Opinion

Secuelas del paro

Por: Mario Arias Gómez

La imperdonable muerte de Dilan Cruz, será el baldón que cargará el arrinconado, sordo, ciego, mudo, decorativo Presidente, quien aseguró de dientes para afuera, que respetaría ‘el derecho de protesta’, mientras hizo lo imposible por obstaculizar las marchas, con amenazas de ser implacable a la hora de reprimirlas, tachando a los marchantes de vándalos. Desmedida, despreciable fanfarronada, que le costó la vida al póstumo ‘bachiller’, que pondrá en riesgo su continuidad, o ser sacado a empellones del cargo.

Antes de ahondar en los alcances de la multitudinaria movilización, que superó las ocurridas en los gobiernos de Rojas Pinilla (1954), López Michelsen (1977), agradezco al cualificado investigador social, Luis Javier Mejía, el remitirme a los analistas: Jeffrey Sachs; Moisés Naim; Ricardo Hausmann; The Economist, consagrados, diligentes alentadores, difusores del sistema capitalista, Sobre el sacudón social que recorre el mundo concluyó:

Las actuales protestas en América Latina están justificadas”, “el capitalismo ha producido grandes avances en el desarrollo del mundo y sacado de la pobreza a una parte de la población”, “…el capitalismo vigente le ha fallado a una parte importante de la sociedad, el cual, necesita de reformas en los mecanismos del mercado, de modo que garanticen que las oportunidades no se concentren en pocas manos; que las necesidades satisfechas no sean las de unos pocos y las bondades del desarrollo capitalista se extiendan (también) a la población pobre”.

Malestar, polvorín policlasista, sin una alineación definida, sin dirección exclusiva, antesala que Mao Tsetung esquematizó con el aforismo: ‘solo se necesita una chispa para incendiar la pradera’-. Incontenible congregación articulada por plurales organizaciones sindicales; estudiantiles; indigenistas; afrocolombianos; animalistas; ambientalistas; obreros; desempleados; jubilados; ciudadanos libres, la indignada,  insatisfecha clase media, fuerzas que reivindican, no única, sino variadas, válidas razones, luchan por la paz, la vida, la salud, educación, seguridad social, económica, contra el desgobierno, corrupción, desempleo, exclusión, inequidad, etc., motivo del inconformismo, impaciencia, verraquera de millones de compatriotas.

Condena debida a la falta de un reconocido liderazgo, sintonizado con la opinión, que escuche; capaz de enmendarse; de tomar decisiones -sin miedo, con arrojo- sobre las diferidas reformas estructurales y sociales del país; avoque -con hechos, no con palabrería-, las persistentes: deterioro del medio ambiente, violencia, muerte de líderes sociales, podredumbre. Estoico pueblo que, al despertar, empoderó, visibilizó, meritoria, valientemente el enojo, rabia colectiva.

Sentimiento de censura, descontento, decepción, fastidio, irritación, inocultables que, el testarudo, mandatario, trató de minimizar, con contradictorios galimatías; impensada torpeza, inaudita ingenuidad, de catedralicias proporciones.

‘Los dioses ciegan a quienes quieren perder’.

Parece mentira que ante la realidad que cada vez se descompone con más vigor, Duque continúe con los ojos cerrados -con su tropilla de bufones- desestimándola. Fantasioso ‘reino de las maravillas’, pésimamente administrado, dicho sin preámbulos complacientes, ni cortapisas, alejado -como vivo- de las compañías, de elogios mutuos, a la que pertenecen –seguramente-  los querellantes de mi liberalidad.

Por si faltara, el inimaginable kínder gubernamental, retomó el descabellado ‘paquetazo’ económico, que afectará, impactará a la población,  con la flexibilización laboral; cambio pensional en beneficio -como siempre- de los cinco billonarios del país -Sarmiento Angulo; Santo Domingo (Alejandro-Andrés); Jaime Gilinski; Ardila Lülle- responsables del infamante, afrentoso título que ser -según la ONU-, la tercera nación más desigual, inequitativa del mundo, después de Haití, Angola; típico fenómeno de una sociedad en descomposición, que la eufemísticamente  llamada, ‘Ley de financiamiento’, ahondará, al favorecer el gran capital.

Atendida clase, saturada de privilegios, subvenciones, cuya riqueza -que cada día crece- sumó 23.400 millones de dólares (2018), el 10 % del PIB nacional, a quien premió Duque, con nuevas exenciones; disminución de tarifas a sus empresas -de dudosa, nula utilidad-, a costa de la empobrecida clase media, desproporción en detrimento del “principio de proporcionalidad, equidad” que, Aristóteles, desde tiempos inmemoriales, definió como “Justicia del caso concreto”. El 40 % de la riqueza del país, se concentra en el 1 % de la población, que amasa el 20,5 % del ingreso. Quien tenga 4.999 millones de patrimonio, no paga un peso de impuesto. El que tenga 5.000, paga 50’000.000, como si entre uno y otro hubiera gran diferencia.

“Es mejor ser rico que pobre”, (Pambelé).

Esto, mientras la ‘sociedad del descenso’ se ahoga en la desigualdad -germen del enojo-. Releo algunas punzantes pancartas que la sintetizan: ¡Nos quitaron todo, hasta el miedo! ¡Por ti madre que falleciste esperando tu quimioterapia!

A los mojigatos, predicadores de la superioridad duquista, que hablan mucho y hacen poco; analfabetos funcionales -idos de lengua-, la senadora Cabal les recordó: ¡Estudien vagos!

27/11/2019

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