Por: J. F. Paz – Ex magistrado / Consultor.
La crisis sanitaria ha puesto de presente aspectos de la vida nacional, que si bien eran conocidos por una parte de la sociedad se han hecho ostensibles en el momento actual, demostrando una desnudez en la parte social, el abandono del campo, la crisis de los partidos, la hospitalaria, la educativa con la deserción escolar a bordo, como la total desprotección de los líderes sociales abandonados a su propia suerte.
A la lista anterior, súmesele la corrupción que hace metástasis en la estructura institucional, una justicia disminuida en cuidados intensivos, una reforma política y electoral en el congelador oficial, con una gran verdad; el actual sistema no garantiza la pureza en el sufragio; los hechos tanto del pasado como los recientes lo demuestran.
Momento para reflexionar sobre la suerte futura del país, donde la cúpula de gobierno solo piensa en reformas tributarias, con gravámenes e imposiciones a una población que tiene que soportar un sinnúmero de impuestos tanto nacionales, como departamentales, distritales y municipales, haciendo de Colombia el tercer país con mayor tributación, siendo una nación alcabalera por naturaleza, donde la clase media es la más afectada por esos abusos tributarios.
Se ha sostenido que el desencanto democrático se da por parte de la ciudadanía, cuando se desconfía de los partidos convertidos en clanes familiares, de su clase dirigente, la sensación por parte del elector que no votar no repercute en sus intereses, en sus proyectos de vida, comprobado en esta época de pandemia, donde tanto la rama legislativa como la judicial han permitido un gobierno libre de control, en donde la cabeza del ejecutivo viene dominando la totalidad de las actividades individuales, ni interesado en la separación de poderes.
Cierto es, que la política es necesaria e imprescindible para canalizar las ideas de beneficio colectivo, pero sino se practica como un servicio público, de manera trasparente, con respeto al contrincante, con amplia participación de las bases por cuanto es su fuente primaria, entonces se convierte en el juego de unas maquinarias que solo buscan perpetuarse en las órbitas de poder.
Son los vicios de la desgastada política que tanto daño le ha hecho a nuestra débil democracia.
ADENDA UNO. VERGÜENZA, es la palabra que podría definir los lamentables episodios por los que atraviesa la justicia en donde los protagonistas centrales han sido tres ex presidentes de la Corte Suprema de Justicia, siendo el ultimo de ese grotesco cartel de acuerdo con comunicado de la fiscalía general de la nación el señor Camilo Humberto Tarquino Gallego, por la supuesta participación en el direccionamiento ilícito de procesos judiciales.
Cuando la corrupción permea el sistema judicial, se ingresa a unos factores de desconfianza, pecado este que no puede permitirse en una justicia que, como la colombiana carga ya de tiempo atrás un lastre de su ineficiencia histórica.
ADENDA DOS. Que interesante sería que esa protección patriarcal estatal que se le estaba otorgando a los adultos mayores , con violación de principios superiores, como la libre locomoción, la igualdad, libre desarrollo de la personalidad y otros más protegidos por la vía de tutela, se extendiera a la gran cantidad de líderes sociales, unos asesinados, otros con amenazas constantes para ejercer sus actividades.
Frente a lo anterior, solo campana neumática por parte del gobierno, con un fiscal dedicado al turismo familiar en época de pandemia, guardando silencio investigativo en aquellos casos que comprometen a personajes de su círculo político.
Pero bien, la responsabilidad no es tanto del fiscal, es de la Corporación que lo eligió, Corte Suprema que debe responder por “la culpa in eligiendo”, o sea la falta de cuidado en la elección de quien llevaría la representación de tan importante cargo judicial, hoy cuestionado por la opinión pública.