero la irresponsabilidad y desconcierto, no se queda solo en el manejo hospitalario de los supuestos pacientes diagnosticados por COVID, a ello se suma la nula atención y seguimiento de la EPS Salud Total y entidades de salud municipales y la misma territorial de salud de Caldas para con los parientes, contactos estrechos de una supuesta víctima del mortal virus.

Pasada una semana de la muerte de mi madre, como es de asumirse en un acto de bioseguridad y responsabilidad social, toda la familia y especialmente aquellos que estuvimos confinados al cuidado de nuestra madre en al área COVID de la Clínica Versalles (foco de la infección), hemos camuflado nuestro duelo guardando prudente aislamiento entre tanto las respectivas EPS, nos realizan las pruebas.

Los que por fortuna contamos con EPS distinta a Salud Total, ya fuimos certificados con prueba negativa, otros miembros de la familia adscritos a Salud Total se encuentran en espera de los resultados y, un familiar, hace cinco días recibió un frío correo electrónico de resultado positivo, sin asomo de acompañamiento médico para orientar tratamiento y lo peor, al solicitar cita a Salud Total, le agendaron para ocho días después.

Caso más desconcertante ocurre con mi hermana, quien sostuvo a mi madre en brazos a la hora de su muerte, mujer desempleada y sin seguridad social, de quien se espera que como población pobre no asegurada (PPNA), debe ser atendida por cuenta de la Secretaría de Salud o Territorial de Salud. Ocho días después de notificado el caso, con el nefasto incidente de víctima mortal por COVID-19, no había sido contactada por las autoridades sanitarias para la realización de prueba.

Frente a esta cronología de infortunados hechos y apartado un poco de mi situación familiar, lo cual humanamente ya no tiene solución, me impulsa además de mi dolor e impotencia, mi preocupación por las acciones de gestión institucionales para una efectiva administración y control de esta pandemia, por lo cual, dejo a disposición de la opinión pública y de manera especial, a las instituciones competentes las siguientes reflexiones e interrogantes:

1. El fantasma del COVID anda suelto y con temida libertad en las áreas de urgencias y pasillos de la Clínica Versalles de Manizales.

 2. La EPS Salud Total en Caldas es ineficiente e indiferente para contratar y expone a sus afiliados a la atención por parte de una de las Clínicas más desprestigiadas de Manizales.

3. ¿Qué tipo de seguimientos existen por parte de los organismos de control y autoridades de salud para la verificación y supervisión de las posibles o supuestas víctimas de COVID con tratamiento hospitalario?

4. ¿Habrá algún afán o interés maquiavélico por el diagnóstico por COVID-19 y su consecuente internación en salas UCI, habida cuenta los rubros dispuestos para IPS o EPS para su atención?

5. ¿Qué tipo de seguimiento y/o acompañamiento médico y psicológico se realiza tanto por parte de las EPS y autoridades de salud a las personas diagnosticadas como COVID para su tratamiento en casa?

6. Las víctimas mortales de la pandemia COVID-19, no sólo se miden por los pacientes diagnosticados como positivos, o por la ocupación de UCI, sino también por aquellas otras víctimas colaterales desatendidas o postergadas en sus tratamientos por otras enfermedades.

7. Despierta Manizales y Colombia, el COVID es una realidad, debemos respetar y acatar los protocolos de bioseguridad, pero también debemos exigir que ante su fantasmal existencia no se vulnere ni afecte la prestación de otros servicios vitales en salud.

Email: [email protected]

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