Opinion

LA VIDA DESPUÉS DEL VIRUS II

Por: Hernando Arango Monedero, empresario, ingeniero y abogado. Se desempeñó como Representante a la Cámara, Alcalde de Manizales y Director General del SENA.

Por supuesto, el virus pasará, no cabe duda, pero sus efectos quedarán para siempre sobre la sociedad, y entre los efectos que nos acompañarán están los que tendremos sobre el trabajo, sobre las modalidades del mismo, sobre el control del desempeño de cada trabajador, no importando que sea burócrata u operario de máquina. Los docentes y sus pupilos tendrán cambios también en el desarrollo de la enseñanza y en el aprendizaje. La democracia y la economía tendrán también cambios profundos ya que, al final, entenderemos que el poder podrá ser invasivo en extremo y podrá controlar las actividades de los asociados.

Para hoy, cuando apenas se asoma sobre nosotros la amenaza del mal, estamos tomando medidas para ayudar a quienes se muestran más desvalidos en la emergencia. La simple, pero trascendental medida de que los ciudadanos permanezcamos en casa ya trae grandes retos. Muchos, quizás más de los que imaginamos, requieren de ayuda y esperan con temor el día que llega. Algunos porque viven de las tareas que desempeñan en las calles en labores simples. Otros porque desarrollan negocios que necesitan de la demanda de quienes no pueden salir a las calles. Muchos porque su quehacer depende de empresas que en su gestión necesitan de sus servicios especializados. Más allá, está el empleado que espera que su jefe venda servicios o productos para poder pagarle su salario. En fin, siendo como somos una cadena de interdependientes, la parálisis de las diferentes actividades para contener la expansión del mal, traumatiza a toda la sociedad.

Esa detente desajusta todo el aparato social, al Estado mismo. Los gobernantes acuden a los recursos que a su mano encuentran para paliar las necesidades básicas de todos, principalmente de las personas más desfavorecidas. A los estratos 1 y 2 les disponen auxilios monetarios y de alimentos. De alguna manera buscan alivios para los estaros 3 y 4 congelando los servicios públicos y dando plazos para el pago de los mismos y permitiendo el uso de recursos destinados a otros fines. Los gobernantes suponen que los estratos 5 y 6 pueden defenderse y tienen recursos suficientes para soportar sin afugias la cuarentena, quizás olvidando que entre esos estratos también hay carencias derivadas de la inactividad de los profesionales y que, en esas esferas hay los llamados pobres vergonzantes. Se olvida también que hay quienes deben soportar emprendimientos que requieren recursos para hacerlos llegar a quienes de ellos dependen.

Oímos que la economía tendrá grandes retos en el futuro y requerirá de inyecciones ingentes de recursos monetarios, cosa que es cierta y en la que todos los países están comprometidos. Pero lo cierto, lo fundamental, es que esa economía global, o nacional si se le quiere llamar así, es la resultante de las economías pequeñas. La economía del que vigila autos. La economía del que vende tintos o frutas. La economía de lustrabotas. La economía del que vende vituallas en las calles. La economía del que tiene un pequeño restaurante. La economía del que tiene una pequeña o mediana empresa. La economía del que vive de una casa arrendada. En fin, todos, todos tenemos un espacio en esa economía pequeña de la escapan solo algunos, los más poderosos económicamente. Esa economía, la de todos, no podrá soportar, como lo sugiere algún gobernante impulsivo, una cuarentena extremadamente larga y la sociedad tendrá que tomar las medidas necesarias para que quienes tengan que trabajar lo hagan con las precauciones necesarias, aceptando que podrán enfermar, cierto es, pero que podrán recuperarse con los cuidados necesarios. No hay duda que los mayores tendremos que permanecer aislados, y de esa manera cuidarnos.

Es evidente: La epidemia cobrará vidas, pero la sociedad toda tendrá que aceptar eso, y buscar cómo no padecer más allá de lo que hasta ahora ha debido hacer en defensa de la vida.

Las epidemias siempre han sido traumáticas. En 1.920, la última, cobró algo así como 50 millones de vidas cuando la humanidad era de1.750 millones de habitantes. ¿Que podremos esperar ahora cuando somos 7.700 millones de habitantes?

Manizales, abril del año de la peste China.

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