Opinion

‘Los virus que en el mundo han sido’ (Primera parte)

Por: Mario Arias Gómez

A lo largo de la historia, la plaga o peste (asumidas como sinónimas), entendida la primera -genéricamente- como masivo flagelo de una población animal o vegetal; la segunda, tenida -específicamente- como azote generador de gran mortandad.

Hace más de cuatro mil millones de años, el mundo gira en torno a los virus, los cuales se toman -en lenguaje corriente- como homólogos de bacterias, gérmenes, microbios, en especial de miasmas patógenas, que han sido, son una de las grandes, inevitables, ineludibles pesadillas de la humanidad.

Los virus (que hacen referencia al veneno o alguna sustancia nociva), difieren de las bacterias y de los demás organismos, al no estar compuestos de células; siendo mucho más pequeños -casi invisibles-, cuyo tamaño viene a ser el de una molécula incapaz de originar -por sí sola- una vida independiente, pues solo logra reproducirse dentro de la célula, siendo clasificado como parásito, cuyo daño pasa a veces desapercibido, muchas veces, en otras, producen afecciones a la salud.

Los virus no respetan fronteras, desde tiempos inmemoriales han acompañado la existencia humana, ejemplificado ahora con el súbito CORONAVIRUS (covid-19), sobrevenido en atroz, letal, impensada pandemia, de la que se tenga noticia histórica, universal, transferida -al parecer- del murciélago al camello y de este al humano. Epidemia que deja entrever un insospechado, incierto, perturbador, turbulento mañana, asumido por algunos como predestinado, dejando en claro la fragilidad, lasitud, vulnerabilidad de la vida; la certeza de que el imperioso ser humano no es imprescindible, indefectible, irreemplazable, perenne.

Exasperante situación escrutada desde la antigüedad por historiadores como Tucídides (460-396 a. C. (¿?)); Heródoto (484-425 a. C.); Dante (1265-1321); Bocaccio (1313-1375); Stevenson (1850-1894; Thomas Mann (1875-1955); Albert Camus (1913-1960) y otros. Preexisten memorias desde la Edad Media, sobre los antídotos, plagas medievales, venenos; avanzados estudios sobre el beriberi, el escorbuto, la pelagra (deficiencia dietética). Es célebre el relato de Tucídides, sobre la epidemia de Atenas (siglo V antes de Cristo) al inicio (año 431) de la guerra del Peloponeso, quien aseveró que el brote germinal ocurrió en Etiopía y Egipto, discutiéndose aún qué mató al 25 % de los atenienses: si fue un brote de sarampión, de tifo o de viruela. Nian-se-sabe.

“La malaria junto con muchos otros factores, jugó primordial papel en la caída de la antigua Roma. La viruela, en la Gran Bretaña, acabó con la dinastía de los Estuardo. El ejército de Napoleón, no fue diezmado -como se piensa- en Rusia en el campo de batalla, sino que lo aniquiló el tifo y la disentería.” (Frank SNOWDEN- Traductor LUIS MEJIA, investigador social, Doctor en derecho y economía).

Según el intelectual canadiense, McNeill (1917-2016), la enfermedad en el Mediterráneo, fue la sucesión de un brote de ‘sarampión’ y ‘viruela’, apodada ‘antonina’ que, según Marco Aurelio ‘el sabio’, los culpables de la expansión fueron los cristianos del imperio romano, que mató incluso al emperador Lucio Vero, en el 169, después de Cristo. Entre el 249 y 266, siguió la ‘peste cipriana’, llamada así porque fue San Cipriano, obispo de Cartago, uno de sus principales testigos y acaso, su mejor narrador.

En el siglo VI de la era moderna -tiempos del emperador Justiniano- se propagó desde la China hasta España, la llamada -simplemente- ‘peste’, que se atestigua llevaba mucho tiempo circulando por el Asia central y la India, pasando de Alejandría a Constantinopla, y de allí a Europa toda.

La apocalíptica ‘Peste Negra’, mató en el siglo XIV a un tercio de la población mundial; tiempo en que Italia fue el principal actor de la crisis de Occidente, rumoreándose que era fruto de alguna maldición proveniente “de Oriente”. Siete siglos después, especialistas, eruditos, historiadores, siguen sin ponerse de acuerdo sobre si esta provino de África, Mongolia o China, desde el siglo XIX comprometida como foco de los graves males que han asolado el planeta, que tras de sí, ha dejado dispersos millones de fallecidos.

En el siglo XIX aparece la ‘plaga bubónica’ o ‘peste levantina’; bacilo presente en las ratas negras, transmitido a las pulgas que las habitaban; bichos que mordían a los humanos, infectándolos ipso facto. Esta, como la fiebre amarilla en Suramérica, infectó a más del 60 % de la población, mediante la transmisión (zoonosis) de microorganismos de animales domésticos y silvestres.

Un examen “in extensum” del inagotable tema en comento, es imposible de concluir en el espacio de una columna, el cual -con la indulgencia de los lectores- concluiré con dos entregas más.

20/05/2020

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