Por: J. F. Paz – Ex magistrado / Consultor.
A propósito de la negativa de un patrullero de la policía nacional de no cumplir con una orden de desalojo a unas familias cuyo único pecado es la de ser pobres y menesterosos, conducta para unos acertada, para otros de desobediencia, conviene analizar lo justo de lo injusto para que se pueda hablar de una justa justicia, la que no se daba en esa directriz que terminó con el fallido desahucio en contra de unas desarraigadas víctimas de la violencia, que hacen parte del batallón de colombianos que deambulan por las poblaciones y centros urbanos, patentizándose la ausencia de una política clara de vivienda por parte del Estado, que origina las invasiones de tierras.
Lo justo es un derecho humano fundamental, adminiculado al concepto de justicia, respeto a los derechos humanos, los que quiso amparar el patrullero Zúñiga en favor de esas desalmadas familias, vulneradas por la orden superior.
¿A qué autoridad judicial, o de policía se le ocurre ordenar un desalojo en esta época de crisis sanitaria, cuando el mismo gobierno nacional expide decretos de emergencia prohibiendo los lanzamientos? ¿La razón de un desalojo en época de pandemia, sin medir las consecuencias sociales de la medida? La lógica indica que quienes deben ser investigados deben ser aquellos que impartieron la orden primigenia, por trasgredir un decreto presidencial, como el mando policial que trasmite la decisión conocedores que la misma va en contravía de los decretos legislativos expedidos por su superior jerárquico.
La actitud asumida por el policial debe ser considerada como ejemplar, al defender los derechos de unas humildes familias, al negarse a cumplir en su leal saber y entender con una orden injusta, por cuanto apeló a su lógica personal, sin importar el planteamiento legal.
El Estado, como los gobiernos deben estar al servicio de las leyes, pero sin utilizar las vías de hecho, justificando acciones contra legis, no es el procedimiento de una Nación que se dice social de derecho, salvo que esta pandemia sea la excusa para tratar de buscar un cambio en la estructura política que ha caracterizado al país ante la cascada de medidas gubernamentales, sin control político como jurídico alguno.
Sea la oportunidad para recordarle a los que detentan el poder, el principio universal: “las normas promulgadas conforme al ordenamiento y socialmente eficaces pierden su carácter jurídico o su validez, cuando son injustas.”
ADENDA: 1.- Como grotesca violación a normas superiores, el Concejo de Bogotá aprueba a través de un Acuerdo medidas para desincentivar las corridas de toros, arrogándose unas facultades que corresponden al Congreso de la República, desconociendo de plano la ley 916 de 2004, ”por el cual se establece el reglamento nacional taurino”, donde se detalla la forma como trascurre una tarde de toros, que incluye la faena de capa, la vara en la que se monta la puya, el tercio de banderillas, los rejones, la faena de muleta, el estoque y muerte del astado.
Fuera de ese marco legal la Corte constitucional ha reiterado el respeto por las corridas en aquellos municipios donde esa práctica tuviera un arraigo cultural, desconociéndose además el ordenamiento jurídico del país, donde la ley como las jurisprudencias están por encima de los Acuerdos municipales, bien definido para conocimiento de los votantes en la pirámide del profesor Hans Kelsen, seguramente desconocido por quienes fungen como concejales de la capital, que no es otra cosa que la forma en que se relacionan un conjunto de normas jurídicas, y la principal forma de relacionarse éstas, dentro de un sistema es sobre la base del principio de la jerarquía normativa.
Un llamado de atención por parte de la Corte constitucional para quienes desconocen A SABIENDAS sus fallos judiciales, pudiendo estar incurriendo en faltas disciplinarias.
2.- QUE REGRESEN LOS ADULTOS MAYORES AL MANEJO DE LOS ASUNTOS PÚBLICOS. Ante el dogmatismo, la soberbia, la arrogancia sin fundamento alguno, ínfulas de poder, las vanidades de muchos jóvenes que llegaron al manejo de la administración pública, la mayoría sin la experiencia requerida para asumir esos retos que otorga la democracia, no sobra recordar al maestro José María Eca de Queiroz, quien nos dio una dimensión de la política y de los políticos:” LOS POLÍTICOS COMO LOS PAÑALES DEBEN CAMBIARSE CON FRECUENCIA Y POR IDÉNTICAS RAZONES“